Thomas Hobbes y Baruch Spinoza

1. Thomas Hobbes

1.1. Vida y obra

Thomas Hobbes (1588-1679) nació en 1588 en Westport, una pequeña aldea cercana a Malmesbury, como consecuencia de un parto prematuro, provocado en su madre por la noticia de la llegada a Inglaterra de la Armada Invencible. De hecho, el pensador diría posteriormente que su madre tuvo aquel día dos gemelos: a él mismo y al miedo.

Se crió en el seno de la familia de un conflictivo e inculto vicario anglicano, que abandonó a su mujer y a sus tres hijos tras verse implicado en una reyerta con repercusiones judiciales. Su tío paterno se ocupó de su educación, dándole la oportunidad de estudiar en Oxford, donde recibió una sólida formación en lenguas clásicas y en filosofía escolástica.

Tras graduarse en Artes en la Universidad de Oxford en 1608, entró al servicio de los Cavendish, una familia de rancio abolengo y gran influencia política, como tutor del hijo mayor de Sir William Cavendish, conde de Devonshire, algo más joven que él. Ambos emprendieron en 1610 un gran viaje por Europa. Durante dicho periplo, Hobbes tuvo la oportunidad de conocer otras líneas de pensamiento diferentes de la filosofía escolástica que había aprendido en Oxford. De regreso a Inglaterra, permaneció con los Cavendish como secretario del conde. Durante dicho tiempo, se dedicó al estudio de los clásicos griegos y latinos, y terminó publicando en 1628 una traducción al inglés de Los ocho libros sobre la Guerra del Peloponeso de Tucídides.

Ese mismo año 1628 murió el conde de Devonshire y Hobbes fue despedido por su viuda. No obstante, pronto encontró trabajo como tutor del hijo de Sir Gervase Clinton. En 1629 viajó con su nuevo pupilo a París, donde descubrió las matemáticas leyendo a Euclides. Así conoció el método geométrico, que empezó a considerar como el más adecuado para el estudio del hombre y de la sociedad.

En 1631 volvió al servicio de los Cavendish, para ocuparse de la educación del hijo de su antiguo pupilo, el conde de Devonshire. Con él, realizó su tercer viaje al continente (1634-1637). Durante este recorrido, tuvo la oportunidad de conocer en Florencia a Galileo, y en París a Gassendi y Descartes. Fruto de estos intercambios intelectuales fue el primer esbozo de su sistema de pensamiento, que explicaba desde el materialismo científico la dinámica de la Naturaleza, el hombre y la sociedad:

  • En De corpore intenta plasmar la idea de que todos los fenómenos físicos son explicables a través del principio fundamental del movimiento, por medio de la geometría y la física.
  • En De homine estudia los movimientos del hombre por medio de la fisiología y la psicología.
  • En De cive analiza las relaciones entre los hombres, los problemas políticos y sociales, como condicionantes del movimiento de la organización y el gobierno civil.

Hobbes recurre al método resolutivo-compositivo propuesto por Galileo para analizar la sociedad y los movimientos de sus individuos. Prescinde de consideraciones históricas en la elaboración de su teoría política y se centra en el análisis directo de la naturaleza humana desde un punto de vista racionalista, no empírico.

Tras su vuelta a Inglaterra, se dedicó a la filosofía política. No obstante, por esas fechas se desató la guerra con Escocia y se planteó el conflicto abierto entre Carlos I y el Parlamento. En este contexto, Hobbes dejó circular en versión manuscrita su obra Elementos del Derecho natural y político, que sintetizaba sus reflexiones sobre el hombre y el ciudadano y contenía los rasgos básicos de su teoría antropológica y política. El texto, pese a su carácter filosófico, traslucía perfectamente el posicionamiento de Hobbes en defensa de la soberanía absoluta e indivisible del monarca como medio para asegurar la paz civil.

Por ello, en 1640, cuando el Parlamento cobró fuerza, decidió exiliarse a París. Allí permaneció durante 11 años, como refugiado político, dedicado prácticamente por completo a la investigación científica. Fue su etapa de mayor producción intelectual. Con la publicación de la obra De cive en 1642 se ganó la admiración de gran parte de los intelectuales contemporáneos, especialmente en Francia y Holanda. En dicho tratado afirma la unidad entre el Estado y la Iglesia cristiana, a cuya cabeza estaba el soberano, a quien le compete la determinación de la forma del culto público y el control de la interpretación de las Escrituras.

