En el interior de la Catedral de Ávila, concretamente en el trasaltar, encontramos este fantástico ejemplo de monumento funerario del primer renacimiento español. En este monumento funerario se homenajea a Alonso Fernández de Madrigal, más conocido como “El Tostado“, un clérigo, académido y escritor español, obispo de Ávila entre 1454 y 1455, año de su muerte.
Obra de Vasco de la Zarza, realizada entre 1520 y 1524, en ella el artista muestra su conocimiento de las composiciones y la técnica escultórica renacentista italiana; se muestra al protagonista cobijado por un dispositivo arquitectónico clásico de columnas, entablamento y arcosolio. No obstante, dichos elementos arquitectónicos aparecen profusamente decorados con grutescos y relieves platerescos, como ocurre por ejemplo con las recargadas columnas. De este modo, lo florido y decorativista de esta obra lo alejan del purismo clasicista y lo acercan a los últimos momentos del gótico florido o flamenco, en tanto que se multiplican las escenas (el Nacimiento, la Adoración de los Reyes…) y se pierde el concepto antropocéntrico alrededor del protagonista, pues las escenas secundarias distraen la atención del propio tema funerario, como no ocurría en el Sepulcro de Ramón Folc.
A pesar de todo ello, personalmente, esta obra se presenta como una de las más curiosas y bellas de las que hemos visto. Los motivos escultóricos son de una suma delicadeza, pero especialmente los de la capa pluvial que cubre al obispo. Se trata de un magnífico conjunto de bajorrelieves que convierten el alabastro en verdaderos damascos y tejidos bordados. En realidad todo el conjunto de vestimentas y atributos del obispo resulta de una maestría y dominio apabullante, donde se combinan las escenas pasionistas de la capa, con las joyas de la mitra y el rostro erudito del Tostado.
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