Deudas

España ha sido siempre un país endeudado, escasamente ahorrador. No se tiene memoria de los tiempos en que no necesitara de financiación externa. Pero ¿cómo se trató a los acreedores en las diferentes coyunturas? Aunque no abundan los estudios en la materia, un sucinto repaso de sus líneas generales nos puede dar una idea de lo que se nos viene encima, ya que España, sumada la deuda pública y la privada, debe la escalofriante cifra del 279% del PIB, la segunda deuda mundial después de EE UU.

Cuando Fernando VII, el rey felón, con la ayuda de ejércitos extranjeros, restableció el absolutismo, tachó de ilegítima la deuda contraída por los gobiernos liberales del Trienio (1821-23). El «repudio» de la deuda originó un caos sin precedentes; España pasó a ser un país apestado que no se recuperaría parcialmente hasta las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz, medidas que permitieron liberar rentas con las que paliar el desastre y recuperar parte de la credibilidad. Los historiadores consideran que fue el mayor default de la historia contemporánea.

A lo largo del periodo liberal posterior, la deuda continuó siendo un quebradero de cabeza, abordado y sorteado, dentro de una cierta contención, con diferentes argucias, quitas y enmascaramientos. Encontramos así una gran variedad de medidas: conversión de la deuda a corto, o deuda flotante, en deuda consolidada a largo plazo. Conversión de la deuda consolidada, en deuda perpetua, que daba derecho al cobro únicamente de los intereses. En ocasiones se dividió la deuda, en activa, que permitía el cobro de intereses, y en deuda pasiva, sin derecho a los mismos. No fue frecuente practicar quitas al capital, aunque Bravo Murillo lo hizo, sin grandes abusos. También se ensayó el mecanismo de rebajar los intereses de la deuda privada, pero no de la pública, así como la recompra de deuda por el Estado en el mercado secundario, cuyos títulos estaban devaluados. Durante el Sexenio Revolucionario, se suspendió el pago de intereses, si bien la deuda siguió estando reconocida. También se experimentó con la fórmula de establecer impuestos a los tenedores de deuda y, desde luego, de fomentar la expansión monetaria con el fin de que la inflación compensara el monto del servicio del pago de la deuda.

Teniendo en cuenta tales precedentes –de los que se puede deducir que no hay nada nuevo bajo el sol– España, miembro de la UE y de la zona Euro, tienen que abordar ahora uno de sus problemas centrales, del que depende que se abra o se clausure su futuro durante décadas. El problema no es sencillo, porque lejos de ser exclusivamente técnico (pues los economistas y expertos, como estamos viendo, se tiran los trastos unos a otros) es principalmente un problema político, que ha de tener en cuenta no sólo cuestiones de justicia, sino, sobre todo, las consecuencias que las medidas a aplicar puedan acarrear, evitando que el remedio sea peor que la enfermedad.

Desde este punto de vista, y puesto que el problema ya está en la agenda, los criterios básicos a discutir en el debate público parecen ser los siguientes: 1) Evitar que ocurrencias o discursos populistas puedan aumentar la gravedad de la situación, hasta el punto de hacerla irreversible e inmanejable. 2) Explorar el camino de un tratamiento diferenciado para la deuda pública (peligrosamente inflada a consecuencia de la conversión de deuda privada en pública, a través del rescate de bancos y cajas) y la deuda privada, cuya reestructuración es más accesible y justificada (Amir Sufi) 3) Determinar si hay que abordar el problema de la deuda en el marco europeo, con los instrumentos existentes y otros que puedan implementarse, o por nuestra cuenta: en el segundo caso, la ruptura con el euro y con Europa estaría cantada, con las repercusiones económicas y sociales propias del caso. 4) Estimular la tasa de inflación de la zona euro como medio para compensar el peso de la deuda (Rogoff y Reinhart). 5) Interiorizar el hecho de que el aumento de la deuda tiene que ir acompañada de un aumento de las rentas disponibles por empresas y familias (Laborda). 6) Avanzar (o no) en la mutualización de la deuda a escala europea.

Este es un debate que se tiene que enfrentar desde la racionalidad y teniendo en cuenta el contexto de la situación de España. No valen pócimas milagrosas ni delirios autárquicos para consumo interno.
20141201 Artículo diario informacion J.ASENSI

Fuente: http://www.diarioinformacion.com/opinion/2014/12/01/deudas/1573435.html
http://polop.cpd.ua.es/dossierua/index.jsp?status=publicada&date=01-12-2014

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Estrategias conspirativas

Recibo a menudo correos misteriosos y esotéricos que pretenden explicar lo que el sentido común no estaría en condiciones de hacer. No es extraño que esto suceda, pues los tiempos que corren son propensos a la aparición de toda suerte de teorías fantásticas, de base conspirativa normalmente. Aunque coherentes en apariencia, la coherencia, como bien se sabe, no es sinónimo de verdad.

