Aportaciones desde las ciencias sociales a la historia



Demografía

Orígenes de la demografía histórica

La demografía histórica es el resultado de un largo proceso de valoración del papel que los “recursos humanos” tienen para la historia.

La conciencia de la importancia del número de hombres para la potencia de las monarquías aparece claramente evidenciada en los tratadistas de los siglos XVI y XVII. Los propios arbitristas españoles se lamentaban de la baja densidad demográfica y afirmaban que la falta de brazos era una de las causas de la pobreza de la agricultura, sobre todo, teniendo en cuenta que muchos recursos humanos eran empleados para fines militares.

Esta conciencia de la importancia de los recursos humanos llevó a los pensadores a reconocer la influencia que el volumen, la distribución y la evolución de la población tienen sobre el funcionamiento y la trayectoria histórica de las sociedades. Y fruto de este reconocimiento surgió la historia demográfica.

Durante la Edad Moderna, la idea de que la población constituía la principal fuente de riqueza de un soberano tenía un significado fundamentalmente económico, ya que constituía la fuerza de trabajo, la principal fuente de ingresos económicos (gracias al pago de los impuestos) y la materia prima para los ejércitos. Por ello, los gobiernos siempre mostraron un notable interés por contabilizar los recursos humanos, con el fin de conocer sus capacidades fiscales y militares.

Los tratadistas de la economía política del siglo XVIII introdujeron un nuevo concepto a la reflexión sobre la población. Los recursos humanos comenzaron a ser considerados también como parte constitutiva y esencial de los “mercados”.

La historia demográfica sentó los principios básicos de la futura demografía histórica a finales del siglo XVIII. Entre las distintas aportaciones, podemos destacar las de Malthus y Condorcet:

  • Thomas Malthus trató en su Ensayo sobre los principios de la población sobre la relación entre la capacidad humana de reproducción y los recursos alimenticios.
  • Nicolas de Condorcet elaboró métodos de proyección matemática y de probabilidades para el estudio de la población.

Desde el punto de vista de las obras de carácter histórico, la historia de la población se centró básicamente en dos aspectos:

  • Los movimientos naturales de población (nacimientos y muertes).
  • Los ciclos biológicos (fertilidad, reproducción, períodos intergenésicos -entre embarazos-, etc.).

La posterior generalización del término ‘demografía histórica’ conllevó la aparición de varios riesgos para la historiografía:

  • La excesiva simplificación del análisis de la población por la reducción de sus relaciones a los ámbitos económico y social.
  • La descontextualización histórica de los estudios.

Para evitar dichos riesgos, es imprescindible que el historiador relacione los datos demográficos con otras vertientes del conocimiento histórico:

  • Con el contexto físico (“ecológico”) del colectivo al que se refieren, teniendo en cuenta aspectos como el clima, el medio natural, las cosechas, las hambrunas, las epidemias, o las catástrofes naturales.
  • Con aspectos económicos. Datos demográficos, como los efectivos poblacionales, la composición por edades, la esperanza de vida o la composición de los hogares, tienen influencia sobre la oferta de mano de obra, el empleo (y el desempleo), los salarios, el mercado, los precios, o la distribución de la riqueza (y la pobreza).
  • Con aspectos políticos o gubernamentales. La cuantificación de la población, su distribución por edades o en familias, el grado de urbanización o los fenómenos migratorios tuvieron una gran importancia política porque influían directamente sobre dos capacidades básicas del poder político: la fiscal y la militar.
  • Con aspectos sociales. Fuentes demográficas, como las actas parroquiales y notariales de matrimonios, pueden proporcionar información sobre el estatus social, las profesiones, el grado de alfabetización o la movilidad social del colectivo a analizar. Además, las variables sociales pueden explicar las demográficas: el promedio de edad de los conyuges al casarse puede depender de las estructuras sociales y de la mentalidad colectiva; la restricción voluntaria de los nacimientos puede ser diferente según los grupos sociales.

La demografía histórica en el siglo XX

Veamos a continuación la evolución de la historia demográfica desde el siglo XX.

En Italia, en 1930 es fundado el Comité para el Estudio de los Problemas de la Población. Paralelamente a sus trabajos, en Francia, entre 1930 y 1945, algunos historiadores de la economía (como Jean Meuvret o Ernest Labrousse, entre otros) tratan de incluir las variables demográficas en sus estudios.

Tras la Segunda Guerra Mundial, la historia demográfica aparece como una disciplina autónoma en el marco de la ciencia histórica. En 1946 aparecen dos importantes artículos de Jean Meuvret (“Las crisis de subsistencia y la demografía de la Francia del Antiguo Régimen”) y Louis Chevalier (Para una historia de la población”) en la revista Population. Y en 1956, Michel Fleury y Louis Henry publican el manual De los registros parroquiales a la historia de la población, que incluye una sistematización de la metodología adecuada a la investigación demográfica basada en los registros parroquiales.

Desde ese momento se multiplicaron los estudios demográficos en Francia, país que presenta el más notable desarrollo en el campo de la historia demográfica. La disciplina también tuvo un gran impulso en Inglaterra, sobre todo, gracias a los trabajos del denominado Grupo de Cambridge (Cambridge Group for the History of Population and Social Structure) y en otros países como Bélgica, España (Jordi Nadal) o Italia (Massimo Livi-Bacci).

