Atardece en Sevilla

Y Sevilla… (V) – La Giralda y la ciudad

Resulta terriblemente desvergonzado conocer Sevilla, estar escribiendo sobre el arte del XVI que atesora, y olvidarse de citar tantas y tantas obras que bien merecerían un espacio aquí, especialmente las magníficas construcciones de arquitectos como Diego de Riaño o Juan de Herrera; o las grandes muestras pictóricas que se reúnen en museos e iglesias de la ciudad hispalense.

Me justifico (y vuelvo a citar a José Riello)…:

…pues al fin y al cabo uno en Sevilla tiene la sensación de no saber por dónde empezar ni sobre todo por dónde terminar, porque la ciudad bética

no se acaba nunca.

“…aquí quien siempre triunfa y sale victoriosa es la coqueta y eternamente hermosa Sevilla.”

Sin duda eso es lo que me ha pasado a mi: no tuve claro por dónde empezar, y a la vista está que no he sabido por dónde continuar, y no por falta de opciones. Pero si algo he tenido claro desde el principio, era por dónde terminar. La última de las entradas dedicadas a Sevilla, y previsiblemente también la última de este blog, voy a dedicarla al que es el mayor símbolo de la ciudad: la Giralda.

Servidor, que por si no se habían percatado ya, es un ferviente apasionado de Sevilla, mantiene con la torre-campanario de la catedral hispalense una relación especial.

Es complicado explicar lo que uno siente hacia algo tan etéreo como un símbolo, puesto que la Giralda no deja de ser eso, una especie de emblema. Pero lo que sí puedo expresar es que cuando Hernán Ruiz II le dio forma a ese emblema, no se equivocó en lo más mínimo.

De poco serviría ponerme ahora a explicar la genial concepción manierista del remate, que llena de vida y estiliza todo el conjunto; no valdría la pena recalar ahora en los problemas de su construcción, ni tampoco en la maestría que demuestra el arquitecto al combinar a la perfección todo el dispositivo nuevo con el original islámico.

Lo que sí merece unos segundos de atención es la fabulosa veleta que corona la Giralda, llamada el Giraldillo. Esta escultura de bronce preside, desde 1568, la ciudad. Desde sus 101 metros de altura rige lo poco de gobernable, lo poco de racional, que tiene Sevilla, que siempre se sale con la suya.

Porque, aunque digan que el Giraldillo representa a la Fe victoriosa sobre lo musulmán, aquí quien siempre triunfa y sale victoriosa es la coqueta y eternamente hermosa Sevilla.

Atardece en Sevilla

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