Una voz en off, que no alcanzo a identificar, hace el siguiente análisis de lo que llama la estrategia oculta del PP. Dice así:

El PP –con Pedro Arriola, el gurú de cabecera del Gobierno al frente– da por perdidas las elecciones de noviembre de 2015 si no se hace algo y pronto. Sabe perfectamente que la carta del repunte de la economía y del empleo, como principal baza electoral, ya no es creíble, y teme que el nuevo liderazgo del Pedro Sánchez, junto a otros apoyos, le desaloje de la Moncloa. ¿Qué hacer entonces? –dice la voz en off. Bueno, poner en marcha una estrategia basada, principalmente, en tres ejes: dividir a la izquierda, enterrar la corrupción y apelar a la política del miedo.

Para dividir a la izquierda, el PP tiene que dar aire, estimular y facilitar la aparición de un fenómeno populista, como Podemos, con el objetivo de que éste arrebate el protagonismo a los partidos tradicionales de la izquierda. No de otra manera se podría entender el apoyo, rayano en la apología babosa, que recibe la formación de Pablo Iglesias en medios como la Sexta, cuyo dueño, el Sr. Lara, también lo es de La Razón, el principal soporte del PP en la prensa española.

La maniobra por sí sola no bastaría, sin embargo. La estrategia oculta del PP pasaría pues, según nuestro esotérico analista, por reanimar la baja moral de sus votantes, en horas bajas, tratando de revertir el punto más débil: la corrupción estructural que anida entre sus filas. Para ello, como los ejércitos en retirada, no tiene más remedio que emplearse a fondo en la táctica de «tierra quemada», es decir, sacar a relucir todos los casos de corrupción posibles, de modo que unos solapen a otros, quemándolos y enterrándolos, con el fin de dejar despejado el camino antes de las elecciones. Arriola cree (y en esto no le falta razón) que el electorado es desmemoriado por definición y que sólo tendrá en cuenta lo que se le diga entonces.

Pero por si acaso el monstruo populista que ha contribuido a crear se desmadra y amenaza seriamente con llevárselo todo por delante para fundar una república bolivariana, el PP debe tener preparada una propaganda masiva basada en el miedo (y en otras armas letales que tendría preparadas), presentándose como el garante de la unidad de España y de la democracia, frente a la desintegración, el caos y la anarquía.

Hasta aquí el análisis conspiranoico, tan simplificado como el original, del que se desprende un inconfundible tufillo. Como decía, lo que a menudo se presenta como una historia coherente, no tiene que nada ver con la verdad. Otros muchos análisis se podrían contraponer, que nos situarían más cerca de la realidad. Lo iremos viendo.
20141124 Artículo diario informacion J.ASENSI

Fuente: http://polop.cpd.ua.es/dossierua/index.jsp?status=publicada&date=24-11-2014
http://www.diarioinformacion.com/opinion/2014/11/24/estrategias-conspirativas/1570697.html

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LA ESPAÑA CONSTITUCIONAL (VI CICLO)

Con motivo del Día de la Constitución la Sede Ciudad de Alicante de la UA organiza el 6º ciclo de LA ESPAÑA CONSTITUCIONAL, un conjunto de reflexiones y análisis de las principales cuestiones políticas y sociales de España, a cargo de diversos especialistas.

Calendario

Lunes, 17 de noviembre

METÁFORAS DE LA GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL

Rosa Cobo, profesora de Sociología y Directora del Centro de Estudios de Género y Feministas de la Universidad de A Coruña.

Jueves, 20 de noviembre

COMUNIDAD VALENCIANA: CAMBIOS POLÍTICOS, CAMBIOS ADMINISTRATIVOS

Andrés Boix, profesor de Derecho Administrativo de la Universidad de Valencia.

Lunes, 24 de noviembre

LA LUCHA JURÍDICA CONTRA LA CORRUPCIÓN POLÍTICA

Ángeles Jareño, profesora de Derecho Penal de la Universidad de Valencia.

Miércoles, 26 de noviembre

MODELO DE ESTADO Y REFORMA CONSTITUCIONAL: LA PROPUESTA FEDERAL

Francisco Balaguer, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Granada.