Como hemos indicado, en la década de 1950, Louis Henry presentó un método de reconstrucción de familias que permitió el análisis sistemático de los registros parroquiales. La aplicación de sus técnicas dio pie a la redacción de diversas monografías que estudiaron la nupcialidad y la fecundidad en la Europa Occidental del Antiguo Régimen. No obstante, la dificultad para estudiar fenómenos como la movilidad o la mortalidad impidió la elaboración de síntesis sobre la población.

En esta primera etapa, los historiadores prefirieron prestar atención por cuestiones metodológicas y por la realización de análisis cuantitativos, lo que dificultó la realización de estudios sobre temas relacionados con la demografía, como la historia de la familia o la historia social.

En 1960, Philippe Ariès, historiador francés especializado en los ámbitos de la documentación (introdujo en Francia el uso del microfilm y la informática en los 50 y 60), la demografía histórica y la historia de las mentalidades, publicó El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen, un estudio demográfico sobre la familia, la infancia y la escuela en el Antiguo Régimen. En él relativizaba la orientación cuantitativa de los demógrafos y orientaba el estudio hacia la antropología. Construyó su tesis cultural sobre la familia a partir de fuentes iconográficas y literarias, y de memorias personales. La obra fue publicada en una época en la que la cliometría tenía muchos seguidores, por lo que fue puesta bajo sospecha.

Durante la década de los 60, continuaron explotándose en Francia las fuentes parroquiales. En Inglaterra, Peter Laslett y el Grupo de Cambridge adaptaron el método de reconstrucción de familias a las pruebas documentales inglesas, es decir, las listas de población o padrones nominativos. Desarrollaron un trabajo pionero sobre la composición de las familias, cuyo principal exponente es la obra de Laslett The World We Have Lost: English Society before the Coming of Industry (1965).

En los 70 los demógrafos ingleses siguieron utilizando el método de proyección retrospectiva de la población del Grupo de Cambridge. Y en 1981, gracias a las aportaciones de Ronald Lee y Jim Oeppen, Tony Wrigley y Roger Schofield publicaron la obra The Population History of England 1541–1871, a reconstruction. En ella, utilizaron el método retrospectivo para calcular la población inglesa hasta 1541, a partir de los datos del censo inglés de 1781, reflejando la estructura por edades y el estado civil de la población.

El desarrollo de la demografía histórica ha llevado a la historia a estudiar la dinámica de la población a partir de la relación de los comportamientos demográficos con aspectos económicos, sociales, culturales o de las mentalidades, como mostró el propio Tony Wrigley en el artículo “Population History in the 1980s” de la revista The Journal of Interdisciplinary History.

Esta línea historiográfica de análisis interdisciplinario ha tenido una gran influencia en la elaboración de estudios sobre la familia. Entre ellos, destaca el artículo de John Hajnal “European Marriage Patterns in Perspective” de la obra Population in History, Essays in Historical Demography, publicado en 1965. En él, Hajnal analizaba el modelo histórico del matrimonio en la Europa occidental; comentaba que aspectos como los matrimonios tardíos y el elevado grado de celibato han propiciado una reducción del índice de fertilidad, lo que ha provocado una menor presión de la población sobre los recursos, un mayor nivel de rentas per capita y un dinamismo económico mayor que en los “modelos orientales”.

Tras el trabajo de Hajnal, los demógrafos han realizado diversas aportaciones sobre los mecanismos de “autorregulación demográfica” haciendo hincapié en distintos elementos como:

  • Las características internas de la dinámica demográfica (reflejada en las pirámides de edades y en la distribución por sexos).
  • Los factores culturales.

En los últimos años, los especialistas en demografía histórica coinciden en destacar el esfuerzo analítico y de cuantificación realizado hasta el momento. No obstante, también asumen la crítica de que los resultados de los trabajos se han orientado más a describir los comportamientos demográficos que a explicar los factores que los propiciaron.

Antropología

Antropología e historia

Desde la década de los 70 del siglo XX, los historiadores han comenzado a asimilar en sus estudios los problemas, los métodos y los enfoques de las diversas escuelas antropológicas. Esta nueva influencia ha enriquecido las perspectivas de los historiadores, que han integrado en sus trabajos nuevos objetos de análisis como las formas de religiosidad, el lenguaje, la iconografía, el vestido, la alimentación o las costumbres.

La influencia de la antropología también ha tenido como consecuencia el desarrollo de líneas historiográficas como la historia de género, la de la vida privada o la de la familia.

Definición

La antropología es la ciencia social que estudia al ser humano de forma global.

Entre sus principales características, podemos destacar las siguientes:

  • Análisis de los aspectos biológicos, sociales y culturales del hombre
  • Principal objeto de estudio tradicional: los pueblos primitivos (sin escritura).
  • Uso de técnicas, métodos y enfoques tanto de las ciencias naturales (biología, botánica, zoología, etc.) como de las sociales (geografía, economía, sociología, filología, política, religión, arte, etc.).
  • Uso de fuentes escritas externas, de terceros.
  • Producción de un conocimiento de tipo enciclopédico.
  • Carácter filantrópico de los estudios.
  • Trabajo de campo (implicación personal del antropólogo).

Historia de la antropología

En la Antigüedad clásica, diversos historiadores se dedicaron al estudio de las culturas de pueblos lejanos:

  • En el siglo V a. C., Heródoto describió en los nueve libros de su gran obra, Historia, las culturas de los pueblos del “mundo conocido” en su tiempo (desde el Sudán a la Europa central, desde la India hasta Iberia), partiendo de un trabajo de investigación previo basado en su propio conocimiento directo y en la utilización de fuentes orales y escritas.
  • A finales del siglo I d. C., Tácito describió la distribución geográfica de los pueblos germánicos, así como las diferentes etnias y sus correspondientes culturas, en su libro Germania, sin tener un conocimiento directo de ellos, a partir de fuentes literarias y de testimonios orales de soldados, mercaderes y viajeros.

