Inhabilitaciones canónicas y limpieza de sangre

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Para comparar unas con otras nos será útil comparar con detenimiento las características de estas inhabilidades y los estatutos de limpieza de sangre. Los estatutos son la mayoría de las veces disposiciones de derecho privado. Actuando como personas colegiadas, pero privadas. Una Universidad,cofradía, un cabildo, una orden militar o religiosa, deciden imponer condiciones a los candidatos al ingreso en su propio seno. Los estatutos que toman afectan a su propio ámbito y de ninguna manera al resto de instituciones similares. De la misma forma son de derecho privado los mecanismos de los estatutos para probar la limpieza del candidato. Cada organismo define el suyo libremente. De ahí surgen grandes disparidades entre los mismos y dentro del mismo organismo en diferentes períodos. Sin embargo las inhabilitaciones canónicas son de derecho público, verificadas y aplicadas por tribunales públicos emanados de dichas autoridades. Por lo que sus normas tienen un campo de aplicación general, de un país entero, o la totalidad de la cristiandad.
La limpieza de sangre descansa sobre una idea determinista de que la existencia biológica de sangre no cristiana en las venas, la vuelve poco segura en la fe. Por lo que el tiempo no purifica una familia. La búsqueda de la mácula tiene tiene que remontarse tan lejos como la documentación permita. Las inhabilidades son en esencia,temporales. Descansando sobre la concepción de la herejía como elección ideológica voluntaria. Son penitencias esencialmente temporales y purgativas. Ignoran en su principio la noción de “raza” que esta barrera de la España cristiana se empeñó en remarcar entre “cristianos viejos” y “cristianos nuevos”.

De las inhabilidades canónicas es fácil dispensar. Ni el papa ni el rey dudarán en hacerlo. Las inhabilidades son consecuencia de una setencia judicial. La ausencia de limpieza, es un secreto profundamente disimulado en las capas más íntimas de la memoria familiar, cuyo recuerdo si intenta olvidar. El defecto de “raza” se constata como una enfermedad incurable.
Radicalmente distintos en sus principios, los dos fenómenos, se parecen en unos aspectos superficiales. Las circunstancias históricas los van a llevar a conyugarse de forma estrecha, hasta tal punto, que se hará difícil distinguirlos.