En 1537, Rodrigo Gil de Hontañón comenzó a diseñar la fachada de la catedral compostelana que mira hacia la plaza de Platerías y que se conoce con el nombre de Fachada del Tesoro, si bien las obras no comenzaron hasta 1543.
La fachada se organiza como si la de un palacio se tratara y se inspira en la del palacio de Monterrey que, por los mismos años, construyó en Salamanca el propio Gil de Hontañón.
De tres cuerpos, el inferior presenta grandes arcadas de medio punto en cuyas enjutas se encuentran medallones que, en altorrelieve, muestran los rostros de lo que se ha interpretado como el árbol genealógico de Cristo por vía materna. En el cuerpo intermedio, se abren una serie de ventanas coronadas por un friso y entre las cuales aparecen relieves decorativos. Por último, en el cuerpo superior, se abre una galería de arcos de medio punto separados por pilares cajeados, algo que introdujo Gil de Hontañón en Galicia. Corona el conjunto una bonita balaustrada plateresca.
El mérito de esta obra de Gil de Hontañón reside en que él es capaz de armonizar una obra de estilo renacentista con el románico catedralicio, que por entonces no contaba con los añadidos barrocos que hoy la caracterizan. El estilo austero del arquitecto, en que el paramento tiene valor por sí mismo y no por su decoración, que es casi inexistente, hace que este dispositivo arquitectónico se funda visualmente con el valor románico de la catedral.
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