En la actualidad, cuando pensamos en la pobreza, es sencillo ilustrar el argumento con gran cantidad de imágenes almacenadas en nuestra mente, extraídas de los medios de comunicación o de nuestra propia experiencia personal. Normalmente, las podríamos dividir en dos grupos, por un lado las que muestran las condiciones generales de vida en lo que denominamos Tercer Mundo, donde la pobreza nos parece como un mal crónico e incurable. El otro grupo, parece más cercano, y en el encontramos las estampas típicas de los cajeros de bancos convertidos en dormitorios y los poblados chabolistas a las afueras de nuestras ciudades.
Pero ésta sería una visión muy limitada de la pobreza.
Según los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida, del 2010, elaborado por el INE, más del 20% de la población residente en España está por debajo del umbral de pobreza relativa.
Esta información nos puede llevar a plantearnos ampliar nuestro concepto sobre la pobreza.
Del mismo modo, en el estudio de la Historia Moderna, para cualquier interesado en las condiciones y vida cotidiana de las clases menos favorecidas, la primera cuestión a plantearse es una definición del pobre.
Para Michel Mollat, autor de referencia en el estudio en torno a la cuestión de la pobreza medieval y moderna:
“El pobre es aquél que, de manera permanente o temporal, se encuentra en una situación de debilidad, de dependencia, de humillación, caracterizada por estar privado de los medios, variables según las épocas y las sociedades, de potencia y de consideración social: dinero, relaciones, influencia, poder, ciencia, calificación técnica, honorabilidad del nacimiento, vigor físico, capacidad intelectual, libertad y dignidad personales”
El autor nos muestra importantes conceptos como el de la dependencia, la incapacidad de valerse por los propios medios, ya sea de manera permanente o en determinadas circunstancias.
Se nos descubre el amplio mundo de la pobreza, con importantes diferencias internas entre los que no tienen nada y los que tienen algo; los que por su condición de edad, sexo o incapacidad física, se ven obligados a vivir del amparo ajeno; los que poseen su capacidad de trabajo como bien principal, viviendo al día gracias a esta y perdiéndolo todo cuando por cualquier circunstancia no pueden trabajar. Además encontramos a gente inmersa en una pobreza voluntaria: entre los que se cuentan los ascetas y los falsos pobres.
Ya en la época, las autoridades civiles y religiosas, muestran su preocupación ante el problema de la pobreza y lo abordan desde distintos aspectos.
Cabe destacar la atención dedicada por los intelectuales, por la cuestión, en especial al humanista Juan Luis Vives y su obra Del socorro de los pobres.