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La respuesta social a la epidemia

La epidemia de COVID-19 no cuenta con vacuna ni medicamentos para detenerla. Tardaremos varios meses, si no años, en contar con ellos. Eso si hacemos caso de las lecturas más optimistas, ya que, las más escépticas, las propias del pensamiento científico, se plantean que no se puede anunciar que se conseguirá algo hasta que se ha logrado. Hasta la fecha (9/3/2020), por tanto, los medios de respuesta aplicados han consistido en medidas de carácter comunitario y poblacional, como la limitación de eventos públicos, la cancelación de actividades (escolares, laborales, deportivas, festivas), desincentivar viajes, el seguimiento y aislamiento de casos y localidades (hasta regiones) o las cuarentenas. Con ello se pretende conseguir el efecto que se muestra en esta curva:

Goals of community mitigation for pandemic influenza 

Fuente: Qualls et al. Community Mitigation Guidelines to Prevent Pandemic Influenza — United States, 2017

El objetivo es triple:

a) reducir la expansión de la enfermedad (para minimizar el número de fallecimientos y de personas de baja),

b) evitar una concentración de casos en un tiempo corto (esto colapsaría el sistema de salud, pero también otras actividades esenciales, e impediría tratar bien los casos),

c) ganar tiempo para la preparación de la respuesta.

Y todo ello depende de lo que hagamos en el espacio social. Este blog trata sobre cómo la actuación sobre las pautas de interacción social va a servir para conseguir el control o, por el contrario, para favorecer la expansión de la epidemia (o quizá, las dos cosas, según a qué zonas del mundo y grupos sociales hagamos referencia). Vamos viendo.

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