En 1646, frecuentó la corte del Príncipe de Gales, Carlos Estuardo, también exiliado, a quien dio clases de Matemáticas. Y en 1651 publicó su obra más importante, Leviatán, como contribución a la controversia sobre el derecho de los poderes de facto a obtener la obediencia de sus súbditos. Esta tesis reforzó y legitimó la recién instaurada República de Cromwell. El libro no gustó a los realistas exiliados en Francia, ni al propio príncipe Carlos, especialmente por tres motivos:

  1. Por la fundamentación materialista del absolutismo, contraria a la tesis del derecho divino de los reyes.
  2. Porque pese a la preferencia por la monarquía absoluta para conseguir la paz social, presuponía que los súbditos solo debían obedecer al soberano si era capaz de garantizarles efectivamente su seguridad, y dicha garantía no podía ofrecerla un rey exiliado y sí Cromwell.
  3. Por los ataques a la Iglesia católica.

Por ello, en 1652 regresó a Inglaterra, prestó juramento a la República y se estableció en Londres. En los años siguientes, se desvinculó de la política activa, centrándose en la redacción de trabajos filosóficos, como De homine (1652) y De corpore (1655)

En 1660 Carlos II fue proclamado rey de Inglaterra. El monarca se reconcilió con su viejo profesor y le concedió una pensión de 100 libras anuales. No obstante, Hobbes se enfrentó al clero anglicano (colectivo al que no le sentaron bien las críticas escritas en el Leviatán) y a importantes sectores de la Universidad de Oxford (por las críticas sobre la calidad de los estudios que se impartían en ella).

Ante situación tan hostil, Hobbes decidió retirarse a las posesiones de los Cavendish y siguió escribiendo:

  • Preparó en latín una versión de Leviatán y su Autobiografía.
  • Escribió dos libros de historia y teoría política, Behemoth, Historia de las causas de la guerra civil de Inglaterra y Diálogo entre un filósofo y un estudiante de derecho común de Inglaterra.
  • Tradujo al inglés y en verso la Ilíada y la Odisea de Homero.
  • Y aún tuvo tiempo para redactar una Historia Eclesiástica.

Murió en Hardwick a los 91 años (en 1679).

1.2. La naturaleza y el hombre

1.2.1. La relación entre el hombre y la Naturaleza

Los distintos episodios de tensión e inseguridad que sufrió Hobbes a lo largo de su vida influyeron notoriamente sobre su pensamiento, generando en él una actitud de recelo, de desconfianza; una sensación de verse inmerso en una lucha continua. Quizá por ello, Hobbes no concibe la Naturaleza como un universo en armonía, sino como un conjunto de cuerpos regidos por un sistema de causalidad que puede ser ajeno y hostil al hombre. El individuo no es el centro de la Naturaleza, sino más bien un ser que ha de luchar continuamente contra las amenazas de la Naturaleza para poder realizarse. El hombre pretende conocer la Naturaleza para poder dominarla. El fin del saber no es la contemplación, sino la acción, el poder para actuar. El hombre solo puede sobrevivir en la Naturaleza si la domina. La actitud básica del hombre en el pensamiento de Hobbes es la búsqueda de la seguridad. Lo que define y da sentido a la vida humana es la lucha por la supervivencia en la Naturaleza.

1.2.2. Antropología

Hobbes inicia el estudio del hombre desde una perspectiva fisiológica, comparándolo con el resto de animales. Cree que sus acciones se rigen por la lucha instintiva por la conservación y el incremento de la vitalidad, y por evitar todo aquello que pueda perjudicar esa vitalidad. Este impulso de conservación es el principio básico que rige el movimiento de la vida. El bien supremo es la existencia y el mal supremo es la muerte. Por eso, la vida es una incansable búsqueda de los medios para permanecer en la existencia.

Las fuerzas que propician de forma interna las acciones del hombre son las pasiones o los apetitos, que se polarizan en dos direcciones opuestas:

  • El deseo del placer, de todo aquello que pueda favorecer la vitalidad.
  • La aversión por el dolor, de todo lo que pueda perjudicar la vitalidad.

Las acciones del hombre tienen como objetivo final la consecución de la felicidad, que según Hobbes se define como la continua satisfacción de los deseos y la anulación de los temores.

