El agua

El agua era el elemento más preciado entre los árabes, estando ligada especialmente a la divinidad. El agua precede a la creación, los seres vivos nacen de ella y Allah tiene allí su trono. Su utilización seguiría, obviamente, unas normas generales islámicas, pero también otras ligadas a la comunidad que la gestiona.

Para entender la agricultura de regadío hay que empezar señalando que en el reino nazarí la tierra irrigada tiene un valor muy superior al secano. Es decir, el agua determinaba el valor de la tierra y que como hemos visto más arriba también el tipo de propiedad: apropiadas y no apropiadas. Esto significa que una tierra no apropiada podía pasar a ser apropiada si se la dotaba de un sistema de regadío.

Las normas generales atienden a un factor fundamental como es el caudal disponible. Si se trata de un río grande la capacidad de extraer agua de él pertenece a cualquier musulmán. En el caso de caudales medianos, pero con suficiente caudal como para no necesitar la construcción de azudes o presas, el derecho pertenece en primer lugar a los ribereños y en segundo lugar a aquellos que están más alejados de la orilla. Finalmente en los ríos con escaso caudal era imprescindible la implantación de reglas de uso. En este caso los criterios de utilización queda limitado a los márgenes. La preferencia en el riego se establecía de arriba a bajo. Los pozos, qanats y fuentes artificiales se aceptaba que fueran de propiedad privada, aunque limitado en sus derechos por criterios de necesidad pública.

Las normas de asignación de los turnos de riego era establecida por la propia aljama de común acuerdo, ya que en general los vecinos eran copropietarios del agua. En este punto las normas de utilización podrían ser muy variadas, en las que para establecer su criterio intervendrían factores de antigüedad o de carácter gentilicio, entre otros. Algunas investigaciones apuntan a que la consideración del grupo familiar como criterio de distribución de los turnos abrigaría al grupo parental a mantener sus tierras unidas; utilizando para ello diversas estrategias como la de no entregar dote inmobiliaria a las mujeres.

Ahora bien, el sistema se haría inestable en la medida que se produjera la fragmentación del patrimonio y la disposición de lotes se hiciera excesiva. Así en áreas no clánicas, sino más individualizadas, correspondería la asignación por pago por parcelas de arriba abajo. Esta última sería la forma más habitual en el reino nazarí, ya que los grupos familiares habían perdido cierto vigor respecto a épocas pasadas

Los turnos podían venderse, si bien este procedimiento se generalizó después de la conquista de Granada, cuando se produjo la acumulación de tierras en pocas manos.

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