Durante la Edad Media, apenas podemos hallar obras con cierta orientación antropológica. Únicamente cabe destacar a finales del siglo XIII las aportaciones del viajero veneciano Marco Polo, que describió en su obra Il Milione (que originalmente llevó el significativo título de “Descripción del mundo”) las culturas que encontró en Catai (China), Malaca, Ceilán, la India y Persia.

A finales del siglo XV y durante del siglo XVI, durante la época de los grandes descubrimientos, los exploradores y los mercaderes establecieron contactos con pueblos de toda la costa africana, el sur de Asia, los Mares del Sur o el Nuevo Mundo. Ello promovió el interés por estudiar la historia cultural y biológica de la humanidad. Son muy abundantes los escritos de carácter antropológico (la carta de Cristóbal Colón de anuncio del descubrimiento, la Breve relación de la destrucción de las Indias, de fray Bartolomé de Las Casas, la Historia general de las cosas de la Nueva España de Bernardino de Sahagún o los Ensayos de Michel de Montaigne.

No obstante, tras el impacto del conocimiento de estas “nuevas” culturas para los europeos, los trabajos históricos se centraron en el estudio de los estados y las grandes personalidades. Hasta el siglo XVIII, al calor de la Ilustración, no surgieron voces críticas de esta concepción historiográfica:

  • Algunos ilustrados comenzaron a dirigir su atención hacia las sociedades históricas y, en particular, a la francesa, desde una perspectiva etnológica. Uno de ellos fue Legrand d’Aussy, que publicó en 1782 la Historia de la vida privada de los franceses, en la que se planteó realizar un análisis de las costumbres de sus compatriotas y desarrolló una moderna y muy documentada historia de la alimentación. En ella, además criticó a los historiadores coetáneos en los siguientes términos: “Obligado, por los grandes acontecimientos que debe narrar, a escuchar cuanto carece para él de determinada importancia, no admite en escena más que a los reyes, los ministros, los generales de los ejércitos y a toda clase de hombres famosos cuyos talentos y defectos, empleos o intrigas han causado la desgracia o a la prosperidad del Estado. Pero al burgués en su ciudad, al campesino en su choza, al gentilhombre en su castillo, al francés, en fin, en medio de sus trabajos, de sus placeres, en el seno de su familia y de sus hijos, eso es lo que nunca nos puede presentar”.
  • Otros ilustrados, como Georges-Louis Leclerc (conde de Buffon), Anne Robert Jacques Turgot o Nicolas de Condorcet, comenzaron a elaborar teorías sobre la evolución y el desarrollo de la civilización humana desde sus orígenes, chocando con el relato bíblico de la creación. En 1749, el conde de Buffon escribió la Histoire Naturelle, générale et particulière, una obra que recogía todo el conocimiento disponible hasta la fecha sobre el mundo natural, desde el punto de vista de la biología, e incluía información sobre la evolución de la especie humana.

En el siglo XIX, la tendencia historiográfica que tenía como objetivo la descripción del origen de la humanidad, las costumbres y los comportamientos sociales siguió desarrollándose en paralelo a la historia narrativa política:

  • Su ámbito de estudio se extendió considerablemente, llegando a ocuparse de temas tan diversos como la paleontología del Cuaternario, el estudio de los pueblos aborígenes o, incluso, el folclore europeo.
  • Aparecieron organizaciones como la Sociedad Protectora de los Aborígenes, la Sociedad Etnológica de París, el Bureau of American Ethnology o la Smithsonian Institution, que se preocuparon por la defensa del ser humano frente al genocidio, la esclavitud o la explotación de los pueblos indígenas americanos y australianos.
  • Los hallazgos de restos humanos y materiales prehistóricos probaron el proceso evolutivo del hombre, propiciando un gran desarrollo de la arqueología.
  • En esta época, destacaron los trabajos del estadounidense Lewis Henry Morgan (La sociedad primitiva, sobre la organización social de los iroqueses), el británico Edward Burnett Tylor (que estudió la evolución del hombre, prestando atención a los orígenes de la religión) o el polaco Bonislaw Malinowski (que fue pionero en la realización de trabajos antropológicos de campo, en Papúa Nueva Guinea).

En el tránsito del siglo XIX al XX la antropología comenzó a profesionalizarse y su enseñanza comenzó a tener presencia en las universidades. Durante la primera mitad del siglo XX, la disciplina adquirió un gran desarrollo, formándose diversas escuelas “nacionales”:

  • Sociología, etnología y estructuralismo en Francia. Desde finales del siglo XIX, los sociólogos recurrieron a la antropología para estudiar las sociedades. Posteriormente, fue utilizada en los estudios culturales sobre folclore. La institucionalización como ciencia se produjo gracias a Claude Lévi-Strauss, quien difundió el estructuralismo, entabló contacto con antropólogos estadounidenses y británicos, y promovió la creación de laboratorios y centros de estudios antropológicos por toda Francia.
  • El culturalismo en los EE. UU. Los antropólogos estadounidenses prestaron especial atención al análisis de la cultura. La antropología fue institucionalizada por Franz Boas. Tanto él como sus seguidores (entre quienes cabe destacar a Alfred Kroeber), pensaban que la conducta y el comportamiento de los grupos humanos eran el resultado de la evolución de su cultura, y no de su origen étnico o de leyes naturales generales. Entre sus temas de estudio, podemos señalar que fueron los primeros en describir a los indios de América del Norte.
  • El funcionalismo británico. Influido por Émile Durkheim, el funcionalismo trataba de explicar el funcionamiento de las estructuras sociales. Sus dos máximos representantes fueron Alfred Reginald Radcliffe-Brown y Bonislaw Malinowski. Aparte de realizar destacadas aportaciones funcionalistas, se dedicaron a la formación de antropólogos y crearon instituciones para promover los estudios de esta tendencia.