Si la lucha instintiva por la supervivencia es la nota común entre animal y hombre, la diferencia entre ambos la establece el uso humano de la razón. Los animales se mueven por instinto en busca de la satisfacción inmediata del deseo. En cambio, el hombre racional tiene una perspectiva más profunda; es capaz de renunciar a la satisfacción inmediata en pro de otra futura, así como de prever contingencias que puedan conllevar peligro. La razón humana tiene como principal objetivo garantizar la supervivencia futura. Para asegurarla, el hombre desarrolla un deseo insaciable y egoísta de conseguir y acumular poder. Por ello, según Hobbes, el hombre es el más peligroso de los animales, porque experimenta continuamente una sensación de insatisfacción.

El hombre no está solo en la Naturaleza. Vive junto a otros hombres y aunque no tiene tendencias antisociales, es decir, no disfruta haciendo daño a sus semejantes, sí compite con todos ellos por conseguir poder para asegurar su existencia. Hobbes toma como modelo de su antropología la sociedad de su época, el modelo de sociedad burguesa de mercado, en la que cada individuo compite continuamente con los demás para conseguir más poder, utilizando todos los medios a su alcance.

Este hombre competitivo e insaciable es el elemento básico sobre el que debe construirse la sociedad, que es entendido por el pensador inglés como un conjunto pacífico de actividades cooperativas.

1.3. El estado de naturaleza

1.2.1. Las relaciones humanas y el Derecho natural

El estado de naturaleza es, según Hobbes, la relación existente entre los hombres cuando no existe el poder del Estado.

Hobbes parte de una serie de premisas:

  • La necesidad innata de cada hombre de incrementar su poder para lograr mayores garantías de supervivencia.
  • El reconocimiento de la capacidad de todos los hombres para luchar por el poder.
  • La igualdad de todos los hombres para buscar el poder (dejando atrás el principio de desigualdad propio de la mentalidad social feudal).
  • La escasez del poder o su exclusividad e indivisibilidad.

La lucha por el poder sigue el siguiente esquema:

Competencia => Enemistad => Inseguridad => Incremento de la necesidad de poder => Desarrollo de capacidades personales

Es decir, el instinto de conservación, la igualdad original de capacidades y la escasez, la indivisibilidad y la exclusividad del poder propician la competencia entre los hombres. Esta rivalidad se convierte en enemistad cuando dos hombres luchan por una instancia no compartible del poder. El enfrentamiento incrementa la sensación de inseguridad, lo que se traduce en una mayor necesidad de poder. Y esta sensación mueve al hombre a desarrollar capacidades como la anticipación, la astucia o la fuerza, para poder competir en condiciones más ventajosas y dominar a tantos hombres como pueda hasta el punto de no conocer otro poder lo suficientemente grande como para amenazarle.

Por tanto, la relación entre los hombres es inestable, consecuencia de una competición constante y una lucha continua por el poder. Hobbes señala tres causas principales de discordia en la naturaleza humana: la competición, la desconfianza y la gloria (que es la opinión que los demás hombres tienen del poder conseguido por un individuo determinado).

En esta convivencia rige el derecho natural «a todo aquello que el hombre pueda tomar y por tanto tiempo como pueda conservarlo». Se trata de un derecho subjetivo y absoluto («todo hombre tiene derecho a todo, incluso al cuerpo de los demás»), sin restricciones jurídicas (“el hombre ha venido al mundo para sobrepasar a los demás”) y cuya única limitación viene impuesta por el poder que cada uno tiene.

En un entorno tan competitivo, de lucha continua, en estado de guerra, el hombre es un lobo para el hombre. (Hobbes populariza en Leviatán esta frase, “homo homini lupus”, original del comediógrafo latino Tito Marcio Plauto). La vida del hombre en este contexto es «solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta».

1.2.2. Las leyes naturales

Hobbes cree que el hombre no puede vivir en el temor perpetuo provocado por el estado continuo de guerra. Para poder vivir en sociedad de forma pacífica, el hombre busca soluciones haciendo uso de la razón y las encuentra en las llamadas leyes naturales.

Para explicar las leyes naturales, Hobbes distingue entre derecho (ius) y ley (lex) y los considera incompatibles:

  • El derecho consiste en la libertad de hacer u omitir.
  • En cambio, la ley es una norma que impone una conducta determinada.

