Aunque se insistía constantemente en las virtudes del trabajo, parece que quedaba tiempo libre para dedicarlo a juegos, fiestas y celebraciones religiosas. La vida podía ser dura e incierta, por lo que era preciso honrar constantemente a los dioses con sacrificios y acciones de gracias. Cada tres semanas se celebraban fiestas fijas y se daban días de asueto para las diferentes profesiones. Los mercaderes ofrecían los banquetes más suntuosos, con canutos de tabaco (desconocido en Europa), manjares, chocolate, y unos hongos especiales que producían alucinaciones a los invitados.
-El parchís azteca: El patolli era uno de los entretenimientos más populares y se jugaba de manera parecida al parchís. Servían de dados cuatro granos de cacao con puntos blancos pintados como números. Cada jugador movía seis piedras a modo de fichas a lo largo del tablero. Había jugadores profesionales que llevaban sus dados envueltos en un paño y les hablaban antes de cada partida. Los jugadores se apostaban todo en sus partidas: vestidos, plumas, campos, casas e incluso sus propios hijos. Algunos llegaban a venderse como esclavos cuando ya no les quedaba nada que perder.
La palabra patolli quiere decir frijoles, específicamente los colorines (frijoles rojos más pequeños). Los colorines o patolli cumplieron la función de fichas y le dan el nombre al juego. El patolli es uno de los juegos más antiguos de la América prehispánica. Lo jugaron los teotihuacanos (200 a.C. – 650 d.C), los toltecas (750 – 1000 d.C.), los pobladores de Chizen Itzá (1100 – 1300 d.C. ), los aztecas (1168 – 1521 d.C.) y todos los pueblos conquistados por éstos. A la llegada de los españoles el patolli se jugaba en México, como consta en códices y escritos de los cronistas. Sabemos por ejemplo, por el Códice Magliabecchi que el patolli era un juego de azar. Aparentemente tenía un aspecto ceremonial y religioso sobre el cual no se ha aclarado el sentido, pero que ha llevado a suponer la presencia de elementos que marcan la coincidencia entre el juego y elementos claves de la cosmogonía azteca: el ciclo del tiempo de los aztecas que se basa en una medida de 52 años, número de casillas del juego; existen cuatro puntos cardinales así como cuatro jugadores sobre un tablero con cuatro extremos.
El Códice Magliabecchi dice: El dios del patolli era Macuilxóchitl, Cinco flor, al cual invocaban los jugadores antes de iniciar una partida. En su casa, ofrecían incienso y comida a su deidad protectora y a los instrumentos de juego antes de salir a jugar. El patolli y el ullamaliztli tenían su aspecto azaroso: las fuertes apuestas de jugadores y espectadores; mantas, magueyales, cuentas de oro y piedras preciosas. Había quienes apostaban incluso su persona y si perdían quedaban sometidos a la condición de esclavos hasta pagar la deuda… El patolli fue prohibido durante la conquista por considerarse peligroso, idolátrico y pagano. A los jugadores que eran sorprendidos practicándolo, se les quemaba las manos. Ésta es la importancia que el poder cristiano otorgaba a este juego y entretenimiento de origen sagrado con el que los indígenas se identificaban.