El físico Henry Moseley (1887-1915) falleció un 10 de agosto en Galípoli
Hacía calor, hacía mucho calor… Eran las 04:30 horas del 10 de agosto de 1915 cuando el coronel de la 19ª División del Ejército del Imperio Otomano, Mustafa Kemal Atatürk –quien años después sería el «padre» y primer presidente de la República de Turquía–, daba la señal alzando la mano y ordenaba a sus tropas atacar con la bayoneta calada en las escarpadas alturas de la colina de Chunuk Bair. Apenas había transcurrido un año desde el inicio de la Primera Guerra Mundial. Las tropas de Kemal estaban destacadas en la Península de Galípoli, en la parte europea de Turquía, frente al estrecho de los Dardanelos, una región en la que siguiendo un plan de Winston Churchill, Primer Lord del Almirantazgo, habían desembarcado tropas aliadas: británicas, francesas, australianas y neozelandesas (estos dos últimos conocidos como los ANZAC, acrónimo de Australian and New Zealand Army Corps). Quizás más de uno de los lectores recordará al actor Mel Gibson, protagonista de la película australiana Gallipoli de 1981, subiendo por las playas con el sombrero característico de las tropas australianas.
Ese 10 de agosto, el ala derecha de las tropas de Kamal llegaba hasta una pequeña meseta conocida como «la granja», donde entabló combate cuerpo a cuerpo con las tropas británicas allí desatacadas y que habían sido desembarcadas pocos días antes, eran los hombres de la 38ª Brigada. El teniente británico Henry Moseley estaba en medio de esta cruenta refriega con menos de treinta soldados. Moseley intentó desesperadamente pedir refuerzos telegrafiando al cuartel general. Mientras lo hacía una bala disparada por un francotirador turco impactaba en su cabeza, muriendo instantáneamente. Tenía 27 años. Cuando más de la mitad de los soldados británicos habían muerto o estaban heridos, los supervivientes retrocedieron. Según un informe del 13 de agosto de 1915, tras los ataques turcos de Chunuk Bair del 10 de agosto los hospitales militares británicos de Egipto y Malta estaban totalmente llenos. Tras la campaña de Galípoli, Winston Churchill tuvo que dimitir como Primer Lord del Almirantazgo, mientras que Mustafa Kemal era ascendido a general y se convirtió en héroe nacional, recibiendo el título de Paşa (comandante).
Henry Gwyn Jeffreys Moseley había nacido en 23 de noviembre de 1887 en el seno de una familia acomodada. Tras graduarse en Física por la Universidad de Oxford, marchó en 1910 a la de Manchester para trabajar como investigador en el Laboratorio de Ernst Rutherford, Premio Nobel de Química dos años antes. Nueve de los discípulos de Rutherford fueron galardonados con el Premio Nobel y es muy probable que Moseley también lo habría sido. En la Universidad de Manchester, Moseley se interesó por la naturaleza de los rayos X y su relación con la estructura atómica, publicando su primer artículo científico en julio de 1913. Trabajó sobre el espectro de la radiación electromagnética y las transiciones de rayos X y su mayor contribución a la ciencia es la ley que lleva su nombre, la Ley de Moseley, en la que logró la justificación cuantitativa del concepto de número atómico. En sus tan sólo 40 meses de investigación científica, Moseley publicó ocho trabajos, algunos de los cuales dieron lugar a grandes avances en Física y Química. Muchos de los colegas de Moseley, familiarizados con su obra extraordinaria, declararon que él era un científico excepcional y que de no haber fallecido aquel aciago 10 de agosto de 1915, Henry Moseley habría sido galardonado con el Premio Nobel en pocos años, de hecho, estaba nominado para ese año de 1915.
La muerte de Moseley causó un gran impacto no sólo al director de su laboratorio, Ernst Rutherford, quién publicó varios artículos sobre su lamentable pérdida (incluido uno en la revista Nature el 9 de septiembre de 1915), sino en toda la sociedad británica. Tras su muerte, los titulares de los periódicos señalaban «sacrificio de un genio» y «demasiado valioso para morir». Tal fue el impacto que causó su desaparición, que se ha especulado que fue su muerte la que hizo que el gobierno británico tomara la decisión de no enviar al frente en época de guerra a sus científicos e ingenieros brillantes, con la idea de que podrían servir mejor a su país en la retaguardia.
Conferencia (Royal Society, 11/10/2013): ‘Sacrifice of a genius’: Henry Moseley’s role as a Signals Officer in World War One
La guerra es un auténtico asesinato en masa, nunca se puede ganar una guerra, siempre se sale perdiendo. El escritor Ernest Hemingway, reflexionando sobre la guerra, dejó la siguiente reflexión:
Jamás penséis que una guerra, por necesaria o justificada que parezca, deja de ser un crimen.
Publicado por A. Beléndez y E. Arribas (La Verdad de Alicante, 10/08/2015)