Foto:María de Borgoña y Maximiliano I de Habsburgo
Brujas(Bélgica) , vidriera de la Basílica of the Holy Blood (apróx.1490)
En 1477, Carlos el Temerario fue derrotado en la Batalla de Nancy, y María a sus diecinueve años pasó a ser la heredera de su vasto imperio. Luis XI de Francia no podría dejar escapar una oportunidad como esta, era el momento ideal para aspirar al Ducado de Borgoña, Franco Condado, Picardía y Artois. Para lograr su objetivo, solicitó a la duquesa borgoñesa que se casara con su débil y frágil hijo Carlos VIII, a pesar de que fuera trece años más joven que María. Pero María tenía voluntad propia. Había escogido un príncipe de la casa Habsburgo. La duquesa, aconsejada por su madrasta Margarita de York, declinó la amable la oferta del monarca francés.
Los jovenes ya se había visto en una ocasión, en Tréveris, en 1473. El futuro Maximiliano I, dos años más joven que María, era un príncipe alto, romántico, de espiritú sanguíneo y modales encantadores. Poseía una gran nariz aguileña, delicada educación, y la sangre portuguesa que corría por sus venas daba vida a su rostro. Sin embargo, había sido pobre toda su vida. Lo era tanto que no podía ir en busca de su futura esposa. Para que fuera visitarla a Gante, la duquesa le envió rápidamente dinero para equiparse y presentarse con pompa y esplendor ante su corte. Y así, fue el joven príncipe en su busca. Caballero y galante, Maximiliano se enamoró de María.
Maximiliano besó a su novia por primera vez delante del obispo de Tréveris. Era costumbre, en los enlaces reales entre extranjeros, que la joven escondiera una flor en su pecho, flor que tenía que buscar el novio. Maximiliano buscó en vano la dicha flor, hasta que el obispo suplicó a la princesa que aflojara su corpiño. La encontró entonces Maximiliano y en la mañana siguiente se casaron.