Y Sevilla… (III) – Imágenes procesionales del XVI

Cristo de la Expiración o del Museo, de Marcos Cabrera (1575)

Sevilla es una ciudad apasionante y también apasionada, en todos los sentidos, y para todos los aspectos. Uno de ellos es su Semana Santa, conocida en todo el mundo, y que a lo largo de la historia ha repercutido enormemente en la configuración del panorama artístico de la ciudad.

Obviamente, la principal consecuencia del arraigo y trascendencia de la Semana Santa sevillana para el ámbito artístico es la creación de imágenes procesionales, que cofradías y hermandades llevan encargando a los mejores escultores del momento desde el siglo XV, aunque será en el barroco del XVII cuando se alcancen las más espectaculares cotas de encargos y calidad en las imágenes. Es por ello que, a pesar de que la imaginería sufre un trato muy secundario en la historiografía del arte, es imprescindible hablar de ella al recalar en la capital andaluza.

El barroco resucita año tras año y se hace presente en la Semana Santa de Sevilla

(Leo Spitzer, filólogo e hispanista austríaco)

Dibujo de Miguel Ángel en que, según algunos especialistas, se inspiró Marcos Cabrera

De entre las imágenes procesionales del siglo XVI, destaca por su gran calidad el Cristo de la Expiración que el escultor Marcos Cabrera ejecutó en 1575 para la hermandad de los plateros, hoy conocida como la hermandad del Museo. Este crucificado, que está realizado en pasta de madera y está siendo sometido actualmente a una necesaria y feliz restauración por el IAPH, representa a Cristo expirando, con un atrevido dibujo y movimiento en escorzo, inspirado directamente en dibujos de Miguel Ángel. Todo ello lo sitúa entre las mejores obras del manierismo sevillano.

De un profundo clasicismo es gran parte de la obra del mayor maestro imaginero que ha conocido la ciudad de Sevilla, Juan Martínez Montañés, que bebe de artistas como Torrigiano para crear su genial e inabarcable personalidad artística. Su San Cristóbal, una de sus primeras obras, ya muestra su magnitud como artista.

San Cristóbal, de Martínez Montañés

Sirvan estos dos ejemplos para poner en valor lo que nunca debió menospreciarse, la imaginería, pues constituye la más peculiar, curiosa y personal muestra del arte hispano de toda su historia.

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