Horario y lugar

Las sesiones tendrán lugar a las 20:15 h en la Sede Ciudad de Alicante. La asistencia es libre hasta cubrir el aforo de la Sala, teniendo prioridad los inscritos previamente.

Certificación

Justificante de asistencia, a los que concurran a un mínimo de tres conferencias.

Inscripción completa

Coordinan

Mar Esquembre, profesora de Derecho Constitucional de la UA.

Manuel Alcaraz, profesor de Derecho Constitucional de la UA.

Colabora

Archivo de la Democracia

Organiza

Sede Ciudad de Alicante
http://web.ua.es/es/sedealicante/programa-de-actividades/2014-2015/ciclos-conferencias/la-espana-constitucional-vi-ciclo.html

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Una ventana de oportunidad

Tomando la expresión del mundo de los negocios, se abre en España una ventana de oportunidad para salir del colapso y del bloqueo en que se encuentra.

El simulacro de una Cataluña que ha votado en su línea y cuyo resultado tiene varias lecturas, ninguna de ellas sencilla, obliga, como se suele decir, a mover pieza. Y esa pieza tiene que ser una pieza mayor, porque grandes son los desafíos.

Si hace apenas unos meses la reforma constitucional planteada por el Partido Socialista era poco menos que una solución abstracta, llena de incógnitas, resulta que la propuesta se está abriendo paso entre otras fuerzas, incluida la del propio Gobierno y el partido que lo sostiene, y en el conjunto de la sociedad española. Ya no es tan solo una metodología que pueda servir –con todas la reservas– para aliviar y reencauzar el conflicto catalán, sino para reparar otras disfunciones que la estructura constitucional padece después de los pasados treinta y seis años.

Si observamos con atención veremos que las dos reformas completadas hasta el momento –las reformas de los arts. 13 y 135– trajeron causa de exigencias europeas. La primera, para conceder el derecho de sufragio activo y pasivo a los ciudadanos de la UE en las elecciones europeas; la segunda, tantas veces criticada, para satisfacer a los tenedores de deuda española. Ésta última dejó un balance claramente antidemocrático ya que se trató de un acuerdo entre los dos grandes partidos, de espaldas a la ciudadanía; y no un acuerdo cualquiera, sino uno que cambió sustancialmente las bases de la Constitución: restaurar ese paso en falso debería ser la primera tarea si de verdad creemos que la soberanía del pueblo español es el pilar sobre el que debe pivotar cualquier otro aspecto a reformar.

Más allá de esto, una reforma de la Constitución tiene que atenerse, además, al hecho de que la Constitución contiene y debe seguir conteniendo un pacto sustancial entre diversas fuerzas, diversos intereses, distintas concepciones. Es decir, tiene que basarse en el valor de la democracia pluralista. Por lo tanto, un proceso de reforma tiene que concitar tantos apoyos, a ser posible, como obtuvo la propia Constitución en su momento, salvando las transformaciones que ha experimentado la sociedad española a lo largo del tiempo transcurrido.

Si la Constitución española, tiene, como una de sus funciones principales, la solución pacífica de los conflictos sociales (en la medida en que el conflicto social está reconocido y está presente como contenido de la Constitución) es evidente que la oportunidad debe ser aprovechada para reequilibrar, en términos de mayores garantías constitucionales, el elenco de derechos sociales que han sido arrasados por la crisis económica y por las nefastas e ineficientes políticas que han sido aplicadas desde Europa y por los propios países. Un fortalecimiento que debe abrirse también a otros derechos propios de una sociedad avanzada, que ponga coto a los excesos de control institucional de los partidos políticos y que dé cauce a los procesos de participación democrática que la sociedad exige.

Tan importante es lograr, mediante una reforma ponderada, la necesaria estabilidad a través del pacto territorial interno, como estabilizar nuestra posición en el espacio europeo. Europa, que no es más que un espacio abierto a su vez al espacio global, no puede ser una estructura en que se disuelva nuestra propia capacidad de control democrático. Avanzar en la integración económica y política, sí, pero no a costa de entregarnos atados de pies y manos a entes gubernamentales y «expertos» no responsables. No vendría mal ampararnos en la lectura europea que ha hecho el TC de Alemania, en la «sentencia» Lisboa.

Las Constituciones son necesarias, entre otras muchas cosas, porque ofrecen estabilidad y certeza en un mundo aceleradamente cambiante. Y sólo desde esta base puede una sociedad enfrentar tales cambios y salir airosa.

