El fenómeno de la esclavitud, universalmente repudiado hoy en día, ha sido sin embargo una frecuente en la historia de la humanidad. De hecho, en algunas épocas y lugares ha constituido el pilar básico de la estructura económica.
La esclavitud es la condición jurídica de una persona que, por nacimiento, deudas, por sentencia judicial o por derecho de conquista carece derechos civiles y se convierte en la propiedad de otra persona, que puede perderla o cambiarla, emplearla en la esclavitud que considere oportuna y, en algunos casos, incluso disponer libremente de su vida.
Tradicionalmente han existido dos tipos principales de esclavitud, la doméstica, en la que los esclavos o siervos realizan labores auxiliares en el hogar; y la productiva, propia de los sistemas económicos esclavistas, en la que desempeñan las tareas más duras del sector primario, como el cultivo de las tierras o la minería. Para recuperar la libertad preveían dos formas principales: la manumisión por parte del dueño o el pago de un rescate económico, que podía efectuar el mismo esclavo, si era capaz de reunir la cantidad necesaria.
● La esclavitud en el Mundo Moderno
Cuando los españoles conquistaron y colonizaron el continente americano se produjo un resurgir del esclavismo en las sociedades occidentales. Los indígenas caribeños, que no estaban acostumbrados a los duros trabajos de las minas y plantaciones morían a millares. Además, una vez cristianizados, se convertían en súbditos de pleno derecho de la monarquía, lo que planteaba problemas legales para su esclavización. Para reemplazar la mano de obra indígena, los españoles comenzaran a llevar a América a esclavos africanos. Además, existía ya una tradición de comercio de esclavos desarrollada por los mercaderes musulmanes en África. El nuevo tráfico comenzó hacia 1601; los portugueses pronto imitaron esta práctica en su colonial del Brasil, llegando a convertir Lisboa en el mayor centro de comercio de esclavos de Europa en el siglo XVI.
Más tarde, el resto de países europeos con posesiones en el Nuevo Mundo haría lo propio. Se calcula que entre los siglos XVI y XIX, unos doce millones de africanos, de los cuales alrededor de una cuarta parte murió en el camino, fueron trasladados a América e Inglaterra acabó convirtiéndose en la principal acaparadora del lucrativo negocio negrero, desarrollando un curioso comercio triangular. Desde Europa partían productos manufacturados (textiles, armas, alcohol, bisutería) hacia las factorías la costa africana occidental, donde se cambiaban por la mercancía humana, eufemísticamente llamada “ébano”. Los proveedores solían ser reyezuelos local que vendían a los prisioneros hechos en sus guerras contra otras tribus, o tratantes profesionales que efectuaban razzias en el interior. Los esclavos eran transportados en condiciones infrahumanas a los mercados americanos, donde a cambio de ellos, se adquirían productos coloniales (tabaco, azúcar o metales preciosos) que, a su vez, se vendían en Europa.
● La esclavitud en España en los siglos XVI y XVII
El objetivo de este pequeño artículo pretende dar unas nociones sencillas de cómo funcionó en España a lo largo de la Edad Moderna.
Hasta ese momento la mayoría de esclavos capturados eran el resultado de los diferentes conflictos que asolaban el Mediterráneo, siendo fundamentalmente musulmán su origen.
Pero el surgimiento de las grandes plantaciones de cañas de azúcar y otros productos en América, unida a la disminución de mano de obra india (enfermedades, legislaciones protectoras de los indios) obligo a emplear una gran cantidad de “obreros” difícil de encontrar en América.
La solución se obtuvo gracias a la apertura del África Ecuatoriana por parte de los portugueses. Esto permitió la obtención de mano de obra africana a gran escala a través de un fructífero comercio de esclavos.
Naturalmente el impacto de esta actividad en las poblaciones africanas fue enorme. No solo en el aspecto demográfico con la pérdida de gran cantidad de población, ruptura de familia, muertes, etc. Sino también en el desarrollo de las culturas de estas gentes que vieron como se trato extinguir sus idiomas, ritos y creencias. El sincretismo de las culturas negra e indígena en Cuba, Brasil o Estados Unidos son ejemplos sintomáticos de la necesidad de estas poblaciones de salvaguardar sus raíces.
Además de este empleo de esclavos en América la metrópoli tampoco se vio libre de esta práctica.
Ya hemos comentado que a hasta el siglo XVI la gran mayoría de esclavos que existían en España respondían a las batallas que libraban las tropas españolas contra su enemigo (el Turco) en el Mediterráneo.
En este sentido no debemos de olvidar que la esclavitud aquí seguía un doble camino porque eran muchos los españoles capturados y vendidos como esclavos por los musulmanes (el ejemplo de Cervantes es quizás el más conocido).
En España esta mayoría de esclavos se concentraba en las ciudades y ocupaban trabajos como jornaleros o sirvientes y su situación no era tan brutal como en América, ya que, las manumisiones y rescates sobre todo entre esclavos musulmanes eran frecuentes, lo que les permitía convertirse en miembros de la sociedad.
Pero esta supuesta tolerancia escondía un arma de doble filo pues si bien se permitían las manumisiones, los esclavos liberados quedaban confinados a los niveles más bajos de la sociedad y empleados en los trabajos más penosos.
Para concluir este pequeño esbozo de la esclavitud de la España Moderna no podemos olvidar la que practicaba el “Estado”.
Esta se centraba fundamentalmente en los delincuentes y herejes por medio de las tan temidas galeras reales.
Que consistían en penas de remar durante años en navíos del rey como consecuencia de haber cometidos delitos graves o de ser reincidente en los mismos.
En conclusión este es más o menos el panorama que presentaba la esclavitud en España durante la Edad Moderna.