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Clásicas y humanidades: el valor de carreras en “crisis”

Prácticamente desde que entré en contacto por primera vez con el latín y el griego, allá por mis años mozos de instituto, vengo escuchando repetidamente aquello de que las humanidades en general atraviesan un periodo de crisis y que los estudios clásicos en particular se han estancado o están en peligro de extinción. Mi estimado profesor de griego del bachillerato trató de advertirme, para que no siguiera sus pasos, cuando me dijo que ser filólogo clásico en España era como ser torero en Finlandia. Por suerte no le hice caso, pues ya me había entrado, aunque entonces no era todavía muy consciente, el gusanillo de las letras.

Intentaré hacer aquí un diagnóstico rápido de la enfermedad de este eterno paciente. Y lo hago motivado por el reportaje de hoy del equipo A fondo de Antena 3 titulado “Carreras en peligro” en la que aparecemos como especie exótica dentro del panorama educativo, y también a modo de comentario sobre las pertinentes observaciones del compañero A. Ortolá en su post “Para qué sirve el latín“.

En el citado mini-reportaje (a fondo, lo que se dice a fondo, no es) varios profesores se quejan de la reducción que venimos sufriendo en los planes de estudio con cada reforma educativa, al tiempo que justifican nuestra presencia, por mínima que sea, por aquello de que ha de haber de todo en este mundo, más o menos. Se anima a la gente a que siga estudiando clásicas presentando salidas alternativas a la tradicional enseñanza, como la de corrector de estilo en periódicos.

En primer lugar, me vais a perdonar, pero creo que no es el momento de seguir mirando nostálgicamente hacia atrás. Nuestro peso específico en la sociedad es cada vez menor, ciertamente, lo cual se viene reflejando constantemente en el desequilibrio entre la oferta y la demanda. Precisemos que se reduce intencionadamente la demanda para provocar una disminución paulatina de la oferta, y no a consecuencia de la supuesta poca oferta, como nos quieren hacer ver. Óbviamente no podemos pretender que el eje de la educación sean las lenguas clásicas como antaño, ya que éstas han perdido su carácter práctico y constituyen ahora un simple medio para conocer el pasado y nuestro legado cultural. La cuestión de fondo que debiéramos abordar es el porqué la literatura y la civilización antiguas han perdido progresivamente interés ante les ciencias exactas y la tecnología.

Uno de los profesores entrevistados del citado canal reconoce que no podemos vivir de espaldas a la sociedad, pretendiendo que se licencien mil filólogos anualmente. Pero, ¿qué es realmente vivir de espaldas a la sociedad? ¿Cuál es la función social que debemos cumplir? ¿Acaso estamos en esta lamentable situación de retroceso por no haber hecho correctamente los deberes?

Dejo para otro día la autocrítica y me centro en los argumentos que en defensa de nuestra especialidad recoge y aporta oportunamente A. Ortolá. Ciertamente el griego y el latín son beneficiosos para el conocimiento y dominio del propio idioma, facilitan el aprendizaje de idiomas extranjeros modernos, y contribuyen al desarrollo de las capacidades lógicas. No obstante, con estos argumentos jamás convenceremos a nadie de la importancia de nuestros estudios. Para aprender idiomas extranjeros nos dirán que están ya las EOI; para manejar bien la lengua propia no hay nada mejor que la lectura, y para ejercitar la memoria o mejorar nuestra capacidad de abstracción y cálculo mental ya están las matemáticas o los juegos de lógica de moda del tipo Brain Train.

Ante todo, el acercamiento a los textos clásicos es una actividad cultural que nos da la posibilidad de conocer directamente el mensaje que nos han legado los autores de la Antigüedad, a través de los cuales -como reza en los latosos temarios oficiales- podemos tomar conciencia de la continuidad y la comunidad de problemas y actitudes que tuvieron nuestros antepasados con los nuestros propios, pero que al mismo tiempo nos permite, añadiría yo, disfrutar de los momentos de lucidez y de creación de belleza de los antiguos griegos y romanos.