Fuente: http://www.diarioinformacion.com/opinion/2014/11/17/ventana-oportunidad/1568111.html

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La encrucijada española

Hay que recordar de vez en cuando el célebre ensayo que Max Weber, el gran sociólogo alemán, publicó en 1919 acerca de la «ética de la convicción» y «la ética de la responsabilidad».

La ética de la convicción, decía Weber, es la que se orienta a fines, al mundo de los valores y principios como guía de la acción. La ética de la responsabilidad, por contra, es la que tiene en cuenta, principalmente, las consecuencias de nuestras acciones, las repercusiones de éstas que van más allá de nuestra capacidad de control y de previsión. La primera, es la propia del pensador, de la persona de principios, del religioso, del juez, etc. La segunda es la propia del político, que tiene que prever los resultados de sus decisiones, conforme a la conocida máxima de que «el infierno está empedrado de buenas intenciones».

No es que ambas éticas sean inconciliables, pero no cabe duda de que lo que se exige al político, a diferencia del santo, son resultados y no sólo elevados principios. Que Weber escribiera su ensayo en la fecha citada no es casual. Ya por entonces se vislumbraba en el horizonte, tras los horrores de la primera Gran Guerra, las consecuencias catastróficas que asolaron Europa la siguiente década.

Los momentos de incertidumbre y crisis, como los actuales, no sólo en España sino en toda Europa, son propicios a la exaltación de las convicciones, a las llamadas al rearme moral y a la consideración –de indudable raíz religiosa– de que lo que ocurre es consecuencia de los pecados cometidos, especialmente por los políticos, al tiempo que decae esa otra parte de la ecuación, propia de la política, que mira a las consecuencias.

Lo peculiar del caso español, y por eso estamos en una singular encrucijada, es que no se da ni una cosa ni la otra. Las fuerzas políticas emergentes, a las que se supone guiadas por altas cotas de moralidad, esconden sus convicciones, mientras que entran en el maquiavélico juego de asegurarse su propio éxito. Las fuerzas políticas establecidas, a las que se supone metidas de lleno en la lógica de la responsabilidad, hacen dejación de ésta y se dedican a desempolvar discursos morales en los que ya nadie cree.

Un poco de orden se necesita. La encrucijada española está enmarcada en seis principales problemas. 1) Las relaciones con Europa, en la medida en que las políticas europeas actuales profundizan la crisis y conspiran contra principios básicos de la Constitución. 2) El problema de la integración territorial de España ante el desafío soberanista. 3) La situación enquistada de desigualdad, desempleo y pobreza. 4) La actualización de ciertas instituciones, especialmente las que tienen que ver con el proceso democrático, sistema electoral y participación, lucha contra la corrupción y transparencia. 5) la orientación de las políticas públicas en materia de educación, sanidad, servicios sociales y dependencia. 6) la orientación de la política económica y fiscal

Habría que exigir a las fuerzas política en este trance que, con la máxima convicción, pero también con la máxima responsabilidad, puesto que son fuerzas políticas, se pronunciaran claramente y sin tapujos sobre qué piensan hacer y proponer. Que no lo eludan bajo el manto de cálculos electorales, porque, la verdad, no nos lo podemos permitir. Por otro lado, ello sería la condición necesaria para abordar un cambio constitucional que fortalezca la convivencia en democracia. Y todo ello debería empezar por el propio Gobierno, que no puede permanecer a la espera de lo que digan los demás, en actitud pasiva, sino que debería ser el primero, por sentido de la responsabilidad, en enseñar sus cartas.

Fuente: http://www.diarioinformacion.com/opinion/2014/11/10/encrucijada-espanola/1565553.html

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Deconstrucción

Es curioso que el término «deconstrucción», en principio un tanto oscuro, se haya colado en el debate público y se utilice como herramienta para explicar el significado de los cambios que, según parece, están próximos a producirse.

La «deconstrucción», como propuesta filosófica, estuvo refugiada durante años en textos destinados a reducidos círculos y a ser objeto de un alto debate intelectual, en el cual destacaban brillantes filósofos franceses. Luego se abrió paso (ya en EE UU) en otras muchas parcelas de la cultura y de la ciencia, en la arquitectura por ejemplo, e incluso en saberes como el Derecho, especialmente refractario éste a ser, justamente, deconstruido.

Sin embargo, ahora se emplea corrientemente entre el gran público, ¿por qué?

Tal vez porque proporciona la imagen de algo que se disuelve, que no está firmemente fundado (porque la impresión general es que nada se apoya en lo verdaderamente sólido -¡y nunca lo estuvo, que diría un deconstructivista!)

