El cautivo era llevado entonces a los hombres a cargo del sacrificio, que lo mataban extrayéndole el corazón palpitante. Entonces el cuerpo era arrojado por las escalinatas del templo y el corazón latente a los fuegos fatuos. El cuerpo era dividido entre los muchachos participantes para su consumo ritual: El muslo derecho y el torso correspondían al joven que se había comportado más heroicamente; el muslo izquierdo iba al segundo joven más valiente; el brazo derecho al tercero, y así sucesivamente hasta que no quedaba ninguna porción. La carne humana era cocinada y preparada antes de ser comida por los familiares del joven. No eran extrañas estas escenas de canibalismo ritual entre los aztecas, ante la numerosa cantidad de carne que representaban los sacrificados y la falta de proteínas en la dieta mesoamericana.
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