La ley natural de Hobbes no tiene nada que ver con la Naturaleza; al contrario, es una creación racional del hombre, que conviene unas normas para promover la paz y facilitar la autoconservación. Gracias a las leyes naturales, el hombre puede pasar al estado de sociedad.

Hobbes presenta diversas formulaciones de las leyes naturales en sus obras Elementos, De cive y Leviatán:

  1. Esfuerzo por la paz. “Cada hombre debe esforzarse por la paz… pero cuando no pueda obtenerla, entonces debe aprovechar todas las ventajas de la guerra”. Hobbes reconoce que la paz y la cooperación tienen más valor para la autoconservación que la guerra y la competencia por el poder.
  2. Renuncia al derecho natural. “Que uno acceda, si los demás acceden también, en tanto se considere necesario para la paz… a renunciar a su derecho a todas las cosas… y a contentarse con tanta libertad frente a los otros como él concedería a los otros frente a él”. Hobbes propone la renuncia al derecho natural sobre todas las cosas y el respeto al prójimo para poder llegar al estado de paz. Existen dos clases de renuncias:
    1. Renuncia simple: cuando el cedente no se preocupa de la persona a favor de la cual renuncia.
    2. Transferencia: cuando el cedente renuncia a favor de una persona concreta. La transferencia puede tener varias formas. Puede ser una renuncia mutua, es decir, un contrato. O también puede ser un pacto o convenio, en el que el compromiso de la renuncia se realice en el futuro. La clave de la vida social es este último tipo de renuncia, el pacto. Los hombres se relacionan, sobre todo, mediante pactos. No obstante, existen bienes irrenunciables, como la vida, sobre los que los pactos son nulos (por ejemplo, no tendría valor, según Hobbes, un pacto en el que se renunciase a la defensa en el caso de que se produjese una agresión externa).
  3. Obligación de cumplimiento del pacto. “Que los hombres cumplan los pactos que han celebrado”. Hobbes afirma que si los hombres no cumplen el pacto, subsiste la situación de guerra. En este sentido, reconoce que el instinto de los hombres no cambia al entrar en sociedad y que, por ello, el cumplimiento del pacto por todos no es completamente seguro, dada la fuerza de las pasiones humanas. Para conseguir esta seguridad, Hobbes considera imprescindible la existencia de un poder coercitivo («los pactos sin la espada son solo palabras»), que obligue a todos los hombres a cumplir el pacto por temor a un castigo mayor que el beneficio que puedan obtener incumpliendo el convenio. De esta forma, el interés racional lleva al hombre al respeto del pacto. El poder coercitivo es el Estado. Solo con el Estado es posible la vida social.

1.4. El gran Leviatán

1.4.1. El Estado

Según Hobbes, el pacto que da origen al Estado tiene el siguiente tenor: “Autorizo y transfiero a este hombre o esta asamblea de hombres mi derecho de gobernarme a mí mismo con la condición de que vosotros también transferiréis a él vuestro derecho y autorizaréis todos sus actos de la misma manera”. La multitud unida por el pacto se denomina República o Civitas, y el hombre que recibe el poder de gobierno y que asegura la paz y la defensa, ese “dios mortal”, es el gran Leviatán.

El gobernante es el representante del pueblo, el que actúa en nombre de las personas, que le autorizan a obrar. “Soberano” es el término que Hobbes propone para designar al actor o los actores del Estado. Su misión es conseguir la sumisión de las voluntades individuales e imponer el cumplimiento del pacto por cada miembro de la República.

Hasta Hobbes, los pensadores habían recurrido al pacto político para justificar las limitaciones a la soberanía. La gran originalidad del pensamiento de Hobbes es que el pacto constituye a la vez la sociedad y el Estado, y da origen a la soberanía, no la limita.

1.4.2. La soberanía

Para estudiar la soberanía, Hobbes se centra en dos aspectos:

  • Las facultades del soberano. Estas marcas (“markes” es el término utilizado por el pensador), poderes o derechos del soberano son, entre otros, prescribir leyes, juzgar, declarar la guerra, acordar la paz, mandar sobre los ejércitos. El poder legislativo del gobernante es absoluto porque el Derecho nace del Estado; el soberano determina lo que es justo y lo que no lo es, sin quedar él mismo obligado por la ley.
  • Las características de su poder. Las marcas tienen dos características o notas esenciales:
    • Es indivisible, esto es, le pertenece exclusivamente al soberano y no puede repartirse entre otros representantes o instituciones del pueblo.
    • Es absoluto, ya que no tiene ninguna limitación institucional y no hay leyes fundamentales o constitucionales.

