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Tarde de perros

Mi padre nos aleccionaba, intentando crear una escala no de valores debido a nuestra edad, sino una escala de acciones, esto no lo debéis hacer, esto no lo debéis hacer, y de vez en cuando esto tampoco lo debéis hacer, en un instante podía haber dejado sin sentido nuestra existencia, sin razón nuestra vida y sin dirección nuestro futuro, pero nosotros decidimos ignorar como siempre hacíamos los consejos o extrañas afirmaciones negativas de mi padre.

Mari Carmen era la mejor amiga de mi madre, por lo menos eso creíamos nosotros, cuando digo nosotros me refiero a nosotros, los cuatro hermanos o como decía mi abuela los cuatro jinetes de la elipsis o algo así.

Estábamos en la mejor etapa de nuestra existencia, aquel momento en el que todo era diversión con el único límite de no sacar de quicio a nuestros padres cosa que ninguno de nosotros conseguía controlar, era realmente fácil conseguirlo sin apenas proponérnoslo.

Mari Carmen adoraba a mi madre y aquel día nos invito a todos a su nueva casa en una zona residencial de la ciudad “La moraleja” Como los cuentos que nos contaba mi padre cuando éramos unos meses mas jóvenes, a Mari Carmen le encantaban los niños, era fácil saber cuando a alguien le gustaban los niños, en aquella época cuando a algún adulto le gustaban los niños, al verlos sufría una especie de ataque que primero atacaba a la vista, y veían monos a todos los críos hasta a mi hermano, que al levantarse por las mañanas antes de lavarse la cara no parecía humano, el ataque continuaba con una especie de saludo en el que el adulto te agarraba fuertemente de un moflete y te estiraba de él intentando arrancarte la mitad de la cara, hasta que te levantabas del suelo, por aquél entonces las señoras mayores como las llamo ahora, o las brujas como las llamaba entonces, tenían esa mala costumbre, mi hermano y yo apostábamos a ver quién tenía el moflete mas rojo tras el saludo.

Tras el saludo inicial de Mari Carmen, mis padres pasaron a un salón rosa, había varios y de diferentes colores, no como mi casa en la que toda la casa tenía el mismo espantoso papel con extraños colores, gracias a dios que hoy han desaparecido aquellos papeles que la ingesta de alguna extraña droga de diseño en la época hippie puso de moda en España.
Como iba diciendo tras el saludo inicial, en algún determinado momento mis padres y Mari Carmen se enfrascaron en una interesante conversación y bajaron la guardia, esto es… nos dejaron solos.

Arancha, la pequeña de los cuatro una adorable criatura con grandes dotes para la pintura de pequeña, que perdió en algún determinado momento de su vida, vio el pasillo demasiado triste tan blanco, sin ningún tipo de color, sin gracia ninguna y puso todo de su parte para arreglar aquel espacio sin futuro ninguno y sacando sus rotuladores que tenía bien escondidos, comenzó la redecoración y se entrego a la tarea sin desenfreno ninguno, mientras yo el mayor realizaba la tarea de asesoramiento sobre los colores y los diferentes tonos que convenía usar según el tramo de pasillo y la iluminación del mismo, apareció mi hermano Javier con un grifo en la mano, comentándome que estaban mas flojos que los de casa y que podía desmontar todo el baño en un tiempo record.
Mi otra hermana Eva, la única que no tenía impulsos creativos descansaba sentada tranquilamente en el Salón, yo me acerque a hablar con ella y llamarla para que se integrase con la familia y participase de la diversión colectiva, en ese preciso momento lo vi allí, ese precioso artefacto igual al que tenía mi padre, al que con solo apretar un botón te regalaba una llama luminosa, majestuosa, impresionante.

Mientras los dos observábamos la preciosa llama, algo misterioso, un castigo divino probablemente, hizo que un impresionante centro de flores que ocupaba toda la mesa del salón comenzase a arder. Las llamas crecían con una rapidez alarmante e intuí que mi hermana tenía un serio problema. Tras una rápida deliberación sobre el tema mientras las llamas no paraban de crecer y el techo empezaba a adquirir un extraño tono negro, entre todos nombramos a mi hermana Eva la encargada de dar la noticia a los adultos ya que no había dado rienda suelta a su vena artística tenía algo que hacer por el grupo y esta era una importante tarea.
Apenas le dio tiempo a decir ¡Mama Fuego! Antes de que otra misteriosa fuerza probablemente centrípeta, impulsara la mano de mi madre chocando esta con la cara de mi hermana y haciendo que todo su cuerpo saliese despedido en el mismo sentido en el que se había desplazado la mano de mi madre. Vamos una ostia de espanto.
Lo siguiente que acierto a recordar es a Mari Carmen corriendo por el pasillo hacia el cuarto de baño, supongo que para coger agua y apagar todo aquello, poniendo caras raras y gritando mientras recorría el pasillo e iba con curiosidad observando que no apreciando la redecoración que había hecho mi hermana por el pasillo, el incendio finalmente lo apago mi madre porque Mari Carmen sufrió un desmayo en el cuarto de baño no sabemos si por la inundación que se encontró en el mismo o por que no encontró el grifo al ir a coger agua.