Ante todo es necesario decir que África sólo les interesa accesoriamente como escala en la ruta de las Indias; es en las Indias donde están las verdaderas fuentes de riqueza. Su exploraciones tienen un triple objetivo: económico, religioso, y político.
Los portugueses son los primeros europeos que franquearon el Ecuador y doblaron el continente africano por el sur, estableciendo la comunicación entre el Atlántico y el Océano Índico. La exploración de las costas, su inclusión en los mapas y las técnicas de navegación recibieron un impulso considerable en Europa Occidental, abriendo el camino a lo que se llama, desde el punto de vista europeo, el descubrimiento del globo, es decir, la puesta en contacto de los grupos humanos diseminados sobre el planeta y que hasta entonces se ignoraban recíprocamente. Los portugueses han abiero esta vía. Incluso se han llegado a suponer, con verosimilitud, que Cristóbal Colón era un agente secreto de Portugal encargado de desviar las ambiciones españolas hacia una dirección distinta de la ruta marítima de las Indias orientales por el Sur de África, esencial para los portugueses.
Para el estado portugués que envía estas expediciones, se trata menos de evangelización que de estregia política y comercial, es menos una cuestión de conquistar almas para la Verdadera Fe que de asegurarse bases y puntos de apoyo marítimos y militares através de este vasto movimiento, por el que desborda las posiciones de Islam. Este es el sentido de la embajada de Pedro da Convilha y de las misiones armadas a Etiopía; este será también el sentido de las misiones de conversión en el Congo.
Los portugueses no intentan conquistar los territorios. No quieren verdaderamente colonizar; desean solamente asegurarse bases para su red comercial: escalas en la ruta de las Indias y centros comerciales donde los indígenas llevan algunas mercancías locales, sin duda de valor, pero en cantidades demasiado pequeñas para remunerar la aventura. Por eso se esfuerzan fundamentalmente en ocupar las islas, de accesso y defensa más fáciles, donde se encuentran el agua fresca que los navíos necesitan y los frutos frescos para luchar contra el escorbuto. No podrán el pie en el continente africano más que en algunos puntos: sobre el Océano Atlántico, en el Mina, Costa de Oro y el Congo; sobre el Océano Atlántico, sustituirán durante algún tiempo a los navegantes árabes; pero ante las dificultades con que tropiezan no se empeñarán en matenerse. La política portuguesa en Africa es ensencialmente mercantil.
Los conflictos existían en el proceso
¿Cómo se lleva a cabo el avance de los portugueses? No se trata de una conquista, ni mucho menos de una ocupación. Sus contactos con las poblaciones locales varían según las circunstancias, siendo a menudo violentos. Cuando se considera la amplitud de la empresa, los riesgos corridos y la audacia de la que debieron hacer prueba los navegantes aventureros, se comprende que forzosamnete debían estar animados por una resolución casi demencial para seguir siempre adelante, lanzarse hacia lo desconocido y triunfar sobre los peligros imaginarios o reales. Los hombre enérgicos raramente son humanitarios. Es presiciso, por otra parte, tener en cuenta las costumbres de la época. Había una guerra permanente entre cristianos y mulsumanes, en la que se captura, se mascara y se rescatan rehenes recíprocamente con toda naturalidad y buena conciencia, puesto que cada uno tiene a su Dios consigo. El hermano de Enrique el Navegante, Fernando, el Príncipe Santo, cautivo de los árabes, fue torturado por ellos con la esperanza de que los portugueses les devolvieran Ceuta a cambio de él. Por su parte los portugueses, que dedican un considerable esfuerzo al descubrimiento de la ruta de las India, quieren también guardar para ellos el beneficio que se derivaría de ello. De la misma forma de que antaño los cartagineses, o más tarde los ingleses apartan a la concurrencia por los medios más eficaces e incluso los más rudos. Cuando tropiezan en 1586 con un gran navío de Dieppe llamando la Esperanza, lo hunden y matan parte de la tripilación, haciendo prisionera del resto, más grave aún: cuando alcanzan los puertos del Océano Índico, consideran al comercio árabe tradicional como una concurrencia que hay que eliminar. Vasco de Gama, al encontrarse en 1502 delante de Calicut una flota árabe cargada de arroz, tortura a los marineros y prende fuego a las naves. Almeida quema Kilua y Mombasa; Saldanha saquea Berberá; Soares destruye Zeila; d´Acunha somete a pillaje a Brava, matando o haciendo prisionero a sus habitantes y apoderándose de gran cantidad de oro, plata y mercancías. Además de botín, el beneficio de la operación es triple: enardecer a los marineros, liquidar la concurrencia y masacrar a los infieles. El resultado es que Zendj, aquella civilización original de la costa oriental, es practicamente aniquilada.
Tras el paso de los portugueses no queda más que ruina y desolación casi por todas partes. En 1583 no queda nada más que el puerto de Kilua, protegido por su situación insular, cuyas mujeres elegantes y hermosas, sus habitantes bien vestidos con algodón o seda, sus casas construídads con cal y arena y sus jardines perfumados serán descritos con admiración por el holandés Van Linschoten. Europa ignorará durante mucho tiempo que sus pioneros habían encontrado en la costa oriental de África una civilización más refinada y más tolerante, y poblaciones más afortunadas y con costumbres más suaves que en el Algarve ibérico.
Por otra parte, el mismo contraste existía también entre esta civilización mercantil, más persa e hindú que árabe, donde el Islam había penetrado lentamente por vía de infiltración y culturalización, y las costumbres conquistadoras y esclavistas del Islam árabe en el África sahariana y sudanesa; un Islam fuertemente marcado, primero por los beduinos de la conquista y después por los turcos. Los portugueses no habían sabido apreciar la diferrencia: un infiel es un infiel, un competidor es un competidor y el oro es siempre bueno para apoderarse de él.