Conozco personalmente al autor de este libro, Antonio Cárceles. Cuando me comentó que lo había publicado, corrimos rápidamente a comprarlo. Me ha costado leerlo, porque los acontecimientos de los últimos meses me han desbordado, pero por fin lo he terminado.
No es un libro de auto-ayuda, aunque sí que intenta ayudarnos a la búsqueda más importante de nuestras vidas: la felicidad. Todos los conceptos que explica son sumamente obvios, pero dichos conceptos suelen ser obviados por la inmensa mayoría de la gente. Todavía recuerdo ciertas situaciones que me han sucedido en el pasado que se reflejan en el libro. Por ejemplo, ante una comida familiar donde un plato (un arroz, por ejemplo) no era de mi agrado, mi comentario “a mí no me gusta” solía ser reprendido diciendo “pero está bueno, no digas que está malo”. Mi sorpresa ante esta situación era mayúscula: yo no estaba diciendo que estuviera mala la comida, decía que a mí no me gustaba. Subjetividad frente a objetividad. Me sentía como un bicho raro, porque todo el mundo se volvía contra mí: “con el esmero y el cariño que te han hecho esta comida, la cocinera va a pensar que no cocina bien”. Con el tiempo me di cuenta que no era mi problema, más bien al contrario, la subjetividad campa a sus anchas por el mundo. En este sentido, cuando intentas aplicar objetividad en tu vida (una de las claves de la felicidad) te encuentras con grandes problemas (familiares, personales, amistad, trabajo, etc.). El pensamiento único (las cosas tienen que ser así, sólo hay una manera de hacer las cosas) es un problema de la sociedad actual en la que vivimos. Siempre he luchado contra eso, basta que alguien me diga que hay que hacer algo de una determinada manera para que yo haga la contraria (si la veo correcta, eso sí) o que trace un camino distinto si pienso que ese camino me puede llevar al objetivo que persigo. Por este comportamiento me suelen llamar terco (o “caborro” :-)), pero yo intento trazar mis propios caminos, independientemente de los ya establecidos. No siempre es así, claro está, algunas veces sigo el camino ya trazado.
Volviendo al libro, me ha gustado mucho. A pesar de conocer casi todas los temas planteados en él, siempre viene bien refrescarlos, es un camino duro el camino hacia la felicidad. Hay que trabajarlo todos los días de tu vida, cada hora, cada minuto, cada segundo. Otra de las cosas que más me han gustado es el tratamiento de la percepción. En este punto, también hace tiempo que me di cuenta que cada persona tiene su propio percepción de las cosas, pero mucho gente no se da cuenta. Un ejemplo, ante un grupo de amigos, alguna vez he comentado: “esa persona me cae fatal, no la soporto” y las reacciones: “pero si es muy majo, pero si es adorable, no digas eso, que esa persona vale mucho”. Buf, otra vez con “el arroz a mí no me gusta”. Cada persona tiene su propia percepción de todo, hay tantas percepciones como personas y, diría más, tantas percepciones como personas y momentos, ya que la percepción va cambiando en todo momento y lo que te gusta ahora puede no gustarte dentro de un segundo o al revés. Luego están las personas que no tienen percepción propia, sino que su vida es guiada por lo que hacen o dicen otras personas (que ven como referentes). De esos conozco a unos cuantos, desgraciadamente, personas que son infelices y desprestigian al resto porque se creen superiores o en posesión de la “verdad”.
Tres cosas adicionales que he extraído del libro. La primera, la vida es un escenario y en él somos meros actores (traducción libre de un texto de Shakespeare). Todo lo que nos rodea son escenarios. La segunda: no existe el 100% de nada, todo es relativo. Todos somos valientes y cobardes, buenos y malos. Hay que lidiar con eso, muchas cosas son posibles, pero tenemos que ser capaces de cognitivamente estimar la probabilidad de que esas cosas sucedan. Una mala estimación de esa probabilidad nos puede llevar a la infelicidad. La última: no tenemos que obsesionarnos con nada, plantearse objetivos está bien, poner nuestro empeño en alcanzarlos también, pero desmoralizarnos por no obtenerlos no es bueno.
Quiero agradecer a Antonio la publicación de este libro. Y darle la enhorabuena. Aunque sé que a él estos agradecimientos no le van a hacer pensar que su libro es mejor. No le hace falta.