Contestación

Contestando a una pregunta que me hizo hace poco, una chica, en el blog, espero que está entrada te resuelva las dudas 🙂

La conquista española alternó el funcionamiento y la organización de las economías indígenas, aunque se esforzaron por mantener la organización de los aztecas. Después de reemplazar a los soberanos impusieron tributos impuestos en beneficio propio. El tributo impuesto a los nativos por los españoles no volvió a la economía indígena como gran parte de excedente económico que exigían los anteriores señores aztecas en forma de servicios sociales y de inversiones públicas. Los españoles invertían este excedente en su propio sector de la economía mexicana y gran parte a la metrópoli del otro lado del Atlántico.

Los reyes naturales y aliados, según el fraile español contemporáneo Alonso de Zorita, dejaban a los señores originarios de esa provincia el dominio de todas las tierras que conquistaban y adquirían. Los nativos perdieron sus exenciones tributarias prehispánicas y fueron privados de sus excedentes. En diez años, la inflación había dominado la nueva economía. En este período, los españoles adquirieron tierras mexicanas. En 1535, el rey confirió a los virreyes el derecho legal de otorgar concesiones de tierras, con excepción a las iglesias.

La población española en la península era escasa y dependía de la economía indígena para sus provisiones agrícolas, la tierra tenía poco valor. En cambio era de mayor interés para los jefes indios y las comunidades que también tenían el derecho a recibir esas concesiones de tierra. El verdadero interés de los españoles estaba en la mano de obra de los nativos, que utilizaban para establecer y mantener en funciones empresas españolas. El pago tributario de esos servicios de mano de obra se organizó mediante la encomienda: las tierras y nativos fueron repartidos entre los españoles desde los primeros días de la conquista.

Los encomenderos tenían la obligación de asegurar la evangelización de los indígenas. A cambio, la Corona les reconocía el derecho de recibir tributos de los indígenas y de emplearlos como mano de obra. En las zonas productoras de metales preciosos, de las encomienda se obtenían los contingentes de indígenas obligados al trabajo forzado en las minas.

En México, la producción de plata permitió organizar un circuito económico basado en el intercambio entre el centro minero, la ciudad de los españoles y la encomienda ubicada en el área rural cercana. Sobre todo en el siglo XVI, la ciudad obtenía de la encomienda una parte de los alimentos que necesitaba y otros productos para la venta local. La producción de plata originó áreas de crecimiento económico en el imperio español americano. Los alimentos, los tejidos y otros objetos de uso cotidiano, y también ciertos materiales de construcción y animales de carga, fueron producidos en las haciendas o estancias.

El propietario de una estancia o hacienda, a diferencia de un encomendero, no contaba con el trabajo gratuito de los indígenas. Por eso, usaba como mano de obra a nativos que no formaban parte de una comunidad o poblado, a los españoles libres de suelo y, más tarde, también a esclavos comprados.

Como consecuencia del derrumbe demográfico, desde la segunda mitad del siglo XVI los indígenas de muchas encomiendas desaparecieron. Sin posibilidad de proveer nativos a los centros mineros, los encomenderos comenzaron a usar las tierras de las encomiendas para la producción agrícola y ganadera. Desde entonces, la propiedad de la tierra fue el eje de la organización social y económica del imperio español americano.

Las autoridades metropolitanas se propusieron el estricto control del comercio de sus colonias y con ese objetivo establecieron el monopolio del puerto único. Según este sistema comercial, las mercaderías para América se embarcaron en un solo puerto español, primero Sevilla y después de 1717, Cádiz. Durante el siglo XVI, el transporte se realizaba en flotas de barcos mercantes.

Cada año salían dos flotas, una en enero y otra en agosto, con destinos a Panamá y México respectivamente. En América, la venta de las mercaderías se realizaba en lugares preestablecidos. Así, el Estado español se aseguraba la recaudación de los impuestos que debían pagar los compradores. Este sistema le dio el control del comercio al poderoso grupo de españoles. Dirigían en forma monopólica la totalidad del circuito comercial entre España y América.

Como sucedía con los mexicas, entre los españoles el poder político y el religioso estaban estrechamente ligados. Con la caída de Tenochtitlán y las alianzas con diversos señoríos indígenas, los españoles se adueñaron del centro de lo que ahora es México; en los años siguientes fueron extendiéndose hacia el occidente, el sureste y el norte. Los territorios más difíciles de someter fueron los del norte, pues las tribus seminómadas de Aridoamérica carecían de ciudades, estaban formadas por grandes guerreros y no querían cambiar su forma de vivir.

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