Aquileida

Así como la Odisea hace referencia a su personaje principal e hilo conductor, del mismo modo la Ilíada se podría haber titulado perfectamente la Aquileida, ya que no narra toda la guerra de Ilion, sino todo los que sucede entre el campamento aqueo y el interior de las murallas troyanas durante los pocos días en que Aquiles, enojado con Agamenón, se retira a su tienda alejándose del combate.

Todo el drama humano y la miseria de la guerra narrados por Homero gira en torno a la desgracia del propio Aquiles, cuya cólera ciega e irracional lo van conviertiendo canto tras canto en un heroe trágico. Solitario, incomprendido y finalmente compasivo, Aquiles es un personaje de compleja psicología. Del deseo inicial de gloria pasa a la necesidad instintiva e imperiosa de venganza, del afán de protagonismo al sentido de responsabilidad. Siente la pérdida de su esclava Briseida, pero mucho más dolor le provocará la anunciada muerte de su compañero Patroclo.

Uno de los primeros autores que intentaron profundizar en este heroe griego fue Estacio. Este autor latino dejó, sin embargo, inconclusa su Aquileida.

Durante la Edad Media el ciclo troyano despertó gran interés . Caber recordar, entre otros relatos, el francés Roman de Troie, la latina Historia destructionis Troiae o la castellana Sumas de la historia troyana. En griego nos han llegado tres obras en verso de los s. XIV y XV, la Ilíada de Constantino Hermoniakós y las anónimas Guerra de Troya y una nueva Aquileida.

En esta última pieza el príncipe de los mirmidones se transforma aquí en un joven enormemente instruido, sumamente bello y de incomparable valentía y arrojo. El ambiente épico del periodo micénico ahora se difumina para dar paso a una atmósfera romántica y cortesana acorde con el mundo feudal occidental. Acompañado por Patroclo, el caballero Aquiles participa en diversas gestas bélicas de las que resulta siempre triunfante. Entre proeza y proeza Aquiles topará en un jardín con una joven princesa a la que acabará también conquistando, herido por los dardos de Eros. Los poemas y cánticos amorosos consiguen emocionar el corazón de la distante y casta muchacha, aunque no el de sus recelosos hermanos, a los que tendrá que hacer frente después de raptar a la muchacha. La escena de persecución y enfrentamiento se resuelve finalmente con un acuerdo de boda. Pero la felicidad de la pareja no durará demasiado. Aquiles no podrá vencer a la muerte de su esposa. Sin ella Aquiles no tendrá tampoco fuerzas para evitar que Caronte se lo lleve al poco tiempo.

Véase el dramatismo con el que describe la escena de lamento de Aquiles ante el lecho de su moribunda esposa:

“rugía como un león y rasgaba su vestido/ se golpea el pecho, se lastima, se mesa los cabellos/ solloza, gime, se golpea y no soporta el padecimiento/ y su espada tomó para darse muerte…”

Todas estas manifestaciones de dolor proceden de los cantos populares de lamento fúnebre, pero, sin duda, recuerdan también el arrebato sufrido por el Aquiles homérico al recibir la noticia de la muerte de Patroclo a manos de Héctor.

Como señala en el Mundo el Mundo J.García Sánchez

“es ése el momento conmovedor de la narración, cuando el titán de carne y hueso se da cuenta, estupefacto, de que ha podido con todos los hombres y animales del mundo, pero a ése enemigo ni siquiera puede rozarlo con su lanza. Su desesperación al comprobar cómo la negra Parca va estrechando entre sus brazos a la mujer idolatrada es algo que está entre las mejores y más vibrantes páginas de la literatura medieval.”