Tras la conquista castellana del siglo XIII, Alicante experimentó un profundo cambio, ya que de una población mayoritariamente musulmana se pasó a quedar una minoría, debido a la huida o inmigración de los moros. Hay que hablar de un flujo de repobladores que se repartían las tierras. El aumento del espacio agrario aumentaría la producción pero no hubo una mejora en las técnicas.
Para los cultivos de secano se utilizarán hoces, azadas, podones etc., y los bueyes eran los animales más utilizados en las labores campesinas. El abono era deficiente y el barbecho anual sería habitual.
En cuanto a las instalaciones agrícolas industriales, en las fuentes se mencionan los molinos de viento, en la zona de Alicante ya que el agua escaseaba. En 1258, el rey Sabio autorizó a los vecinos levantar molinos de viento.
La trilogía mediterránea de cereal, vid y olivo forman parte de los cultivos de secano alicantino, y se complementan con los de la huerta, los frutales y las plantas industriales. La producción local de cereales fue insuficiente para la demanda local y se ha recurrido a las importaciones.
El viñedo, se incrementó tras la conquista cristiana. Desde la ciudad se impulsó su desarrollo, se buscaba el autoabastecimiento de la única bebida que se consideraba noble.
Entre los frutales destacamos sobre todo a los higuerales, que estaba regulada desde el primer momento por la corona. La almendra y el almendrón eran objeto de exportación.
La escasez de lluvias hace que el aprovechamiento del agua sea vital para la agricultura. El sistema de riegos de la huerta estaba ya organizado cuando llegaron los repobladores cristianos y se basaba en los caudales del río Montnegre. Así mismo se construyen partidores para aprovechar el agua de la lluvia, y se formaron ocho corrientes de aguas menores. El riego de estas aguas era fijo y los dueños regaban por turno.
AZUAR RUIZ, Rafael. Historia de la ciudad de Alicante, tomo II. Alicante, 1990, pp. 328-331.