En general, la filosofía deconstructiva, si puede llamarse así, es antiautoritaria en el sentido de que trata de desenmascarar las tramas que están detrás de toda presunta autoridad, incluida la autoridad de la lengua y de los significados de los conceptos. Por otro lado, es una filosofía que nace de la desilusión con la modernidad, ya que no cree que la modernización de las sociedades (y del sistema económico que le acompaña) esté incompleta y que haya que implementarla, sino más bien que ha llegado a su límite, esto es, al comienzo de su propia deconstrucción.

Todo esto no tiene nada que ver con el hecho de que las más firmes instituciones, como la familia, el Estado, la Constitución, o los conceptos que definen los soportes privilegiados de la sociedad, como el de varón, político, sacerdote, etc., estén en franco proceso de disolución. La cuestión es más bien que, para el deconstruccionismo, lo que sucede no es más que el desarrollo necesario de la capacidad de desvelamiento de la mente humana, y de la necesidad de ésta de ampararse en el único concepto que no puede ser deconstruído: la idea de Justicia, que no coincide con el Derecho existente ni con las leyes.

Así que tomando cada uno de estos elementos, ya tenemos una guía para navegantes. En un momento de crisis como el actual, en que lo que se deconstruye es el propio sistema (Estados Unidos, decían estos filósofos, «es la desconstrucción») las temáticas y la dinámica política giran en torno a, por una parte, el desvelamiento de las tramas que se esconden tras del poder, cualquiera que sea, lo que incluye las tramas de corrupción. Por otra, la conciencia cada vez más extendida de que se ha llegado al límite (económico, medioambiental y político) de lo que llamamos modernidad. Y, por último, que hay que apelar a una idea de Justicia reparadora, que no se encuentra expresada en el Derecho y en las leyes.

Deconstrucción no es sinónimo de destrucción, ni siquiera de lo que Schumpeter denominó «la destrucción creadora». Tiene que ver con la pérdida de control sobre los hechos condicionantes de nuestra vida. Si se quiere, la imagen más evocadora es la del carro de Dschagannath, citado por A. Giddens, que una vez al año transporta la imagen de Krishna, moviéndose por sí solo sin destino aparente, atropellando inevitablemente a la gente que, presa del pánico y del éxtasis religioso, intenta guiarlo, moderarlo y pararlo.

Es decir, lo que se espera es un acontecimiento, algo que nos saque de este largo sopor.
20141103Deconstrucción

Fuente: http://www.diarioinformacion.com/opinion/2014/11/03/deconstruccion/1562832.html
http://polop.cpd.ua.es/dossierua/index.jsp?status=publicada&date=03-11-2014

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El malestar social y la refundación del partido socialista

Ha tardado el partido socialista un tiempo precioso en darse cuenta de que la toma de conciencia del grueso de la sociedad española, ante los abusos cometidos a lo largo de los últimos años, no tiene marcha atrás. Pero el efecto producido ante tal descubrimiento ha sido paralizante.

Acostumbrado a comportarse como un partido del sistema que actúa como contrapeso de la derecha tradicional, dentro de un esquema de turno pacífico, el partido socialista puede presentar, sin duda, un balance positivo en muchos aspectos, especialmente en lo que se refiere a la estabilización democrática de España, la universalización de ciertos derechos sociales y el avance en términos de progreso y de igualdad de diversos colectivos.

Pero la crisis económica, a la que contribuyó en su medida, bien por acción bien por omisión, ha desdibujado su perfil y, lo que es peor, traslada a la sociedad la imagen de que no es capaz de orientarse en lo que verdaderamente importa en estos momentos: ofrecer un proyecto en que se vea reflejado la mayoría del país, es decir, un proyecto para España.

Un partido de gobierno, como es el partido socialista, tiene que asumir el desgaste que supone mancharse las manos en el día a día de la gestión y en la toma de decisiones. El problema es que se ha apartado de la pulsión popular, desairando a sus propios votantes en temas cruciales que no ha sabido resolver. La última etapa de Zapatero, en plena crisis, revela esta parálisis, al asumir como mal menor las recetas neoliberales –la emblemática reforma del art. 135 de la Constitución– en lugar de plantear lo que todo partido democrático debe hacer: apelar a la ciudadanía y buscar su respaldo ante los retos que se presentan.