El poder es ejercido por un hombre que no ha aceptado el pacto de renuncia a su derecho natural sobre todas las cosas. El soberano sigue viviendo en estado de naturaleza y tiene derecho a todo. La diferencia radica en que mientras en el estado de naturaleza todos los hombres tienen derecho a luchar por el poder y ello lleva a la competitividad y a la guerra, en el estado de sociedad, solo el soberano tiene la plenitud del poder.

Como el soberano no tiene ningún competidor, no hay razón para que intente incrementar su poder oprimiendo a otros. Por ello, no debe regirse por las pasiones, sino que puede trabajar con la razón para cumplir una serie de deberes políticos:

  • Conservar el poder, es decir, mantener en sus manos todos los derechos o “marcas”.
  • Educar al pueblo en la obediencia y enseñarle cuáles son los derechos del soberano.
  • Mantener la equidad en la administración de justicia y en la exacción de impuestos.
  • Promulgar “buenas” leyes, es decir, normas necesarias para el bien del pueblo, que el mismo tiempo sean comprensibles. La bondad de la ley se debe medir, según Hobbes, no por su justicia, sino por su utilidad.

1.4.3. La resistencia

Hobbes no reconoce el derecho de resistencia mientras el soberano es soberano. Y este deja de serlo cuando no cumple el fin de su constitución, es decir, garantizar la paz y la seguridad de sus súbditos. La obligación de obediencia desaparece cuando el soberano es incapaz de proteger a sus súbditos. Por ejemplo, si un soberano pierde una guerra (civil o contra un enemigo exterior), la república queda disuelta y los hombres vuelven al estado de naturaleza, recuperando el derecho natural a defender su libertad y a incrementar su poder.

Por tanto, en una República prima el principio de la efectividad del gobierno sobre el de la legitimidad del gobernante. La posesión de la soberanía se demuestra con su ejercicio. Si el soberano no puede ejercer su poder correctamente (imponiéndose a las oposiciones internas o haciendo que se cumplan sus leyes), no es soberano. Hobbes justifica así la desobediencia colectiva, pero no la individual, que pueda suponer un delito.

1.4.4. La libertad del súbdito

A Hobbes le interesa el problema de la libertad con relación a las leyes. Es decir, los hombres tienen libertad en todo tipo de acciones no determinadas por las leyes; pueden actuar según el dictado de la razón. Y las leyes las establece el soberano, según su voluntad.

1.4.5. Formas de gobierno

Hobbes parte de la afirmación de la superioridad de la monarquía y de la negación de la forma mixta de gobierno.

De la clasificación tradicional de formas, acepta el criterio cuantitativo. Según gobiernen uno, algunos o todos, el gobierno será monarquía, aristocracia o democracia. En cambio, no acepta el criterio cualitativo que distingue entre formas puras e impuras, porque estas dependen del principio de justicia y según Hobbes el gobierno se rige por los de efectividad y utilidad.

Reconoce que a lo largo de la historia política ha habido gobiernos con otras denominaciones, como tiranía, oligarquía o anarquía. No obstante, afirma que no son formas distintas de gobierno, sino que son las mismas formas de gobierno que acepta (monarquía, oligarquía y democracia) y que son así denominadas por súbditos descontentos.

Para Hobbes, la calidad de las formas de gobierno depende su efectividad. Cree que la mejor forma de gobierno es la que permite una mayor identificación entre el interés público y el privado del soberano. Esta identificación se da plenamente en la monarquía, en la figura del rey, como único miembro de la República que continúa en estado de naturaleza. Entre los distintos tipos de monarquía, Hobbes prefiere la hereditaria a la electiva y la absoluta a la limitada. Por eso, niega la forma mixta de gobierno.

1.4.6. La soberanía por adquisición

Frente a la soberanía racional derivada del pacto, Hobbes reconoce también la existencia de la soberanía por adquisición a lo largo de la Historia. Por ejemplo, la misma monarquía inglesa tuvo su origen en la conquista normanda.

