Joaquín De Juan

Neoliberalismo o la invasión de los ultracuerpos

Aunque el mundo se alzó y detuvo al bastardo,
la perra que lo pario está otra vez en celo

Berthold Brecht

Para muchos, incluso entre la izquierda, como ha señalado Alberto Garzón en su libro “Esto tiene arreglo”, debería dejarse de utilizar el término neoliberalismo por su posible sesgo panfletario. Creo, con el citado autor, que el vocablo está tan arraigado, qué identifica claramente la ideología que encierra, y puede ser utilizado sin ningún tipo de complejo. Además, es necesario y mentalmente higiénico, mentarlo y explicarlo, cuanto más, mejor. Es hora de que los ciudadanos vayamos comprendiendo que muchos de los males que nos aquejan, atribuidos a la “crisis”, son “derivados tóxicos” de esa mentalidad ampliamente extendida, eso si, entre los ricos y los poderosos, amen de algún despistado.

Por eso me atrevo a comparar el neoliberalismo con aquella infección colectiva, de la novela de Jack Finney The Body Snatchers, convertida luego en una película del mismo nombre (La invasión de los ladrones de cuerpos, en español), dirigida por Don Siegel en 1956. De ella surgieron tres versiones en 1978, 1993 y 2007, respectivamente. Aunque con gran capacidad de difusión (Grecia, Irlanda, Portugal, Italia, España, …) la infección neoliberal, a la mayoría de los ciudadanos, no nos hace ni más ricos y ni más poderosos. Todo lo contrario, lo realmente mórbido de esa ideología infectocontagiosa, es que además de empobrecernos, nos rebaja a la categoría de súbditos que es la forma hipermoderna de convertirnos en esclavos. La vulnerabilidad de los ciudadanos ante tal epidemia radica, fundamentalmente, en el concepto de igualdad.

Para los neoliberales (o liberales, como les gusta llamarse, camuflando así su ideología ultraconservadora) el concepto de igualdad y su aplicación, es la causa de todos los males de la humanidad, incluida la crisis, de ahí la siniestra reforma laboral y los recortes en salud y en educación que nos ha regalado el señor Rajoy. Lo que no es de extrañar cuando uno lee dos artículos suyos, de principios de los 80, titulados Igualdad humana y modelos de sociedad (http://bit.ly/N5CXQC, 1983) y La envidia igualitaria (http://bit.ly/rrYXpU, 1984), en los que el actual presidente del gobierno descalifica, sobremanera, el concepto de igualdad que nos hemos dado y plasmado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

La novela y películas comentadas, tratan de una invasión extraterrestre que mediante esporas van produciendo, al germinar, copias idénticas de los seres humanos aunque carentes de sentimientos. No queda muy claro en el relato la intencionalidad de la invasión y su significado varía de una versión a otra (contra el comunismo en la versión del 56, más abierta en los siguientes “remakes”). Lo que si está claro es que el neoliberalismo, también trata de igualarnos (franca contradicción de estos amantes de la diferencia) empobreciéndonos y despojándonos de los derechos conquistados por los trabajadores para beneficio de los ricos y poderosos.

La plaga neoliberal también me recuerda a otra novela, el Ensayo sobre la ceguera (1995) de José Saramago, llevada al cine por Fernando Meirelles (Blindness, 2008). En ella, otra epidemia determina la perdida de la visión de todos los personajes, excepto uno. La ceguera colectiva, destapa los peores instintos de muchos, al tiempo que despierta las muestras de solidaridad más sublimes, en situaciones dramáticas, de otros. En esta ocasión, Saramago, nos lleva a pensar qué podemos hacer en un mundo sin luz, en un mundo de ciegos, en el que no somos capaces de ver los peligros que nos acechan.

El uso abusivo y sofisticado del engaño, cambiando unas palabras por otras (ajuste por recorte, regularización de rentas y activos por amnistía fiscal, impuestos sobre el consumo por aumento del IVA y un largo etcétera), y la obscena forma de aplicar la justicia (se dejan en la calle a familias, niños y ancianos, por no pagar la hipoteca, pero se rescatan y premian a los bancos y sus responsables), son suficientes argumentos para tratar de defendernos, con firmeza, de semejante ideología. Para ello, debemos utilizar el pensamiento critico, analizar profundamente los datos y unirnos todos, pacifica pero asertivamente, con el fin de conseguir el antibiótico adecuado contra esos indecentes gérmenes neoliberales. Ya que como hace unos días ha señalado Paul Krugman, “…la catástrofe sin paliativos podría estar a la vuelta de la esquina”

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