El armamento mesoamericano posee claramente dos elementos definitorios. El primero es que se trataba de civilizaciones que no conocían el hierro o el bronce, por lo que el material de las armas se limitaba a la madera y a la piedra. En especial, para las armas ofensivas, utilizaban la obsidiana, una piedra volcánica de color negro brillante con la que, a pesar de que parezca primitivo, realizaban cuchillas muy afiladas y de gran calidad. El segundo aspecto característico del armamento mexica es que no estaba fundamentalmente diseñado para matar, sino para herir y facilitar la captura de prisioneros, lo que no excluye que pudieran matar, ya que lo hacían, y bien. Estas armas eran muy adecuadas para las “Guerras Floridas”, pero supusieron un problema a la hora de enfrentarse a los españoles.
Los aztecas y otros pueblos mesoamericanos, así como los mayas, se protegían el cuerpo con armaduras llamadas en nahualt ichcahuipilli. Éstas consistían en varias capas de tejido de algodón o fibra de magüey con un relleno vegetal que le daba un aspecto acolchado, con unos dos dedos de grosor. Los bordes se reforzaban con tiras de cuero y unas costuras diagonales mantenían el interior uniformemente repartido. Para hacerlas más duras se dejaban secar tras empaparlas en salmuera. Este tipo de coraza era sobradamente capaz de proteger al guerrero del impacto de cualquier flecha o dardo de punta de madera u obsidiana, de modo que a la llegada de los españoles muchos de éstos las prefirieron en lugar de sus pesadas corazas de acero o cotas de malla. Su forma y tamaño podía variar según la jerarquía social de los combatientes.
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