¿Cómo era Felipe el Hermoso y Juana la Loca?

En octubre del año 1496, el Archiduque D. Felipe se presentó un atardecer  en                 el convento para conocer a su prometida y se encontró con una doncella  de 17 años, alta y de buen tipo, con el cabello moreno recogido en una trenza,  los ojos verdes, con hermosos colores en las mejillas y desprendiéndose de  ella una sensación de frescura y serenidad. Iba vestida con sus mejores galas,  con la majestuosidad y dignidad propias de ella.

D. Felipe quedó sobrecogido y embargado ante tanta belleza. Después de los  saludos de rigor se sentaron frente al fuego de la gran chimenea y pidieron a  los caballeros que acompañaban a D. Felipe y a las doncellas de Dª. Juana  que los dejasen solos para poder hablar a gusto.

Como D. Felipe no sabía el castellano, Dª. Juana eligió el idioma francés,  que conocía bastante bien y que aprendió de su maestro fray Pedro Mártir        de Anglería.

D. Felipe, de 18 años, era menudo de cuerpo, delgado, pelo rubio, ojos  azules y muy risueño. Cuentan que en aquella primera entrevista estuvo  encantador. A las dos horas el Archiduque y la Infanta se trataban ya con  tanta familiaridad y llaneza que parecía que se conocían de mucho tiempo.

la muerte de Felipe el Hermoso

Tras un gran festín para celebrar que Don Juan Manuel había tomado posesión  del castillo de Burgos, los invitados dieron un paseo a caballo y jugaron a la  pelota. Al concluir la partida, Felipe el Hermoso, exhausto y acalorado, bebió  con avidez de un botijo de agua helada. Al día siguiente se levantó con fiebre  pero se fue de caza. Cuando volvió estaba tan enfermo que ya no pudo  levantarse, a la semana había fallecido. Era el 25 de Septiembre de 1506.

Se dice que los síntomas que manifestó Felipe fueron: alta fiebre, dolor en  el costado, una gran cantidad de manchas pequeñas entre negras y coloradas  por todo el cuerpo e infección en la lengua y el paladar. Existen varias hipótesis  que se han barajado como causas de su fallecimiento: por enfriamiento, por la  peste o por envenenamiento. Por supuesto, siempre que un miembro de la  realeza moría de repente en semejantes circunstancias había sospechas de  envenenamiento.

Durante sus últimos días, su esposa la reina Juana le cuidó con esmero y  dedicación sin apartarse de su lado, ni de noche y ni de día le abandonaba.  Le daba de comer y beber ella misma, exhortaba siempre a su agonizante  marido para que tomase las medicinas que los médicos le habían mandado  y ella misma, aun estando en avanzado estado de gestación, las probaba y  tomaba grandes tragos para darle ánimos y para que hiciese como ella. Sin  descomponerse en ningún momento, Juana defiende primero como puede  la vida de su esposo y acepta después su muerte.

Testigos presenciales dejaron noticia de que la reina quedó como petrificada  sin querer apartarse de junto al lecho pero sin derramar una sola lágrima.  Admirable conducta entonces la de Juana en aquellas horas adversas de  la agonía de su marido, casi heroica, negándose a sí misma mientras quede  un minuto para luchar por aquella vida que se escapaba a toda furia, dándose  cuenta entonces de su responsabilidad y asumiendo sus deberes de esposa  y de enfermera.

Los celos de Juana (II)

Si Juana llegaba a enterarse o a sospechar de alguna infidelidad o desliz de su esposo, se lo reprochaba aun en público, sin recatarse de armar grandes escándalos. Esto empeoró aún más la situación y los ecos de tales sucesos llegaron hasta España en donde fue motivo de gran preocupación.

