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De vuelta a la ciudad sin nombre

Mientras miraba el paisaje urbano sin prestar atención ensimismado en mis pensamientos, el autobús seguía adentrándose por una de las innumerables avenidas, desde allí arriba, todo se veía de forma clara, los grandes edificios la multitud avanzando por las aceras, y yo perdía la seguridad en mi mismo, empezaba a sentir esa extraña sensación, ya era un extraño devorado e integrado en la masa uniforme que deambulaba por las calles.

Caminaba entre la gente, observando sus movimientos sintiéndome diferente, extraño distante, como si viniera de otra galaxia, como si la ciudad de la que venía estuviese en un mundo diferente tan distinto y tan similar al mismo tiempo. Es como esa extraña de sensación de tristeza, seguridad e inquietud que me provocaba el hecho de volver de vacaciones tras haber estado al menos un mes fuera de mi ciudad, ya no veía todo con los mismos ojos, veía todo desde la distancia que otorga la seguridad de que vienes de fuera, que has visto algo mas, que no has estado allí, creo que por eso me gusta tanto viajar y no he parado de hacerlo desde entonces, para no pertenecer a ningún sitio y sentirme un extraño en todo momento.

La sensación en todas las ciudades es la misma y diferente al mismo tiempo, la gente se mezcla y se devoran unos a otros intentando buscarse la vida, sin parar para coger aire. La gente deambula por las calles buscando su destino, mientras yo sigo como un idiota buscando la puta boca de metro.
El metro es el único sitio donde los rostros no reflejan nada, son como estanterías vacías.
Por las noches los rostros brillan de manera diferente bajo las farolas a medio iluminar, desencajados, felices, perdidos, si te detienes es fácil ver que por la noche no todos los gatos son pardos.

Los vagabundos piden dinero para la entrada del piso, mientras los críos se emborrachan en cualquier esquina, la vecina enciende la luz para que su príncipe azul no se pierda en la oscuridad de la noche, mientras este se ventila el último cubata en el bar de la esquina y yo mientras tanto deambulo con una sonrisa exultante, me siento otra vez vivo.