Desde la cómoda posición de una dirigencia que creyó que la cosecha electoral estaba garantizada de por vida, el partido socialista ha visto pasar por delante cambios profundos en la sociedad española: la deriva y la descomposición de las clases medias, la transformación del trabajo, la nueva sociedad de la información y el papel de las redes sociales, las nuevas actitudes de los jóvenes, la resistencia a formas viejas de autoridad no justificada, las nuevos esquemas de auto-organización social, etc., todo ello en el contexto de una crisis empantanada en clave de desigualdad, de aumento lacerante de los privilegios de unos pocos, de desarticulación del Estado social, del exilio de los jóvenes, y de condena a la marginación y la pobreza de sectores cada vez más importantes de la población.

¿Es tarde para reaccionar? Más allá de la dificultad de sacudirse de encima una imagen anquilosada, que ha calado en la población, todo depende de lo que sea capaz de hacer en los próximos meses, hasta las elecciones generales. Afianzar el liderazgo que encarna ya Pedro Sánchez es el primer reto, pues su liderazgo tiene que funcionar como la base de un proceso de refundación que se extienda a toda la organización. Un liderazgo que deje claro que la batalla contra la corrupción tiene que ser exhaustiva y total, que sirva de punto de inflexión para desterrar las malas prácticas políticas que anidan en otros escalones inferiores del partido, que siguen mirándose a sí mismos, despreciando las exigencias de la ciudadanía. El partido tiene que impulsar un rearme ético, extremadamente radical, a la hora de seleccionar a sus dirigentes locales, autonómicos y nacionales en torno a los valores del socialismo democrático, poniendo coto a los oportunistas que buscan procurarse su propio interés.

En un país que sangra por las heridas de la crisis, el partido socialista tiene que ponerse decididamente de parte de los perjudicados –la mayoría de la población– no solo por un deber de justicia sino también por ser la base de un proyecto de recuperación económica y de progreso social. Aunque posee programas y análisis muy perfeccionados y realistas para acometer los retos más importantes que afectan a los jóvenes bien formados pero migrantes (uno de los más sangrantes episodios de la crisis), para incentivar el empleo y luchar contra la desigualdad rampante; aunque sus propuestas de política económica y de reforma fiscal sean asimismo realistas por lo que se refiere a la necesaria reactivación de las pequeñas y medianas empresas y del consumo, el partido socialista no las podrá hacer valer si no van acompañadas de acciones concretas tanto en el corto plazo (porque la agonía de familias y empresas, de parados y precarios, no puede esperar), como en el medio y largo, como son las políticas que permitan el cambio de modelo económico sobre la base de la innovación, la productividad y la inversión en formación.

Gobernar en la crisis y en la complejidad de los problemas que afectan a un país como España, inserto en la UE, no se resuelve ni aplicando las recetas neoliberales, rotundamente fracasadas, ni apelando a confusas recetas populistas, hoy en auge en toda Europa. Unas y otras pueden hacer que España retroceda décadas y profundice aún más en su penoso estado de deterioro y malestar social. Como decía, el partido socialista tiene la obligación de presentarse, buscando la alianza, la participación y la complicidad de amplios sectores de la sociedad española, con un proyecto político para España en Europa. Un proyecto que parta de hacer realidad los contenidos constitucionales y que lleve a cabo reformas en la propia Constitución para avanzar en la integración de España en la diversidad. Un proyecto, en fin, de progreso y de solidaridad.

Fuente: http://polop.cpd.ua.es/dossierua/index.jsp?status=publicada&date=27-10-2014
http://www.diarioinformacion.com/opinion/2014/10/27/malestar-social-refundacion-partido-socialista/1560267.html

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El ébola: en el imaginario de Ramón Martín Mateo

