Presentación de los Aztecas

Hace unos ochocientos años, una tribu errante penetró en un valle situado en la altiplanicie del país que hoy llamamos México. Aquellas gentes se daban a sí mismas el nombre de mexicas, pero nosotros los conocemos por el nombre de aztecas. Llegaron a ser el pueblo más fuerte de todo el valle. Dieron a su país el nombre de Anáhuac, que quiere decir Tierra entre Aguas, y ejercieron su poder desde la capital, Tenochtitlán. Se consideraban herederos legítimos de los toltecas, los antiguos señores del valle.

Los aztecas se creían guiados por el dios de su tribu, Huitzilopochtli: El colibrí de la Izquierda. Un dios guerrero que exigía sacrificios humanos.
Los sacerdotes llevaron consigo una imagen del dios durante el largo viaje que emprendieron en busca de una tierra donde asentarse. Obligados a avanzar sin descanso, anduvieron de un lado a otro durante casi doscientos años hasta que su dios les permitió detenerse en una isla infestada de mosquitos que se hallaba en medio de una laguna. Un águila posada sobre un cacto mientras devoraba una serpiente sirvió de señal para fijar el emplazamiento de su ciudad. Supieron que debían quedarse ahí, porque el águila era el símbolo del sol que les daba la vida y el cacto significaba los corazones humanos que el dios reclamaba para vivir.

El Dios
Huitzilopochtli:
El Colibrí de la Izquierda

Tenochtitlán fue fundada hacia el año 1325. Los aztecas emplearon
los cien años siguientes en organizarse y en edificar su capital, que estaba
dividida en cuatro barrios con manzanas para cada grupo de familias y gremios de artesanos. Como carecían de tierra y de materias primas, los aztecas comerciaban con las tribus vecinas y se casaban con miembros de sus familias nobles. Pronto acabarían por apoderarse también de sus tierras. Hacia el año 1500 ya eran dueños de todo el valle, y Tenochtitlán se convirtió en centro de un fuerte poder militar. Veinte años más tarde, los aztecas a su vez serían invadidos.

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