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Cultura

Un noveldense ilustre

El siglo XVIII es también conocido como la época de la Ilustración o el Siglo de las Luces. En el ámbito cultural se va abriendo paso una nueva concepción del mundo basada en el triunfo de la razón y la ciencia. Es en Inglaterra donde nace este movimiento pero el país difusor de las ideas ilustradas será Francia donde encontraremos a la tríada de filósofos con más proyección e influencia sobre todo en los movimientos revolucionarios de final de siglo: Voltair, Rousseau y Montesquieu.

Aunque tradicionalmente se ha considerado que el momento culmen de la Ilustración española tiene lugar durante el reinado de Carlos III (1759-1788), el profesor Antonio Mestre en una reciente conferencia en la Universidad de Alicante subrayó la necesidad de una revisión puesto que fue precisamente durante el reinado anterior, con Fernando VI, cuando se dieron citas muchos de los ilustrados más notables gracias, entre otros factores, al patrocinio del marqués del Ensenada que a su vez era el hombre fuerte del gobierno. Es durante el reinado de Alfonso VI donde nuestro noveldense más ilustre llevará a cabo muchas de las tareas por las que será recordado por la posterioridad.

Jorge Juan (1713-1773)

Jorge Juan Santacilia nació el 5 de enero de 1713 en una casa solariega en la actual partida de “El Fondonet” en Novelda aunque fue bautizado días después en la vecina localidad de Monforte. Este hecho que ha levantado muchas especulaciones y rivalidades entre las dos localidades vecinas ha sido explicado por los profesores Armando Alberola e Inmaculada Die en el Congreso Internacional Jorge Juan Santacilia (1713-1773) en la España de la Ilustración. Memoria y Presente. Efectivamente Jorge Juan fue bautizado en Monforte del Cid debido a que sus padres, dado que no era el hijo primogénito, dejarán la puerta abierta para que pueda acceder al cargo de dean en la concatedral de San Nicolás de Alicante, cargo que debía ostentar un alicantino por lo que deciden bautizarlo en la localidad de Monforte del Cid ya que en estos momentos estaba considerada como una calle más de la ciudad alicantina.

Los primeros años de la educación del pequeño Jorge, huérfano de padre desde los dos años, tiene lugar primero en el Colegio de los Jesuitas de Alicante y de ahí, instado por su tío, se trasladó a Zaragoza para estudiar Gramática. En el período que va desde 1726-1729 se trasladará a la isla de Malta para entrar a formar parte de la conocida Orden del Hospital. Este viaje no resulta tan baladí y, sin duda, influyó de manera decisiva en su vocación marina. A su regreso a España solicitó el ingreso en la  Real Compañía de Guardias Marinas en Cádiz y, finalmente, entró como estudiante en la Escuela Naval Militar de San Fernando también en la ciudad andaluza. Allí recibió formación en todas las disciplinas científicas consideradas imprescindibles para un marino como la Geometría, Astronomía, Trigonometría… Hay que tener en cuenta el hecho de los conocimientos científicos europeos seguían teniendo grandes dificultades para su difusión en nuestra país debido, entre otros factores, a los problemas con la Inquisición. Sin embargo y pese a que en la mayoría de las universidades los conocimientos seguían anclados en el pasado, desde el gobierno se promoverá la difusión del conocimiento científico en las escuelas militares con el objetivo de tener un cuerpo de oficiales expertos y bien preparados. Jorge Juan era uno de estos jóvenes privilegiados que incluso tuvo acceso a la obra de Newton.

Una de las primeras grandes tareas en las que se embarca el marino durante nada más y nada menos que una década será la famosa expedición hispano-francesa para medir el meridiano terrestre para la que fue elegido como representante español junto con su compañero don Antonio de Ulloa quienes, además, tenían instrucciones secretas del monarca para observar qué ocurría en los territorios americanos de la Corona. Al volver de esta empresa publican juntos la Disertación Histórica y Geográfica sobre el Meridiano de Demarcación entre los dominios de España y Portugal (1749) pero sus Memorias Secretas serán acogidas con indiferencia por parte de los secretarios de Marina y Estado aunque muy pronto conocerán al marqués de la Ensenada quien verá en ellos dos personas clave para llevar a cabo la reforma necesaria de la Armada. 

La vida de Jorge Juan transcurrirá a partir de entonces entre los distintos astilleros del reino Ferrol, Cartagena y Cádiz donde tiene que llevar a cabo la supervisión en la construcción de nuevos barcos. Nuevos barcos que están muy inspirados de los modelos ingleses ya que era su Marina la más destacada del momento. De hecho, el propio Juan se traslada en calidad de espía a Inglaterra entre 1748-1750 para comprobar de primera mano cómo construyen sus barcos los ingleses. A los dos años de su llegada es nombrado director de la Academia de Guardias Marinas de Cádiz donde fundará también el Observatorio Astronómico y la Asamblea Amistosa Literaria, un lugar de reunión de grandes eruditos donde se discutían las más novedosas teorías científicas.

Estos años de gran efervescencia cultural se verán truncados con la caída en desgracia del marqués de la Ensenada, su principal valedor en la corte, y un giro en las políticas del gobierno hasta tal punto que cambian la construcción naval a la inglesa por el sistema francés, craso error que se podrá comprobar unas décadas más tarde en la Batalla de Trafalgar. A pesar de la caída del marqués, Jorge Juan seguirá dedicado a sus labores científicas y marinas y su prestigio es tal que las consultas que se le hacen desde Madrid propiciarán su traslado a la capital a finales de la década de los sesenta después de cumplir con una nueva misión encargada por Carlos III que le requería para ser embajador en Marruecos donde debía tratar una serie de acuerdos comerciales y marítimos.

Será durante sus años en Madrid, con la inseparable compañía de su secretario Miguel Sanz, donde publicará su célebre Examen marítimo teórico-práctico (1771) y ya, de manera póstuma, saldrá a la luz una obra sobre la astronomía en Europa. Firme defensor de su obra será el conocido Padre Burriel en cuyas cartas al ilustre Gregorio Mayans se desprende el aprecio e incluso admiración que le despertaban los escritos del sabio noveldense.