Es altamente grave y preocupante el estado de salud de la enfermera contagiada de ébola, así como la posible propagación del virus por todo el territorio español ante el presunto incumpliendo de los procedimientos. Pero lo verdaderamente alarmante de la propagación de este mortal virus fue el incumplimiento de los principios acordados en la Cumbre de Río de 1992.
Es probable que si don Ramón Martín Mateo (Valladolid, 1928) estuviese vivo hubiera ayudado mucho al Gobierno en la lucha contra la propagación del virus, desde una perspectiva del cuidado al medioambiente y el Derecho. Sus amigos y colegas coincidirían en que el eminente catedrático tendría definidas las líneas de actuación ante este proceso con una visión coherente y estratégica, en torno a cómo organizar el plan nacional para atajar esta enfermedad. Su conciencia humanista y sus profundos conocimientos del Medioambiente y el Derecho Administrativo pudieron ayudar mucho a las autoridades en las adecuadas y rápidas previsiones estratégicas en la campaña contra el ébola. El profesor tuvo siempre un concepción sistémica del medioambiente y su interrelación con los ecosistemas, por lo que hubiera inducido las causas del fenómeno y su propagación al continente.
Nuestra cercanía a África, para bien o para mal, obligatoriamente nos lleva a considerar ese ecosistema dentro de las probabilidades de riesgo para España y Europa, elemento que Martín Mateo siempre explicaba: «Los ecosistemas son infinitos, van desde conjuntos elementales a grandes complejos, desde una charca hasta un océano». Sobre la conciencia ambiental decía que «todos los animales y particularmente los superiores, actúan sobre su entorno». Y constantemente hacía alusión al cumplimiento de los Principios de la Cumbre de Río: «Los seres humanos constituyen el centro de las preocupaciones relacionadas con el desarrollo sostenible. Tienen derecho a una vida saludable y productiva en armonía con la naturaleza» (principio 1). «Con el fin de proteger el medio ambiente, los Estados deberán aplicar ampliamente el criterio de precaución conforme a sus capacidades. Cuando haya peligro de daño grave o irreversible, la falta de certeza científica absoluta no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces en función de los costos para impedir la degradación del medio ambiente» (principio 15).
Si cuando se detectó el primer caso de ébola en África occidental en 1976, la Comunidad Internacional, particularmente los países desarrollados con sus potentes laboratorios y su flamante industria farmacéutica, hubiese prestado atención a los países afectados (principio 15), el ébola no sería hoy más grave que un sarampión o una varicela. Pero la subestimación por haber nacido entre la población negra y pobre de África, y porque se estimó, desafortunadamente, que esa enfermedad no se extendería al mundo occidental, es por lo que hoy el ébola está en España, EE UU y en Europa.
El profesor Martín Mateo señalaba que con esta filosofía se incumplía el principio 7 de la Declaración de Río, «los Estados cooperarán en un espíritu de asociación global, para conservar, proteger y restaurar la salud e integridad de los ecosistemas terrestres. En vista de las diferentes contribuciones a la degradación ambiental global, los Estados tienen responsabilidades comunes pero diferenciadas. Los países desarrollados reconocen la responsabilidad que tienen en la búsqueda internacional del desarrollo sustentable, en virtud de las presiones que sus sociedades imponen al medio ambiente global y de la tecnología y recursos financieros de que disponen». Y él hubiera considerado que no es el momento de pedir la dimisión de la ministra de Salud por su actuar ineficaz ante la protección del virus, sino de tomar las medidas necesarias de coordinación entre todos los organismos y organizaciones del Estado para combatir la propagación del mismo. La salida de la ministra es lo menos grave.
Ante la gravedad de los hechos, el profesor Martín apelaría a la unidad y jerarquización de responsabilidades a nivel comunitario, no hubiera dejado sólo al Ministerio de Salud en esa batalla, sino que incorporaría a todas las fuerzas de la sociedad política, ambientalistas, ecologistas, en cumplimiento de uno de sus «mega principios»: la solidaridad.
La reciente creación del comité especial para el ébola sería una de las principales medidas que Martín Mateo hubiese tomado en tiempo y forma como parte de un proceso de actuación validado con la eficacia que requiere el impacto ambiental del virus.
El escarmiento del ébola es un reto para las presentes y futuras generaciones, como expresa el principio 27 de la Cumbre de Río:
«Ingeniero social bienhumorado», como se autocalificaba el eminente catedrático Ramón Martín Mateo, fue una persona accesible, ejemplo de respeto al medioambiente, a la solidaridad y la ética, sobre todo a la condición humana, que siendo cristiano reconocía que el mayor milagro es la distribución justa, la moral, el amor y la fraternidad, mensaje que no debe faltar en esta batalla.

Fuente: http://www.diarioinformacion.com//opinion/2014/10/21/ebola-imaginario-ramon-martin-mateo/1558009.html

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La reforma constitucional y sus límites

En tiempos como los actuales en que se cuestionan las instituciones del Estado, en que se exige la efectividad de determinados derechos –que si bien declarados en la Constitución, están siendo arrasados por la crisis– y en que se percibe que el modelo territorial diseñado en 1978 tiene serias dificultades para brindar un marco integrador de la convivencia, es lógico que se multipliquen los reclamos a favor de un cambio constitucional, unas veces con objeto de proceder a reformas más o menos concretas y limitadas, y otras veces, apelando al Poder Constituyente.