La soberanía por adquisición se consigue mediante el uso de la fuerza y gracias al miedo del pueblo al nuevo gobernante. Mientras en la soberanía por institución, los hombres firman el pacto por medio de unos a otros, en la soberanía por adquisición lo hacen por medio al nuevo soberano.

El miedo es la causa del pacto. Hobbes cree que los hombres solo son racionales en sociedad cuando tienen miedo. Por eso identifica al Estado con la fuerza y lo llama Leviatán, un monstruo terrorífico, porque su esencia es obligar por medio del temor.

1.5. La República Cristiana

A Hobbes no le interesa el contenido dogmático de las Sagradas Escrituras, sino su relación con el poder. Cree que como no existe ninguna prueba que asegure a los hombres que son una revelación de Dios, estos no están obligados a obedecerlas si no son establecidas como ley por la autoridad competente.

Influido por los conceptos anglicanos tradicionales, Hobbes reconoce que el soberano político es el único que puede imponer leyes a sus súbditos y que, por tanto, es el representante de la Iglesia o pastor supremo. El Estado es a la vez civil y eclesiástico. Leviatán tiene en sus manos la espada y el báculo. La religión queda, por tanto, subordinada a la política.

Hobbes no se da contento con esta magnificación del poder del Estado sino que, de acuerdo con su principio utilitario, incide en las “tinieblas” espirituales producidas por la Iglesia católica, en los vicios encarnados en el clero, la jerarquía eclesiástica y el papa: la interpretación errónea de las Sagradas Escrituras, las exenciones fiscales el estamento clerical, el incumplimiento del celibato eclesiástico, los abusos derivados de la confesión y la imposición de penitencias, o el aprovechamiento económico de la existencia del purgatorio, entre otros; y señala en la cuarta parte de Leviatán cómo se beneficiaba la Iglesia de todos estos abusos.

2. Baruch de Spinoza

2.1. Vida y obra

Vida. Baruch de Spinoza (1632-1677) nació en Amsterdam en el seno de una familia de sefardíes portugueses que habían tenido que huir de la Península Ibérica. Recibió una educación judía y estudió por su cuenta matemáticas y filosofía. Pronto comenzó a mostrar una actitud crítica respecto a la ortodoxia judaica. Trabajó en los negocios de su familia hasta que en 1656 fue excomulgado, expulsado de la comunidad judía y desterrado de Amsterdam. Spinoza marchó a las afueras de la ciudad, comenzó a escribir sobre filosofía, al tiempo que se ganaba la vida puliendo lentes para instrumentos ópticos. En 1660 dejó Amsterdam y durante los años siguientes vivió en varias poblaciones hasta que en 1670 se instaló en La Haya, donde murió en 1677.

Características del pensamiento político. La contribución más importante de Spinoza es la Ética, una obra puramente filosófica. No obstante, en toda su producción Spinoza pone de manifiesto su preocupación por los problemas políticos. Su pensamiento es muy cercano al de Hobbes, a quien leyó. Coinciden en varios aspectos, como la preocupación por la paz, la voluntad de elaborar una ciencia política autónoma y racional, la definición del estado de naturaleza o la construcción del Estado absoluto por medio del pacto. Y se separan en la valoración del hombre: mientras Hobbes se distingue por su pesimismo antropológico, Spinoza demuestra una confianza radical en las capacidades del hombre.

Obras principales. Entre las obras políticas de Spinoza, podemos destacar dos:

  • Tratado teológico-político. Es una obra que defiende la política liberal de Jan de Witt frente a los orangistas monárquicos y a los calvinistas intransigentes. En ella, Spinoza realiza una crítica racionalista de la religión, afirmando que el mal conocimiento de las fuentes había deformado el Cristianismo y que esa deformación espiritual tenía repercusiones negativas sobre la realidad política.
  • Tratado político. El triunfo de los orangistas conllevó la transformación de la república de las Provincias Unidas en una monarquía absoluta. Spiniza escribió esta obra para exponer su opinión de que no se puede confiar el poder político a la voluntad de los hombres, sino a la correcta organización del Estado.

