La introducción del gusano de seda en Al-Ándalus se produce en el mismo momento que la conquista árabe de la Península. Desde un principio la industria de la seda y las actividades profesionales relacionadas con ella, tuvieron un peso relevante en la economía andalusí, sobretodo en el Califato de Córdoba y después en el Reino Nazarí de Granada.
Desde el cultivo del gusano de la seda hasta la confección de los ricos tejidos y su comercialización se produce un largo y complejo proceso, en el que intervienen un buen número de oficios y artes que fueron medio de subsistencia de una parte importante de la población granadina.
El moral era un árbol habitual en las parcela, y en Las Alpujarras formaban un extenso bosque ( la morera fue introducida siglos más tarde por los castellanos). La labor de selección durante siglos de los sericicultores árabes, produjo variedades de gusano de gran productividad y resistencia a las enfermedades. Los Galera, los Sierra Morena o los Almería alcanzaron gran prestigio.
Los capullos se obtenían en verano y se hilaban en invierno. Era el momento de los torcedores y tintoreros ( el gremio de los torcedores era uno de los más importantes), después el hilo pasaba a los telares donde se obtenían los tafetanes, damascos y terciopelos. Gran parte de estos paños era comercializada en los mercados italianos, y a través de estos por el Mediterráneo oriental y el centro de Europa.
Los Sastres y bordadores confeccionaban las prendas para el consumo interno : medias, guantes, fajas, gorras, ropa interior femenina, ropa de cama, vestidos de boda, estandartes o forros para ataúdes, dirigido a el que pudiera pagarlo. La Corte nazarí disponía de sus propias fábricas, situadas en la ciudad de Granada, donde se confeccionaban trajes de gran valor; destinados para regalos diplomáticos.
Por la calidad de su seda, la pureza y resistencia de los tintes y su hechizo ornamental, los paños y prendas nazaríes gozaron de un gran prestigio internacional. Las policromías, hojas, escudetes, motivos geométricos y animales añadían a la calidad del género el genio y el carácter de una cultura árabe pero también hispana.