Aunque Felipe de Habsburgo, o Austria, ha pasado a la historia con el sobrenombre de “ el Hermoso” – que es posterior a sus días y que llevaron no pocos príncipes como su propio cuñado Filiberto II de Saboya o los reyes Felipe IV y Carlos IV de Francia-, parece que hay testimonios de ciertos defectos físicos como una visible cojera. Pese a su fama de galán rodeado de amantes, nos puede sorprender que, padre de seis hijos habidos con su esposa, no haya dejado ningún hijo ilegítimo como sí hicieron, y en considerable número, su padre, su suegro y su heredero, por no hablar de su bisabuelo el duque de Borgoña Felipe el Bueno, a quien se atribuyen una veintena de vástagos nacidos fuera del matrimonio.

Los celos de Juana (I)

imágenes de la película ” Juana la Loca” ( 2001)
El amor y la pasión que pareció embargar al archiduque durante los primeros tiempos de su matrimonio con Juana pronto cedieron, y él se dedicó a vivir la vida alegre y licenciosa que era connatural a los nobles y ricos de aquellas tierras, mientras que la archiduquesa, aunque se hizo a la vida de su nuevo país, nunca adoptó de corazón las costumbres tan contrarias a las austeras que había vivido con su madre y en la corte. Cierto es que para agradar a su esposo se dedicó a embellecer su cuerpo, para lo cual se entregaba a los cuidados de las esclavas que había llevado consigo, pero estos afeites y primores que Juana proporcionaba a su cuerpo, no lograron los efectos que ella deseaba, al contrario. Felipe odiaba a las esclavas y sus atenciones, pensaba quizá en que ejercitarían encantamientos y brujerías contra él, en caso de que sus pinturas, afeites y perfumes no diesen resultado.
Juana amaba a su esposo y veía como él se alejaba de ella para buscar otros alicientes, aun cuando ella estaba embarazada. Por eso, en esos momentos en que todas las mujeres reposan y abandonan un tanto la vida social, no se apartaba de él, convencida de que en cualquier ocasión, si ella no estaba presente, él aprovecharía esa circunstancia para serle infiel.

Matrimonio afectado por la política (III)

No obstante, pasados los primeros momentos de euforia por la  facilidad con la que Juana había dado a luz, comenzaron nuevamente  las desavenencias entre ambos esposos, posiblemente por la desilusión  que sintió Felipe porque su primer hijo no hubiese sido un varón y sobre  todo por las continuas protestas de su esposa, que consideraba que el  comportamiento que mantenía Felipe respecto a Francia era desleal con  sus padres. Este cambio en las relaciones de los archiduques, afectó no  sólo a la vida privada de Felipe, sino que también contribuyó a enfriar más  aun las relaciones que mantenía con sus suegros, aunque los contactos  entre ambas cortes no quedaron interrumpidos totalmente por el bien de  la infanta Juana, cuya situación preocupaba enormemente a Isabel y a                Fernando.

Así las cosas la situación no mejoró mucho los meses siguientes, en el  verano del año 1498 Felipe escribió una carta en la que solicitaba que se  produjera el regreso de su hermana Margarita, como ya había hecho su  padre, afirmando tajantemente que nada hacía en Castilla su hermana tras  la muerte de su esposo y de su hijo. Muy pronto fueron conscientes Isabel  y Fernando del peligro de esta petición, ya que en aquellos momentos se  estaba negociando el matrimonio de la infanta Catalina y el príncipe de Gales,  motivo por el que parecía probable que tanto Felipe como Maximiliano I  utilizaran a Margarita para entorpecer las mencionadas negociaciones,  como finalmente ocurrió……

Matrimonio afectado por la política (II)

