Todos queremos más

Pero me da la sensación que falta tiempo para consumir lo que al mercado le gustaría que consumiéramos. Me refiero a contenidos orientados a los nuevos dispositivos de ocio y entretenimiento que irónicamente podemos encontrar cada vez a precios más asequibles. Y creo que hay dos maneras de consumir, a saber, te compras por ejemplo un libro, lo pagas, te lo lees, lo dejas en la estantería de algún mueble de tu casa, se lo dejas a un amigo y si te lo devuelve lo podrías volver a leer cuando quisieras, al cabo de muchos años. Lo mismo ocurre con una película: te compras el dvd, ves la película cuantas veces quieras mientras no haya cambiado el formato de reproducción y se la puedes prestar o donar a quien quieras. En ambos casos sólo has pagado una sola vez por el producto. Y si tienes cuidado, el material estará en buen estado con el paso de los años, casi como el primer día.
Otra forma de consumir contenidos es mediante el acceso a internet y a través de empresas que permiten la compra de un libro en formato electrónico o el alquiler y visionado de una película durante un tiempo limitado. Lo inimaginable hasta hace bien poco de este sistema es que puedes acceder a cualquier libro editado, en cualquier lengua, en cualquier lugar y en cualquier momento. Y lo mismo ocurre con las películas. Un video club global con películas de todos los géneros, en el idioma que queramos y siempre a nuestra disposición.
Me he referido a libros y películas porque es lo que considero más universal, pero lo dicho también vale para la música, los periódicos, las revistas semanales o mensuales, los juegos para consolas o a través de la red, etc.
Hasta ahora hemos pagado por un producto y el propietario de ese producto ha hecho lo que ha querido con ese producto. Por ejemplo puedes dejar a tu vecino el dvd de la última película de quien sea y no pasa nada. Puedes vender por ebay un libro de hace muchos o pocos años porque ya no te cabe en tu casa o porque no te ha gustado o por lo que sea y no pasa nada. O puedes volver a escuchar canciones de un vinilo de no hace mucho cuantas veces quieras si dispones de un tocadiscos (¿?). Lo que no puedes es utilizar el contenido para hacer negocios, copiando o reeditando lo que es de otros, pero esto es obvio.
A partir de ahora parece que a los contenidos se accede a través de la red y a través de empresas que se dedican a comercializar dichos contenidos y a vendernos aparatos capaces de ofrecernos dichos contenidos. Ya no puedes ver otra vez aquella película por la que pagaste tres euros por poder verla en un plazo de 48 horas. Tienes que volver a pagar. El libro electrónico que compraste como el último best seller, o no sabes por qué dispositivo para o el nuevo aparatito no te permite copiarlo para poder seguir conservándolo y consultarlo cuando quieras. Y algo parecido ocurre con la música: sin soporte físico o copia de seguridad de aquello que compramos en formato digital parece que lo podamos perder en cualquier momento o no podamos trasferirlo del teléfono móvil viejo (de hace año y medio) al nuevo, salvo que volvamos a pagar. Con los periódicos o la prensa creo que es algo diferente, porque poca gente suele guardar los periódicos más allá de un día. Y las posibilidades de poder leer cualquier periódico de cualquier lugar del mundo es algo increíble. Otra cosa es la calidad de la información que nos ofrecen y lo incómodo de leer un periódico en una pantalla que brilla.

Pues bien, en todos los casos descritos es necesaria una conexión de datos para poder acceder a los contenidos. Conexión de datos. Y dispositivos electrónicos que cambian demasiado rápido. Acceso, y dicen que de forma cómoda, a cualquier contenido en cualquier lugar (del mundo desarrollado, y hay lugares muy cerca de donde cada uno vive donde no hay conexión de datos) con acceso a internet. A partir de ahora la conexión de datos parece que se universaliza, como derecho y deber, para cualquier ciudadano que quiera estar entretenido y dispuesto a pagar. Por tanto, donde antes pagábamos por un producto, ahora pagamos por un producto y por un servicio y por un dispositivo. Pagamos a quien ha escrito el libro, pagamos al editor, pagamos a quien nos proporciona la conexión de datos (si algo me hace realmente emocionarme es que parece que telefónica no se hará con la exclusiva del ipad como hizo con el iphone) y pagamos a quien hace los nuevos artilugios y las aplicaciones para esos dispositivos. Se me olvidaba, y a la Sgae. Y seguro que me dejo alguno. Gracias por leer.