La experiencia histórica de los cambios constitucionales en numerosos países nos ha hecho comprender –y por tanto desechar– los conceptos altisonantes, envueltos en ropajes míticos e incluso místicos, que rodean dichos procesos. Porque en realidad son procesos?. en el curso de los cuales, lo que empieza como una reforma, puede acabar siendo una revisión significativa –o incluso de naturaleza constituyente– del ordenamiento constitucional (caso de España, en 1978), y lo que empieza como un proceso constituyente, termina siendo una reforma (caso de muchas constituciones latinoamericanas recientes, que pese a que se presenten como «revolucionarias» no suponen un verdadero cambio estructural de las precedentes).

Por esta razón, y por lo que se refiere al momento español, conviene poner el foco en las reglas de reforma constitucional previstas en el texto y clarificar su función. Lo haré telegráficamente, en forma de enunciados generales.

1.- Las reglas sobre la reforma constitucional, contenidas especialmente en los arts. 167 y 168 de la CE, no son el fundamento de la supremacía normativa de la Constitución. Sirven en todo caso para mantener la estabilidad de la norma suprema y para permitir (con mayores o menores dificultades) que determinadas reformas de la misma se puedan llevar a cabo sin que ello derive en la destrucción del orden constitucional.

2.- La Constitución española prevé expresamente la posibilidad de una «reforma total». La Constitución de 1978 no contiene «cláusulas intangibles», es decir, inmodificables, como si lo hace la mayoría de las constituciones de otros países. Ello no equivale a sostener, sin embargo, que cualquier cambio de la Constitución pueda pasar como una mera reforma.

No sería, por ejemplo, una reforma sino una ruptura, la anulación del principio de la independencia de los tribunales de Justicia; la erradicación del pluralismo político; el vaciamiento de los derechos fundamentales; la eliminación de las condiciones que hacen posible el proceso democrático, etc., es decir, los principios esenciales del tipo de Estado que resultan del ordenamiento constitucional. En otras palabras: la revisión total, aceptada en nuestra Constitución, no puede convertirse en el fundamento de un «poder constituyente» (porque el llamado «poder constituyente» se manifiesta «fuera del Derecho», es decir, como poder fáctico).

3.- Sería fraudulenta la utilización de las reglas de reforma para reformar esas mismas reglas. Así, por ejemplo, sería un fraude constitucional utilizar la llamada reforma simple del art. 167 para cambiar esas mismas reglas, o las del art. 168, que prevé la reforma total o agravada. (Si sería, sin embargo, posible, utilizar las reglas del art. 168 para modificar el 167, pues «quien puede lo más, puede lo menos»). Las reglas sobre la reforma hay que verlas como «constitutivas», como las del ajedrez: si se cambian, el juego cambia, y se convierte en otro juego.

Todo esto puede parecer un tanto obtuso y pretenciosamente técnico: pero cuando, tal como ocurre ahora, se suele esconder el significado de las palabras y se pretende disfrazar en ellas el contenido del propio deseo; cuando los malabarismos semánticos están a la orden del día en la controversia política, no está de más perfilar lo que afecta a las reglas elementales de la convivencia.

Hay que distinguir, pues, entre quienes se sitúan «dentro del Derecho» y quienes se sitúan «fuera», a la hora de reclamar un cambio constitucional.

20141020 Artículo diario informacion J.ASENSI
Fuente: http://polop.cpd.ua.es/dossierua/REPOSITORIO/20-10-2014/INFORMACION/D-DIARIO%20INFORMACION%2020%20OCT%20-%20ALICANTE%20-%20Alicante%20-%20pag%2022.jpg
http://www.diarioinformacion.com/opinion/2014/10/20/reforma-constitucional-limites/1557635.html

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EEUU y la independencia de Haití: la constitución y la cuestión de la raza

EEUU y la independencia de Haití: la constitución y la cuestión de la raza

NILDA GARAY MONTAÑEZ Universidad de Alicante
Profesora de Derecho Constitucional e investigadora integrante del IBEC.

http://www.historiaconstitucional.com/index.php/historiaconstitucional/article/view/405/364

Extracto del artículo: La revoulción haitiana en los comienzos del constitucionalismo: la cuestión de la raza y el sujeto jurídico y político, publicado por la Revista de Historia Constitucional.

http://www.elmundo.es/la-aventura-de-la-historia/2014/10/13/543bae1122601dc03f8b457b.html

http://polop.cpd.ua.es/dossierua/index.jsp?status=publicada&date=13-10-2014

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