Las universidades, instituciones eclesiásticas y seculares al mismo tiempo, un organismo creado en el movimiento espiritual de la edad media, entre los siglos XII y XIII. Eran llamadas “escuelas generales”, como la de las de París y Bolonia, contrapuestas a otras instituciones denominadas escuelas “especiales” o “particulares”.
Se caracterizaban por ser instituciones de enseñanza cristiana, un método para instruir a los estudiantes en el dogma y entrenarles para su posterior difusión. Como corporaciones jurídicas, las universidades intervenían en asuntos que les dotaron con el tiempo, y con la intervención del profesorado y alumnado, de importantes privilegios. Dentro de esos organismos corporativos, o universitates magistrorum et scholarium, estuvieron las “facultades” de profesores y las “naciones” de estudiantes. Con el paso del tiempo la designación del órgano corporativo fue transferida al cuerpo de profesores y en Alemaniastudium generale y universitas fueron sinónimos desde el principio.
El prototipo de la universidad se halla en París y Bolonia
a principios del siglo XII, la primera dedicada a la teología y la segunda al derecho, pero ambas empleaban el mismo método nuevo. Se trataba de la consideración dialéctica de la teología y el derecho respectivamente, siendo el objetivo propuesto la eliminación dialéctica de las discrepancias entre los padres de la Iglesia o los glosadores, la consideración de los pros y los contras y la conclusión final o sententia. En armonía con la doctrina medieval de la monarquía universal y la iglesia universal, la teología y la jurisprudencia estuvieron en la vanguardia del interés. Las universidades fueron favorecidas con privilegios especiales, siendo el primero el Authentica habita del emperador Federico I (1158), que daba protección imperial a los que tenían que viajar a lugares distantes para estudiar, quedando exentos de la jurisdicción local y poniéndolos bajo el control del profesor u obispo. Una línea similar la siguió Felipe Augusto para la universidad de París en 1200 y los papas posteriormente otorgaron el derecho de conferir títulos y el denominado derecho de residencia.