Las lenguas se estudian en tanto que vehículo de comunicación con quienes la utilizan o la utilizaron. Y la forma más sencilla y natural no es a través del estudio pasivo de sus reglas gramaticales, sino a través del uso de la propia lengua, de manera progresiva, como se aprende una lengua materna. Los cuadros de declinaciones, desinencias verbales, las clasificaciones de sintaxis casual o la lista de usos de las diferentes conjunciones sí que sirven, de hecho, para desarrollar la capacidad lógica o la mnemotécnica, pero al mismo tiempo convierten nuestro objeto de estudio, a ojos de muchos mortales, en una especie de criptograma a descifrar por mentes privilegiadas. Saber griego y latín debería servir para lo mismo que sirve oler una rosa, observar un cuadro o ir a un concierto.

Como no podía ser de otro modo, mi visión es positiva, pues, a pesar de todo, todavía hay gente interesada en la tradición clásica. Y la hay por por dos motivos: a nivel de investigación nuestros filólogos siguen aportando conocimiento, y la producción científica de estudiosos clásicos y neohelenistas es encomiable (aunque ya sabemos que nadie es profeta en su tierra). En el terreno de la difusión y divulgación en el sistema educativo, sobre todo en el ámbito de la enseñanza secundaria, hemos asistido en los últimos años a un auge increíble, por una parte gracias a la aplicación de metodologías inspiradas en el enfoque comunicativo y el principio didáctico basado en el aprendizaje significativo (en el cual talleres y TIC tienen un papel fundamental) y, por otra, gracias a la posibilidad de compartir información, materiales y experiencias a través de la red, la web 2.0. y plataformas como Chiron (llena de amigos-profesores-entusiastas y alguna que otra mente preparada).

Aunque la cultura desinteresada se haya convertido hoy en día en un anacronismo, nuestra especialidad aún se mantiene viva gracias a los compañeros que mantienen viva esa llama de Prometeo que abre el camino y permite que algunos alumnos vayan llegando año tras año al campus universitario. Ahora sólo falta que les abramos las puertas, en lugar de cerrarlas sometiéndoles a unas pruebas de acceso en exceso complicadas.

En una sociedad como la actual, que exige la mayor rentabilidad posible a corto plazo y con el mínimo esfuerzo, asignaturas como el griego, el latín, la cultura clásica y las humanidades en general son lo más antieconómico o antiproductivo que podamos imaginar. Hemos de reivindicar precisamente su “inutilidad” en este sentido, recordando que constituyen un instrumento de educación y formación indispensable no de profesionales que produzcan, sino de ciudadanos y personas con sentido común y con sentido del humor, a veces el menos común.

Mi estimado profesor de instituto me enseñó, además del verbo λύω, lo que vale realmente la pena. Ojalá cada vez seamos más filólogos, historiadores o arqueólogos que toreros.

By santi

Profesor Asociado de Griego

One reply on “Clásicas y humanidades: el valor de carreras en “crisis””

No entiendo la insistencia desde los medios de comunicación de desprestigiar todavía más nuestra carrera. ¿Por qué en el reportaje sólo sale una Universidad y de una ciudad pequeña? ¿Por qué no salen las facultades de Madrid, donde yo estudié hasta hace 5 años y éramos unos 30-40 por curso, o Barcelona? ¿Por qué no sacan a personas que an cumplido sus objetivos y han conseguido un trabajo en la invesigación, como algunos de mis compañeros, o en la docencia, donde lo conseguí yo hace 2 años? Y, por último, ¿ha disminuido la oferta de trabajo? Pues no será a aquí en Castilla La Mancha donde se han duplicado las plazas de profesor de Latin, de 10 que se ofertaron el año pasado, a 20 que se han ofertado este año. ¿Por qué no salen personas de otras carreras presuntamente exitosas como Económicas o Derecho que tienen otro trabajo difertente al de su formación? En fin, medios de comunicación = MANIPULACIÓN. Saludos.

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