2.2. Pensamiento político

Spinoza construye su pensamiento político utilizando un método empírico y deductivo, similar al de Hobbes, y partiendo de un concepto básico: el derecho natural. Al igual que Dios, de quien procede el derecho natural, cada uno de los miembros de la naturaleza tiene derecho a todo lo que le permita conseguir su poder individual. Por tanto, el derecho natural no es determinado por la razón, sino por las pasiones: por el deseo y el poder.

La consecuencia de la vigencia de este derecho natural es la guerra de todos contra todos. Esta situación genera miedo en los individuos y les impide desarrollar sus facultades. Y dado que las pasiones son su causa, Spinoza encuentra la solución para salir de la esclavitud y lograr la libertad en la razón. El entendimiento lleva a los hombres a la aceptación de un pacto que consiste fundamentalmente en la renuncia de cada uno al derecho natural. Tras el pacto, el derecho civil común sustituye al derecho natural particular, y el poder natural individual se transforma en poder político estatal. Tanto el derecho civil como el poder político son creaciones de la razón humana, que evitan el miedo al competidor y dan garantía a la esperanza de la supervivencia.

El Estado que presenta Spinoza es absoluto, es el poder supremo de la sociedad, tiene la facultad para legislar sobre cualquier materia, ya que no está sometido a ningún derecho ni a ningún poder superior. Los súbditos, tras haber renunciado a su derecho natural, están obligados a obedecer todas las órdenes del Estado e incluso se les puede mover a ello haciendo uso de la fuerza.

No obstante, el Estado no es totalitario, sino que debe respetar y promover la libertad individual de cada uno de sus súbditos para que puedan actuar racionalmente y no se dejen llevar por sus pasiones.

Y además, el Estado debe ser democrático. Spinoza cree que los hombres mantienen su derecho a elegir a sus gobernantes, ya que mediante el pacto no renuncian de forma definitiva y completa a su derecho natural; mantienen el derecho a pensar libremente. Spinoza considera imprescindible salvaguardar la libertad del ciudadano dentro el Estado, dentro de un sistema de convivencia racional, en el que cada individuo pueda pensar y expresarse según sus convicciones. Y tras aceptar la libertad de cada persona para pensar, concluye que la suprema potestad no puede mandar en contra de la opinión razonable de los hombres porque ello supondría un peligro para el Estado. El gobernante no tiene derecho a mandar contra la razón.

2.3. Las formas de gobierno

Spinoza expone en su Tratado político sus puntos de vista sobre las formas de organización del Estado:

  • La monarquía. Spinoza es contrario a la monarquía absoluta. Cree que el rey no puede gobernar solo y que necesita contar con ministros y consejeros. Si cuenta con ellos, el Estado se convierte en una aristocracia camuflada. Si no lo hace, el gobierno es una tiranía. Para evitar ambos peligros, hay que establecer una organización que limite el poder real: la monarquía constitucional. Esta debe contar con tres órganos supremos: el Consejo real (un órgano consultivo representativo, con tanta autoridad que el rey habrá de aceptar siempre la opinión de la mayoría de sus componentes), el Consejo de Justicia y la Comisión Permanente.
  • La aristocracia. Para Spinoza es más eficaz que la monarquía porque garantiza mejor la racionalidad de las decisiones. En esta forma, gobiernan varios, que son elegidos entre los ciudadanos o patricios, que tienen todos los derechos políticos. La autoridad máxima corresponde al Consejo Supremo. Para evitar que el régimen aristocrático degenere en oligarquía, Spinoza concede a los plebeyos algunas funciones de control del gobierno. Y distingue varios tipos de gobiernos aristocráticos: el centralizado (en el que todo reside en una ciudad) y el descentralizado (en el que hay órganos de gobierno en varias ciudades, formando una confederación) Esta última opción es considerada mejor por el pensador holandés, teniendo como referente las Provincias Unidas.
  • La democracia. Es el régimen más eficaz de gobierno para Spinoza. La ley determina la condición de ciudadano y la designación de los gobernantes que forman la Asamblea representativa del pueblo.

Comments

One response to “Thomas Hobbes y Baruch Spinoza”

  1. Mario Pérez Guerra Avatar

    Gracias Antonio Carrasco Rodríguez. Muy bueno el resumen de las ideas de Thomas Hobbes. Estoy escribiendo un libro sobre la Visión de Estado y para ello estoy consultando diversas fuentes. De nuevo, gracias. Mario Pérez Guerra. Guatemala. C.A.

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