A partir de este momento los Reyes Católicos comenzaron a mostrar  abiertamente la desconfianza que les provocaba las actuaciones de  Felipe el Hermoso, motivo por el cual el propio emperador intentó  tranquilizar a sus aliados, afirmando que llegado el momento su hijo  no tendría inconveniente en respetar sus intereses. No obstante, dicha  afirmación, no calmó los ánimos de los monarcas hispanos, ya que al  poco tiempo, fueron informados de que su hija carecía de los medios  necesarios para pagar a los miembros de su séquito, puesto que  Felipe no le entregaba las rentas que se había comprometido a  facilitarle. No fue este el único punto de fricción, ya que el deseo de  Felipe de afianzar sus relaciones con Francia le llevó incluso a  oponerse a los deseos de su padre. Maximiliano I apoyó la  candidatura de Ana de Bretaña para que ocupara el ducado de Milán,  mientras que Felipe apoyó los intereses que tenía sobre este territorio  el nuevo rey de Francia, Luis XII, motivo por el cual envió al conde de  Nassau a la corte francesa, tras esto quedó sellada la paz de Bruselas,  el 15 de agosto de 1498. La firma de esta paz fue la gota que colmó la  paciencia de los Reyes Católicos, que decidieron enviar a Borgoña a  Sancho de Londoño y a fray Tomás de Matienzo, para lograr que  Felipe abandonar la política de amistad que mantenía con Francia y  para descubrir que motivaba la aparente falta de interés que sentía      Juana por la religión.

A pesar de las presiones que se ejercieron sobre Felipe el Hermoso,  éste se negó a renunciar a la reciente alianza firmada con el rey de  Francia, en un momento en que sus relaciones con Juana parece que  alcanzaron un punto de equilibrio, ya que la archiduquesa se encontraba  feliz con su primer embarazo. Tras aproximadamente dos años de  matrimonio, el 6 de septiembre de 1498, se produjo el nacimiento de la  hija primogénita de los archiduques, bautizada con el nombre de Leonor.

Matrimonio afectado por la política (I)

Según informaron algunos de los acompañantes de Juana a los Reyes Católicos,  en presencia del archiduque se había tratado desdeñosamente a miembros  destacados de séquito de la infanta, sin que Felipe hiciera nada por evitarlo.  Estos desaires estuvieron motivados, según apunta José Manuel Calderón,  por los recelos que provocó esta unión en muchos de los consejeros del  archiduque, ya que temían que los monarcas de Castilla y Aragón interfirieran  en las buenas relaciones que el borgoñón mantenía con Francia.

Todo parece indicar que el duque de Borgoña mantuvo en un primer momento  la distancia con sus suegros, dejando los contactos diplomáticos con la monarquía  Hispánica bajo la supervisión de su padre. Pero la orientación de su política a este  respecto cambió notablemente una vez que conoció la noticia de que se había  producido la muerte del príncipe Juan el 4 de octubre de 1498. De este modo según  indicó el embajador español destacado en la corte Imperial, Gómez de Fuensalida,  Felipe barajó la posibilidad de reclamar las coronas de Castilla y Aragón con la ayuda  del rey de Francia, con el que mantenía unas relaciones sumamente cordiales para  disgusto de Isabel y Fernando. Los Reyes Católicos, alertados por el citado  Fuensalida, decidieron solicitar inmediatamente la presencia en su corte de Manuel I  el Afortunado y de su hija Isabel de Castilla, para que las Cortes les juraran como  herederos. De este modo la crisis dinástica abierta tras producirse la muerte del  príncipe de Asturias, quedó temporalmente resuelta tras el nacimiento del infante Miguel, el cual fue reconocido como heredero a los pocos días de nacer.

Encuentro de los novios y boda

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Imágenes de la película ” Juana La Loca” ( 2001)

