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Los «moriscos», en el uso de esta palabra por los historiadores actuales, son los musulmanes de los reinos peninsulares que luego serán España (Coronas de Castilla, Aragón y Navarra), que fueron obligados a convertirse al cristianismo a principios del siglo XVI.
La conquista del reino musulmán de Granada en el año 1492 supuso la incorporación de miles de familias de esta religión a la cultura cristiana. A principios del siglo XVI los moriscos estaban repartidos por cuatro grandes áreas: reino de Valencia, valle del Ebro, tierras de Murcia y reino de Granada.
En tiempos de Felipe II, además de pródiga en episodios de extrema violencia, la Rebelión de las Alpujarras tuvo una duración, dos años, mucho mayor de la prevista por el monarca. En el año 1609, el rey Felipe III acabó por ordenar la expulsión de todos los moriscos de España, alrededor de trescientos mil, lo que supuso una fractura extraordinaria en todos los niveles y la evidencia de un fracaso.