A lo largo de todo el siglo XV, el feudalismo comenzó a mostrar claros signos de desmoronamiento. A pesar de la persistencia de la sociedad en tres estamentos definidos (nobleza, clero y estado llano), se logró apreciar que esta separación no era tan rígida como lo fue en la Edad Media, ya que la adquisición de riquezas y bienes permitieron una cierta movilidad en la escala social. Y aunque la nobleza continuaba siendo propietaria de grandes extensiones de tierra, lentamente fueron perdiendo poder económico y militar.
A esto además hubo que sumarle el auge de las ciudades, que significó la aparición de nuevas actividades económicas y el surgimiento de una nueva clase social conocida como la burguesía. En definitiva, sería el campo de cultivo perfecto para una nueva concepción de la cultura que se conocería como Renacimiento.
Así durante el transcurso del Renacimiento, se empezó a romper con la unidad que existía en Europa, fruto de la descomposición del antiguo sistema feudal, dándose inicio a la época de los absolutismos y nacionalismos. Los descubrimientos geográficos y el inicio de la expansión colonial, jugaron un papel importante en el nacimiento de fuertes monarquías europeas centralizadas, como fueron el caso de España, Inglaterra y Francia, en las cuales el rey adquirió un aire de emperador que rivalizó en autoridad con el Papa.
Sin embargo, en el caso de Italia, esta continuó divida en pequeñas ciudades-estado que rivalizaban entre sí y qué pronto entrarían en un proceso decadencia, propiciado por los enfrentamientos entre Francia y España por el predominio en la Península itálica. Para evitar esto, los pensadores italianos se comprometieron a favorecer ciertas virtudes sociales que tenían relación con asuntos morales y políticos. Los gobiernos, por su parte, se mostraron favorables de impulsar los valores nacionales para poder conseguir más adeptos. La religión por su parte también se unió a este sentimiento por intereses políticos. Además, hay que mencionar que todo este creciente nacionalismo también se nutrió de otros factores como la economía y la lingüística, siendo este último muy característico, ya que con la aparición de las primeras gramáticas, muchas lenguas nacionales desplazaron al latín.
Cabe mencionar que los nuevos descubrimientos geográficos abrieron nuevos mercados y por consiguiente, nuevos conflictos y tensiones internacionales.
La aparición y desarrollo de la filosofía política durante el Renacimiento, estuvo estrechamente relacionada con la crisis religiosa surgida de la reforma protestante, el auge de la burguesía en las ciudades y el pensamiento renacentista. La iglesia comenzó a perder el poder político que ostentaba en Europa desde la coronación de Carlomagno, pero en el siglo XVI, algunos pensadores escolásticos consideraron que se tenía que separar la filosofía de la teología, ya que eran doctrinas que trataban asuntos totalmente diferentes.
Cuando esta separación se hizo efectiva, se dio origen a la filosofía política renacentista, la cual se agrupaba según el pensamiento realista o idealista. Por un lado estaba el realismo político, que se basaba en la lógica de la exigencia del orden establecido, la descripción de cómo funcionaba el sistema y las recomendaciones a la hora de intervenir, representado por el italiano Nicolás Maquiavelo. Por otro lado, idealismo político consideraba de que se debía crear un Estado ideal que estuviese asesorado por un buen filósofo y fue representado por Tomás Moro.
Por último cabe mencionar también a Erasmo de Rotterdam, gran humanista que criticará los excesos y abusos de poder cometidos por los gobernantes sobre los hombres.