Juana de Castilla llegó a los Países Bajos el 8 de septiembre de 1496,  pero Felipe el Hermoso no se encontraba en sus territorios cuando se  produjo su llegada, ya que algunos meses antes había iniciado un viaje  a la corte imperial para visitar a su padre. Algunos investigadores opinan  que el archiduque había comenzado a cambiar de parecer con respecto  a la conveniencia de contraer matrimonio con la infanta, ya que en ningún  momento apresuró su retorno a sus Estados y no llegó a la villa de Lierre,  donde se encontraba su futura esposa, hasta el 19 de octubre de 1496.  Felipe III conoció a Juana de Castilla el 20 de octubre y según apuntan  todas las crónicas, inmediatamente después se sintió profundamente  atraído por ella, motivo por el cual ordenó a sus servidores que se  adelantara la ceremonia religiosa para poder consumar inmediatamente  el matrimonio. La boda tuvo lugar en la iglesia de San Gomaro, ese mismo  día, tras lo cual comenzaron a celebrarse fiestas fastuosas en la corte,  que no debieron prodigarse mucho, porque que el 26 de octubre estaba  previsto que Felipe presidiera una asamblea de la Orden del Toisón de  Oro, de la que era miembro desde su infancia. Tanto los biógrafos de  Felipe de Borgoña como los de Juana de Castilla, coinciden a la hora  de afirmar que ambos esposos sintieron un arrebato pasional nada  más conocerse. Pero a pesar de este prometedor comienzo, parece  que muy pronto aparecieron las primeras desavenencias entre ellos  motivadas en la mayor parte de los casos por las diferencias que existían  entre la corte española y la borgoñona.

¿Por qué se casó con Juana la loca?

 

 

 

 

 

Contrato matrimonial entre Juana y Felipe el Hermoso (1495).                                   Archivo General de Simancas.

Los Reyes Católicos(padres de Juana) mantuvieron unas relaciones  excelentes con Maximiliano durante su etapa como gobernador de  Flandes, por este motivo decidieron en 1490 iniciar las negociaciones  para concertar el matrimonio de sus hijos, el príncipe Juan y la infanta  Juana, con los hijos de éste, Felipe y Margarita. Aunque este primer  intento no fructificó por la oposición de Carlos VIII de Francia, en 1494  dieron nuevamente comienzo las negociaciones. Nada tuvo que objetar  Felipe III al respecto, puesto que la unión podía reportar importantes  beneficios a sus Estados, a pesar de las diferencias que sostenía con  su padre. De este modo los primeros acuerdos para llevar a cabo  dicho matrimonio fueron firmados el 20 de enero de 1495 y el 5 de  noviembre quedó sellado definitivamente el contrato matrimonial.

Esposa de Felipe el Hermoso — Juana I de Castilla

Juana I de Castilla, conocida como Juana la Loca nació en Toledo el 6 de noviembre  de 1479 y murió en Tordesillas el 12 de abril de 1555. Fue reina de Castilla de 1504  a 1555, pero desde 1506 no ejerció ningún poder efectivo y a partir de 1509 vivió  encerrada en Tordesillas, primero por orden de su padre Fernando el Católico y  después por orden de su hijo el emperador Carlos V.

Juana I de Castilla era la tercera hija de los Reyes Católicos, que la casaron con  el archiduque austriaco Felipe el Hermoso (1496).

La muerte de sus hermanos mayores y de un sobrino la convirtieron en heredera  de las Coronas de Castilla y Aragón desde 1500. El mismo año en que fue jurada  como heredera por las Cortes de Castilla (1502) empezó a manifestársele una  enfermedad mental, determinada según algunos por la infidelidad de su marido,  hacia quien sentía un amor apasionado.

Al morir Isabel la Católica, Juana I y Felipe I fueron proclamados reyes de Castilla  (1504); pero, dada la locura de la reina, se acordó que gobernarían conjuntamente  en Castilla su marido y su padre el rey de Aragón, Fernando el Católico. Las malas  relaciones entre el yerno (apoyado por la nobleza castellana) y el suegro hicieron  que éste renunciara al poder en Castilla para evitar un enfrentamiento armado (1506).  Pero aquel mismo año murió el rey Felipe, recuperando don Fernando la regencia en  Castilla en nombre del hijo de Juana y Felipe (el futuro Carlos I de España y V de  Alemania).

La demencia de la reina se agravó, permaneciendo recluida en Tordesillas desde  1509 hasta su muerte. En 1516 murió Fernando el Católico y Carlos I fue proclamado  rey de Castilla y de Aragón, de modo que doña Juana no llegó a suceder a su padre  en la Corona aragonesa; pero nunca fue declarada incapaz por las Cortes castellanas  ni se le retiró el título de reina.