En la segunda mitad de la centuria, la antropología evolucionó en distintas líneas:

  • Los modelos estadounidense y británico se acercaron hasta crear una antropología socio-cultural.
  • Se desarrollaron “nuevas” antropologías, de base natural (Clifford Geertz) y económica (influida por Karl Polanyi).
  • El estructuralismo influyó en los estudios antropológicos en los años 60 y 70.
  • En los 80, aparecieron nuevos temas, como el poder, el género y la sexualidad.
  • Desde los 90, los antropólogos han prestado más atención a la medicina, la biotecnología, la globalización, los derechos indígenas y la antropología urbana.

Ramas de la antropología

La antropología se divide en cuatro subdisciplinas principales:

  • Antropología física o biológica (antropobiología). Analiza la evolución de la anatomía humana en el tiempo, así como las diferencias y relaciones entre los pueblos actuales y sus adaptaciones al ambiente. En ocasiones, llega a analizar también la evolución de los primates. Comprende otras antropologías más concretas, como la forense, la genética o la paleoantropología.
  • Antropología social, cultural (de tradición británica), sociocultural o etnología (de tradición francesa). Estudia el comportamiento humano en la sociedad y las manifestaciones culturales. En la actualidad, se ha centrado en el estudio de la cultura occidental. Uno de sus principales representantes es Claude Lévi-Strauss, cuyo enfoque estructural del análisis del comportamiento del hombre describimos más adelante, en este mismo tema. Comprende otras antropologías de rango inferior: la del parentesco, la religión, la filosófica, la económica, la política, la urbana o la rural, entre otras.
  • Arqueología. Estudia los pueblos del pasado a través de los restos materiales encontrados mediante el análisis estratigráfico en excavaciones y yacimientos. A esta rama se asocian también los estudios de arqueoastronomía y de arqueología subactuática.
  • Antropología lingüística o lingüística antropológica. Estudia las lenguas de los pueblos.

Estructuralismo

El estructuralismo es una corriente filosófica, que ejerció una considerable influencia sobre otras ciencias humanas, como la lingüística, la antropología o la historia. Parte de la definición de una estructura para explicar el funcionamiento general de una sociedad. Esta estructura es definida a partir de una serie de modelos construidos en función de las relaciones sociales (como el lenguaje oral o escrito, la comunicación, la nutrición, la salud, el ocio, la religiosidad, etc.)

Su punto de partida fue el Curso de lingüística general de Ferdinand de Saussure. No obstante, el máximo representante de esta corriente es Claude Lévi-Strauss.

Su aplicación a la historia y a la antropología suscitó diversos debates que enfrentaron a profesionales de ambas disciplinas entre los años 50 y 70 del siglo XX.

Lévi-Strauss publicó diversas críticas sobre los historiadores de esta época:

  • Criticó el historicismo, el etnocentrismo y el evolucionismo de los historiadores europeos, destacando las posibilidades de enriquecimiento cultural derivadas del establecimiento de contactos entre diferentes sociedades.
  • Proclamó la primacía de la etnología sobre la historia (presentando a esta última como una “investigación complementaria” de aquella).
  • Denunció la ilusión historicista: la historia es una aproximación fragmentaria y parcial a la realidad; es imposible intentar elaborar una historia universal.
  • Redujo la historia a una recitación cronológica, señalando su dependencia del tiempo.

Por otra parte, también buscó semejanzas y diferencias entre ambas disciplinas:

  • Reconoció que ambas tienen por objeto el estudio de la sociedad para conseguir un mejor conocimiento del hombre.
  • Admitió la importancia del conocimiento del desarrollo histórico para el análisis de las sociedades “actuales”.
  • Y separó las fuentes. Mientras la historia se ocupaba del estudio de los testimonios “conscientes” de los hombres, la etnología utilizaba otras fuentes “inconscientes”, subyacentes en las instituciones o las costumbres, como el lenguaje, para conocer las sociedades y sus respectivas culturas.

Braudel respondió a Lévi realizando tres afirmaciones:

  • Resaltó la importancia del estudio de la estructura para la historia.
  • Propuso una definición diferente de la estructura, como una arquitectura viva, definida por el marco geográfico, las características biológicas (adaptación al medio, existencia de epidemias), los modelos económicos, las corrientes espirituales y los aspectos tecnológicos, que evoluciona más o menos lentamente en el tiempo y que influye sobre los comportamientos humanos.
  • Y rechazó la existencia de una división tajante entre la historia de las formas conscientes y la de las formas inconscientes de la vida social.

Ya en los 70, comenzaron las convergencias entre ambas disciplinas, pese a la disparidad de las concepciones de estructura y la heterogeneidad de la producción historiográfica influida por el estructuralismo. Y empezaron a desarrollarse progresivamente cuatro corrientes de historia estructural:

  • Una corriente braudeliana, que pretende estudiar sociedades sometidas a evoluciones lentas.
  • Una corriente mutacionista, representada por Michel Foucault, que estudia los estados estables de la estructura social, prestando una especial atención a los cambios de estado.
  • Una corriente puramente estructuralista, que elabora modelos abstractos para definir estructuras.
  • La antropología histórica, que intenta unir las aportaciones de las tres corrientes anteriores y de las historias cuantitativa y de la cultura material.

Historia cultural

Definición de cultura

La RAE define cultura como el conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico o industrial en una época o en un grupo social.

Desde un punto de vista más filosófico, las manifestaciones culturales son productos de la intervención racional (no animal) y voluntaria del hombre sobre la naturaleza.

El término ‘cultura’

La palabra cultura comienza a aplicarse en la historia y en el resto de las ciencias humanas a mediados del siglo XVIII en el ámbito germánico. Anteriormente, los humanistas utilizaban la expresión ‘civilización’ (derivada de otras latinas como «civis», «civitas», «civilitas»), para contraponer al hombre civilizado o culturizado que vivía en las ciudades y al hombre tribal.

Alfred Kroeber y Clyde Kluckhohn publicaron en 1952 un libro titulado Culture: A Critical Review of Concepts and Definitions, que recopilaba más de 150 definiciones diferentes de cultura, propuestas por antropólogos, sociólogos, psicólogos y otros especialistas de las ciencias humanas. El tema no quedó cerrado; al contrario, en la actualidad, a las propuestas por estos dos autores, hay que añadir muchas más. Las distintas definiciones pueden ser ordenadas en varias categorías:

  • Definiciones descriptivas. Desde una perspectiva antropológica, Edward Burnett Tylor definió “cultura” en 1871 como “ese todo complejo que comprende conocimientos, creencias, arte, moral, ley, costumbres y cualquier otra facultad y hábito adquiridos por el hombre como miembro de la sociedad”. La definición tuvo una buena acogida en Alemania, en Escandinavia y en América. En cambio, no fue aceptaba en los países latinos o en Inglaterra hasta hace muy poco tiempo.
  • Definiciones históricas. En esta línea podemos destacar dos definiciones:
  • La de Edward Sapir, para quien la cultura es “el conjunto socialmente heredado de prácticas y creencias que determinan la textura de nuestra vida”.
  • Y la de Bronislaw Malinowski: “La cultura comprende artefactos, bienes, procesos técnicos, ideas, hábitos y valores heredados”.
  • Definiciones normativas. Se dividen en dos subgrupos.
  • El primero destaca la cultura como regla o pauta de conducta. Clark Wissler explicaba que “el modo de vida seguido por la comunidad o la tribu es considerado como una cultura [e] incluye todos los procedimientos sociales estandarizados”.
  • El segundo concibe la cultura como una idea o un valor orientador de la conducta. Aunque en la actualidad, es una corriente abandonada, en los años 40 del siglo XX tuvo cierta aceptación entre los filósofos y psicólogos europeos. Sus principales representantes fueron David Bibney y Pitrim Sorokin, para quienes los ideales y valores tenían una influencia directa en el comportamiento grupal e individual.
  • Definiciones psicológicas. Hay cuatro subgrupos de definiciones de esta categoría:
  • Definiciones que acentúan la función psicológica de la cultura como ajuste social.
  • Definiciones de la cultura como aprendizaje.
  • Definiciones de la cultura como hábito adquirido.
  • Y definiciones puramente psicológicas de cultura.
  • Definiciones estructurales. Comienzan a aparecer a partir de 1940. La cultura es un diseño o un sistema de diseños para vivir, no el mismo vivir. Según Ralph Linton, “una cultura es la configuración de la conducta aprendida y los resultados de la conducta, cuyos componentes son compartidos y trasmitidos por los miembros de una sociedad particular”.
  • Definiciones genéticas. Prestan atención a la cultura como productos o artefactos, a las ideas como raíz de la cultura y a los símbolos.

Ha transcurrido casi un siglo y medio desde que Tylor introdujo el término ‘cultura’ en la antropología (1871) y pese a ello sigue sin existir una definición única que goce de consenso general entre los investigadores. Sin embargo, por encima de las discusiones teóricas y de las perspectivas ideológicas, existe una definición «operativa» de ‘cultura’, asumida por la UNESCO y que incorpora al mismo tiempo las dimensiones humanísticas y antropológicas. La definición fue aprobada por unos 130 gobiernos, adscritos a esta organización. En su sentido más amplio, la cultura puede considerarse como “el conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos, que caracterizan a una sociedad o un grupo social. Además de las letras y las artes, comprende los modos de vivir, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”.

Historiografía cultural

En sentido amplio, la historia de la cultura se ha ocupado de estudiar las manifestaciones del espíritu humano a lo largo del tiempo, tanto en su dimensión individual como colectiva. No solo abarca sus objetos de estudio tradicionales, la “alta cultura” (como la filosofía, el derecho, la literatura, el arte, la música, la religión, la ciencia o la técnica), sino también otras manifestaciones humanas de menor alcance o prestigio (la familia, la gastronomía, la vida sexual, etc.) y las relaciones entre todas ellas.

A finales del siglo XVIII, Johann Christoph Adelung utilizó por primera vez la expresión “historia cultural” (“Kulturgeschichte”) para hacer referencia a una historia general que contrastase con las historias específicas de la filosofía, la ciencia, la literatura o el arte.

Medio siglo más tarde, en 1816, Jakob Burkhardt publicó quizá el estudio más conocido sobre historia cultural: La cultura del Renacimiento en Italia. No obstante, la historiografía rankeana y la primacía de los temas políticos y diplomáticos impidieron el desarrollo de la nueva línea histórica cultural.

Un par de generaciones después, ya en el siglo XX, fueron los historiadores económicos y sociales los que criticaron los presupuestos de Burkhardt, argumentando la falta de relación entre los aspectos culturales y los socioeconómicos. Tras la década de los 30 del siglo XX crecieron los intentos por escribir una historia social de la cultura, encabezados por marxistas como Georg Lukács o su discípulo Arnold Hauser, o por los marxistas culturalistas que desarrollaron sus trabajos tras la Segunda Guerra Mundial. Poco más tarde, en la década de los 60, llegaron nuevas críticas a la historia cultural, basadas en la falta de atención por la cultura popular. Autores como el francés Robert Mandrou o el británico Edward Thompson comenzaron a publicar estudios sobre la cultura popular. Ambos fueron muy criticados, pero también muy imitados.

Los primeros años de los 70 fueron los del auge de la antropología histórica en Europa. Algunos historiadores comprendieron la importancia que en su producción podía tener el trabajo de los antropólogos.

A partir de los años 80 se desarrolló la fase postmoderna de la historia cultural o “nueva historia cultural”, caracterizada por grandes cambios:

  • El descubrimiento de la vida cotidiana a través de la cultura popular (la música popular, las imágenes, la comida, la vestimenta, las viviendas del pueblo), siguiendo el camino abierto previamente por los antropólogos (especialmente, por el estadounidense Clifford Geertz).
  • La elaboración de “invenciones” o construcciones culturales, como La invención de lo cotidiano, de Michel de Certeau; la colección de ensayos editada por Eric Hobsbawm, titulada La invención de la tradición; y el libro Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, de Benedict Anderson (hermano de Perry Anderson).

En la actualidad, entre las formas actuales de historia cultural más populares destacan la historia del libro (y la lectura), la de la memoria (basada fundamentalmente en los testimonios orales) y la del cuerpo. Por otra parte, también se puede apreciar un acercamiento de la historia cultural a la historia política y a la económica.

La historia cultural es probablemente el sector historiográfico que ha experimientado un mayor número de innovaciones en las últimas décadas, en el que se están realizando los avances más destacados y a la vez controvertidos, quizá por su amplitud temática, quizá por la existencia de historiadores de la cultura en prácticamente todos los países del mundo.

Cultura material y arqueología

Cultura material

A través del estudio de la cultura material, el historiador puede ser capaz de llegar a conocer al hombre en su época, ya que los objetos materiales ofrecen información sobre las relaciones sociales.

La cultura material no se reduce a las herramientas indispensables para la subsistencia o las armas necesarias para la guerra o la defensa personal. Es mucho más rica, ya que incluye otro tipo de objetos relacionados con las múltiples y complejas necesidades del hombre (obras de arte, ornamentos, instrumentos musicales, objetos rituales y de culto, monedas, vestidos, todo tipo de mercancías, útiles orientados a la producción, etc.). La cultura material muestra la capacidad tecnológica, las estructuras sociales y el desarrollo cultural del grupo al que corresponde.

Hoy en día, la cultura material es utilizada en la investigación arqueológica de conjuntos de distintas épocas históricas:

  • Los prehistoriadores tienen muy en cuenta en sus estudios elementos de la cultura material, eruditamente categorizados, como las herramientas líticas, la cerámica o las armas de metal.
  • La arqueología clásica tiene en consideración la cultura material para estudiar diversos aspectos, como el arte, las creencias, la organización política, el urbanismo y la red de carreteras.
  • Los medievalistas también han utilizado la cultura material para estudiar temas relacionados con la geografía urbana, la vivienda y la producción artesanal.

Fernand Braudel afirmaba que la cultura material podía servir para el estudio de la historia económica. En este sentido, escribió: “la vida material es como la planta inferior de una construcción cuya planta superior está constituida por lo económico”. Advertía también que no solo era interesante conocer las “cosas” (alimentación, vivienda, vestido, lujo, herramientas, instrumentos monetarios, pueblos y ciudades), sino también la distribución de su propiedad o uso entre la población para obtener de ella información útil para la elaboración de estudios de historia social y demográfica.

El medievalista polaco Witold Kula estudió la cultura material y también la relacionó con la historia social y económica, tras verificar que a través de ella podía obtenerse información no solo sobre los medios y métodos utilizados en la producción, sino también sobre el consumo en un grupo social.

En la misma línea, el arqueólogo Renato Peroni opina que el estudio de la cultura material no se reduce a la historia de la técnica, sino que tras los objetos se halla “el universo de los hombres y de sus relaciones sociales”.

Andrea Carandini cree también que el estudio de la cultura material puede ofrecerle al historiador información sobre la actividad laboral y las relaciones sociales, ya que el análisis de los medios de producción y las materias primas puede llevar al conocimiento de los medios de producción y comunicación, y a las características del consumo en un grupo social.

John Greville Pounds considera que la cultura material es el reflejo de las necesidades humanas, desde las más elementales a las evolucionadas, lo que debe permitir el desarrollo de estudios de historia social y económica.

Por último, el colombiano Víctor Manuel Patiño entiende por cultura material “el complejo de logros, actividades y realizaciones tocantes a la vida diaria y congruentes con la satisfacción de las necesidades físicas, que el hombre comparte con los otros miembros de la escala zoológica, pero también con los componentes psíquicos y religiosos que le son privativos y hacen de él el animal social por excelencia”.

Como podemos apreciar, también falta consenso en la definición del concepto de cultura material. No obstante, en lo que sí coinciden los investigadores es en la utilidad de su estudio en los trabajos históricos y arqueológicos.

Cultura material e historia

La cultura material ha sido relacionada tradicionalmente con la arqueología (la ciencia de los objetos), o la antropología (la ciencia que estudia la naturaleza de los seres humanos), quedando en tercer plano la historia (la narración y exposición de los acontecimientos pasados y dignos de memoria).

De hecho, son escasos los trabajos de cultura material de carácter histórico. Hasta el momento, la cultura material apenas ha sido utilizada para la elaboración de estudios sobre la alimentación, la vivienda o el vestido, o para el análisis de las técnicas productivas.

La historia de la cultura material no se ha desarrollado aún como disciplina y algunos autores la han subordinado a la historia económica o a la de las técnicas. También ha influido notablemente en el desarrollo de otras historias, como la de las mentalidades, la microhistoria, la de la vida cotidiana, la historia social, las historias de vida o la nueva historia cultural. A todas estas corrientes historiográficas la cultura material les ha facilitado fuentes históricas (los objetos materiales).

Arqueología

La RAE define la arqueología como la ciencia que estudia lo que se refiere a las artes, a los monumentos y a los objetos de la antigüedad, especialmente a través de sus restos. Quizá no sea una definición demasiado ajustada a la realidad actual. La arqueología es, más bien, una disciplina que estudia las sociedades a través de sus restos materiales. No es una “ciencia auxiliar” de la historia, que ayuda al historiador a reconstruir períodos no suficientemente iluminados por las fuentes escritas. La arqueología es una ciencia social independiente, que estudia a los seres humanos a través de su cultura material y psicológica. En algunos países es considerada una rama de la antropología, al ocuparse del estudio de las manifestaciones materiales de las culturas humanas.

La investigación arqueológica se ha centrado tradicionalmente en el estudio de sociedades de la Prehistoria y la Historia Antigua. No obstante, en las últimas décadas ha comenzado a trabajar en el estudio de etapas más recientes, como la Edad Media, la Moderna o el “período industrial”.

Simplificando, el método de trabajo de los arqueólogos pasa por tres fases:

  • La prospección, que es una exploración de una determinada zona en busca de pruebas materiales que permitan suponer la existencia de un yacimiento. Dicha exploración se realiza habitualmente por medio de un “muestreo”, que se basa en criterios probabilísticos, geográficos y estratigráficos.
  • La excavación del yacimiento en busca de los restos de la cultura material.
  • El trabajo de laboratorio, que consiste en el análisis exhaustivo de los vestigios hallados (“lavado”, siglado, registro, dibujo, datación, estudio).

La arqueología cuenta con numerosas subdisciplinas: etnoarqueología (estudio de una comunidad humana a partir de la cultura material), arqueología cognitiva (estudia las formas de pensamiento y las estructuras simbólicas), contextual (estudia el contexto de la cultura material), darwinista (estudia la evolución de las culturas), de género (estudia los roles, acciones e ideologías de hombres y mujeres por separado), experimental (obtiene el conocimiento gracias a la reconstrucción de objetos y al estudio de su uso), holística (estudia y relaciona todos los aspectos de una sociedad: ecología, arte, política, economía, ideología, religión, etc.), del paisaje (estudio del medio ambiente en que se desarrolló una cultura), arqueometría (estudio de los materiales basado en la aplicación de técnicas físico-químicas), paleobotánica, (estudia los restos fósiles de vegetales), zooarqueología, (estudio de los restos óseos), etc.

Revisemos a continuación de forma superficial la historia de la arqueología.

El ser humano siempre ha tenido conciencia de su pasado más o menos remoto, gracias a la existencia de tradiciones orales o escritas o de vestigios de cultura material. Estos últimos comenzaron a concitar una especial atención de los europeos en el Renacimiento. Durante la época de los grandes descubrimientos geográficos y de la colonización del Nuevo Mundo, los exploradores y los conquistadores trajeron consigo objetos de los pueblos con los que habían entrado en contacto. Algunos estudiosos, como Ulisse Aldovrandi, se dieron cuenta de que había objetos muy parecidos en las ruinas antiguas europeas (herramientas líticas, armas, joyas, etc.), lo que demostró que en Europa también hubo un tiempo en que la cultura era primitiva.

Así mismo, en esta época comenzó la actividad arqueológica en Italia, movida fundamentalmente por intereses artísticos. Artistas como Brunelleschi o Miguel Ángel promovieron o asistieron a la realización de excavaciones en yacimientos romanos. Y en 1550, el arquitecto Domenico Fontana descubrió Pompeya, aunque no la estudió en profundidad y quedó en el olvido hasta el siglo XVIII. Los trabajos de esta época se limitaron a desenterrar grandes monumentos, por lo que no supusieron un avance metodológico en la arqueología.

Por otra parte, este tipo de actividades se extendió fuera de Europa y tuvo como principal motivación el expolio de los tesoros de la cultura material de las sociedades de los territorios colonizados (obeliscos, cerámicas, frescos, esculturas, sarcófagos, etc.), que pasaron a enriquecer las colecciones de los grandes museos, como el British Museum o el Louvre. Ello conllevó el desprecio de los objetos cotidianos y la falta de cuidado por los yacimientos.

Otro motor de la arqueología fue el interés fundamentalmente decimonónico por conocer la verdadera antigüedad de la Tierra y el origen del hombre, desde un punto de vista científico, en contraposición a las posturas bíblicas defendidas por el cristianismo.

Con el paso del tiempo, la arqueología experimentó mejoras en el trabajo de campo o en el de laboratorio, pero sus estudios no se basaron en planteamientos científicos rigurosos.

Durante el último cuarto del siglo XIX se desarrolló el difusionismo, una corriente arqueológica que afirmaba la existencia de zonas nucleares de irradiación de innovaciones (fundamentalmente posteriores al Neolítico, como la agricultura, la ganadería, la escritura, la rueda, el estado o la construcción arquitectónica, entre otras). En esta corriente se pueden enmarcar los grandes descubrimientos arqueológicos de finales del siglo XIX y principios del XX:

  • Los descubrimientos de Troya y Micenas por Schliemann.
  • La excavación de Knossos por Arthur Evans.
  • Los trabajos de Flinders Petri y Ernesto Schiaparelli en Egipto.
  • La investigación de yacimientos del Oriente Medio, como Hattusas (cultura hitita en Anatolia), Eridu y Ur (en Mesopotamia).
  • Los yacimientos del Lejano Oriente, como Angkor (Camboya), la cultura de Yangshao (que se extendía a lo largo del río Amarillo en China), o de Harappa y Mohenjo-Daro en la zona del Indo.
  • Y en 1923, Lord Carnavon y Howard Carter descubrieron la tumba de Tutankamon, lo que fue un auténtico boom mediático.

Los grandes descubrimientos se sucedieron con rapidez en el tiempo. Los investigadores se centraron en la acumulación de datos sobre los hallazgos, la clasificación, la datación y el desarrollo de especulaciones históricas no científicas. En esta etapa primó el protagonismo de los arqueólogos sobre el desarrollo científico o la salvaguarda del patrimonio.

Paralelamente al desarrollo de las grandes excavaciones europeas y asiáticas, los arqueólogos americanos comenzaron a contradecir las tesis del difusionismo. Los hallazgos arqueológicos en el Yucatán (John Lloyd Stephens y Frederic Catherwood descubrieron Chichén Itzá) y en los Andes (Julio César Tello dio a conocer las culturas Paracas y Chavín; y Hiram Bingham descubrió Machu Picchu) plantearon el origen de una serie de civilizaciones que nacieron de forma aislada a los núcleos difusores de innovaciones euroasiáticos y alcanzaron un desarrollo cultural similar. Estas dudas permitieron el desarrollo de la teoría arqueológica del evolucionismo autóctono, que, al menos, sirvió para moderar el difusionismo.

Por otra parte, a finales del XIX y durante el primer tercio del XX, la arqueología prehistórica también tuvo gran desarrollo en la Europa occidental, particularmente en Francia, donde los investigadores intentaron definir la secuencia del Paleolítico a partir del análisis estratigráfico de distintos yacimientos. En esta tarea destacaron arqueólogos como Gabriel de Mortillet, Henri Breuil o Denis Peyrony, cuya competencia tuvo como consecuencia el destrozo de los yacimientos.

En 1925, el arqueólogo marxista australiano Vere Gordon Childe publicó el libro Dawn of the European Civilization, revolucionando la arqueología prehistórica. En él, estudió el impacto indodeuropeo sobre el origen de la civilización occidental, analizando aspectos como la lingüística o los movimientos migratorios. Acuñó la expresión Revolución Neolítica. Y defendió la existencia de múltiples influencias y contactos (pacíficos o no) entre las distintas culturas. La nueva perspectiva dio origen a la arqueología cultural historicista.

Tras la Segunda Guerra Mundial, la arqueología experimentó un gran progreso gracias a diversos avances técnicos (sedimentología, datación por dendrocronología, palinología, prospección aérea, datación por Carbono 14 o el refinamiento del sistema de excavación, etc.) relacionados con el desarrollo de otras ciencias naturales o de la ingeniería. Ello frenó la degradación de los yacimientos.

A partir de los años 60 del siglo XX el panorama comenzó a cambiar. Poco a poco fueron apareciendo enfoques más científicos. Fueron publicados los primeros manuales universitarios que no solo se limitaban a explicar la mecánica del trabajo arqueológico o la sucesión de culturas, sino que presentaban propuestas para la interpretación teórica de los resultados. Y aparecieron nuevas corrientes arqueológicas:

  • La arqueología procesual anglosajona, que defendía la aplicación del método científico propio de las ciencias naturales y estaba muy influida por la antropología social.
  • La arqueología estructuralista, que pretendía la captación global de los fenómenos humanos a través del análisis de la cultura material.
  • La arqueología marxista moderna, orientada al estudio de los modos de producción de la Prehistoria (el comunismo primitivo y el modo de producción asiático).
  • La arqueología postprocesual anglosajona, surgida en los años 80, que negaba la idoneidad de la aplicación del método universal de las ciencias naturales por la especificidad e individualidad de cada yacimiento, y promovía el debate sobre la interpretación arqueológica con el fin de enriquecer la interpretación de los hallazgos.

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