En La “cuantofrenia”: una definición de la estupidez que impera en la universidad (El Confidencial, 08/04/2015):
Villena apuntaba que los medios que se emplean en la universidad para conseguir mejorar la docencia estaban produciendo justo los resultados contrarios..Señalaba además que a ese “evidente recalentamiento que ha llevado a que los profesores tengan cada vez más clases y a más alumnos”, se le ha sumado “un nuevo castigo: los profesores e investigadores se ven sometidos a una evaluación cuantitativa constante que se concentra en la exigencia de una continua producción de artículos de alto impacto”.
Evaluar a los docentes por la calidad de su producción científica no es, a priori, una mala idea, porque les obliga a estar al tanto de las novedades de su campo, a profundizar en sus investigaciones y, como resultado, a ofrecer a los alumnos una enseñanza de mayor calidad. El problema no está en la intención, sino en los instrumentos que la acompañan.
En primera instancia, porque ”la publicación de estos artículos ocupa el lugar central y todo lo demás se subordina a esta actividad capital. La docencia y las clases han de llegar a un mínimo para permanecer en la institución, pero dicha permanencia y la promoción se aseguran fundamentalmente gracias a la publicación en los journals más importantes”. Una tendencia, que, avisa Carlos Jesús Fernández Rodríguez, profesor de sociología en la Universidad Autónoma de Madrid, “se suma a una dinámica de intensificación del trabajo académico que es muy fuerte en los países anglosajones y que cada vez se extiende más al resto de comunidades científicas. No se trata solamente de dar clase, sino de investigar, solicitar fondos, ir a congresos, escribir, evaluar, publicar… Por supuesto, esta tendencia a la sobrecarga varía mucho entre centros y disciplinas de conocimiento, y los individuos concretos”.
[…]
La consecuencia de todo este proceso para el ámbito docente ya la había advertido el profesor Michael Espeland al señalar que el efecto más frecuente es que “la gente tienda a centrarse sólo en los aspectos de su trabajo o de su rendimiento que son evaluados, y deje de lado los demás”, y que eso es lo que solía ocurrir en la enseñanza, ya que, en un contexto de notable carga de trabajo, los docentes se ocupaban sólo de aquellas tareas que les iban a ser útiles profesionalmente, como la investigación, ignorando otras que podían ser importantes para los alumnos.
[…]
la pérdida de conocimiento sobre la sociedad al que nos conduce esta tendencia cuantofrénicaPero este sistema de calificación, utilizado en un contexto de pocos recursos y gran presión, y que revela notables deficiencias, es muy útil para esa nueva burocracia ilustrada a la que se refería Villena en su artículo. Como señala Subirats, se trata de algo muy cómodo para los evaluadores, porque ya no tienen que leerse los artículos para saber si son o no valiosos. “A las comisiones de evaluación de la calidad científica les ha facilitado mucho la vida este sistema, porque basta con saber dónde ha sido publicado el artículo para darle una calificación. Lo peculiar en este sistema es que son los fondos públicos los que pagan para que se haga la investigación, y también para medirla, ya que hablamos de empresas privadas. Incluso algunos journals cobran ya por publicar, con lo cual…”.