La recompensa pública

El principio de recompensa pública se extendía más aún una vez el guerrero tenía cuatro o más cautivos unidos a su nombre. Entonces se convertía en un honorable soldado con derecho a su parte del tributo de los estados vasallos, e incluso podía cualificarse para un escaño en el consejo de guerra, que aconsejaba al monarca sobre temas militares. Además, el guerrero era elegible para hacerse cargo de responsabilidades importantes en la vida civil, como administrar las escuelas donde eran entrenados los hijos de los plebeyos. Elaboradas leyes decretaban el atuendo y adornos exactos a los que le daban derecho sus hazañas militares. De hecho, bajo el consejo de Tlacaelel, un general que sirvió como una especie de gran visir a tres monarcas del siglo XV, un héroe de este tipo se convertía en el receptor de las joyas más finas y las mejores capas y escudos. Para mantener la exclusividad de tales recompensas, nadie podía adquirirlas en el mercado. En el “Códice Mendoza” figuran los títulos en insignias que se recibían por las sucesivas capturas, aunque es complejo clasificarlos. Cuando un soldado cogía a su primer cautivo, pasaba a ser un iyac, soldado de primer grado, y recibía una capa decorada con un dibujo de un escorpión o una flor, además de otras prendas; con dos prisioneros, pasaba a ser un cuextecatl, soldado de segundo grado, recibiendo un manto orlado en rojo, y vistiendo en adelante en combate una especie de caperuza como tocado; con tres se le concedía una espléndida capa llamada ehehcailacatzcozcatl o “joya retorcida por el viento”. Con cuatro cautivos avanzaban al escalafón superior de guerreros,  y se le permitía el privilegio de llevar el pelo a su estilo propio. También recibía nuevas armas, insignias especiales, atuendos adicionales y vestimenta ceremonial. A partir de los cuatro cautivos, cuando pasaba a ser reconocido como tequihuah, o guerrero veterano. A partir de cinco podía engrosar los cuerpos de otomitl, y de seis en adelante los de cuachic o cuauhchichimecatl, pero era muy raro llegar a tanto.

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