El armamento defensivo se completaba con varios tipos de escudo, los chimalli. Uno, de mimbre trenzado, se podía enrollar para facilitar su transporte y desenrollarlo luego en combate. Probablemente sólo se usaría para protegerse de las armas arrojadizas en los momentos previos al combate. En la lucha a corta distancia se protegían con otros pequeños escudos redondos de madera. Estos solían ir adornados con pinturas geométricas, imágenes sencillas o plumas en su parte inferior. En casos excepcionales, podían decorarse con un complejo mosaico de plumas, como el que se conserva actualmente en Viena, que imita la figura de un coyote de magnífica factura.
– Los Chimalli: