Para la acometida cuerpo a cuerpo se usaba una lanza más pesada, el tepoztopilli, realizado en madera recia en cuya punta engarzaban afiladas y delgadas cuchillas de obsidiana. El mismo sistema se usaba en la que probablemente sea el arma azteca más famosa: el maquahuitl. Era una mezcla entre maza y espada que podía usarse tanto con una como con dos manos. Tenía un mango cilíndrico, que formaba una sola pieza con una hoja de madera que poseía dos hileras o filos de pequeñas lascas de obsidiana afiladas como navajas. Era un arma con una enorme capacidad de corte, más que suficiente para partir las corazas de algodón mesoamericanas o para matar sobradamente si se golpeaba el cuello del enemigo. También, con un golpe fuerte y certero, podía fracturar un brazo u otros huesos, cortar músculos o incluso una mano. Cuando las cuchillas se partían o se embotaban, se las sustituía por otras nuevas, lo que la convertía en un arma muy duradera. El maquahuitl aparece en la mayoría de imágenes de combatientes aztecas que nos han llegado, pero es probable que se deba a que estas figuras suelen representar a guerreros de alto rango. Lo mismo que ocurría en Europa con las espadas, que no eran alcanzables para todos los estratos sociales, y sin embargo las miniaturas siempre las representa. Lo más seguro es que sólo los nobles y las órdenes elitistas de guerreros las llevaran, mientras que los soldados inferiores tendrían que conformarse con las más barata y sencilla macana. Esta era una simple y maciza porra o maza de madera, normalmente reforzada con una protuberancia en su extremo, pero sin cuchillas de obsidiana, aunque alguna podía tener una punta de madera aguda.
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