La piedra del Calendario da forma a un resumen del infinito universo azteca. En el centro está la cara del Dios Sol, Tonatiuh, y a los lados hay cuatro cuadretes, cada uno de los cuales da las fechas de las cuatro edades anteriores del mundo y juntos representan la de nuestra era presente. Los veinte nombres de los días circundan este elemento central, y ellos, a su vez, están circundados por una banda de glifos del jade y la turquesa, lo que da idea de su preciosidad y al mismo tiempo simbolizan el cielo y su color. Está engalanada por los signos de las estrellas a través de los cuales penetran dibujos representativos de los rayos del sol. Dos inmensas serpientes de fuego, que simbolizan el año y el tiempo, circundan el perímetro para encontrarse, cara a cara, en la base. Penetrando profundamente a través de estas formas hasta lo que representan, encontramos una concepción grandiosa de la majestad del universo.
Los documentos históricos asienten que la piedra del calendario fue hecha en 1479 y el gran vaso de águila de Tizoc durante su reinado, de 1481 a 1486. La canal que va desde el fondo hasta los bordes del vaso se ha explicado como un vertedero para que corriera la sangre. La fecha de estos dos monumentos indica que en esta época floreció la civilización azteca. Es un tributo a los artistas aztecas, quienes, encadenados en un principio a las tareas más humildes de la artesanía, podían aceptar el tremendo estimulo económico, social y religioso de su súbita elevación al poder, como una liberación para convertir un oficio manual en un gran arte religioso.