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La formación de Suecia

La península escandinava es un territorio muy poco poblado, de estructura económica, social y política muy sencilla, y de reciente y superficial cristianización. Desde la Unión de Kalmar (1397), Noruega, Suecia y Dinamarca comparten un mismo soberano hasta principios del siglo XVI, pero se trata de una monarquía muy débil: sigue siendo electiva y la nobleza goza de amplísimas prerrogativas, y de una gran autonomía en Suecia y en Noruega.

Cristian II de Dinamarca (1513-1523) aspira a incrementar su poder y a controlar el comercio del Báltico por los estrechos del Sund. Las ciudades costeras del Imperio alemán, federadas en una hansa o liga comercial, no están dispuestas a tolerar algo que supondría su ruina, y apoyan a cualquier brote de disidencia contra el rey. El brutal sometimiento de la nobleza sueca en 1520 (<<baño de sangre de Estocolmo>>) propicia una reacción nacional y el derrocamiento del monarca. En 1523, la nobleza sueca elige rey a uno de sus miembros, Gustavo Vasa, con lo que Suecia se separa de la Unión. Ese mismo año, la nobleza danesa aprovecha también la ocasión, derroca a Cristian II y corona a un noble alemán como Federico I.

En ambos casos, los nuevos reyes de Suecia y de Dinamarca se consolidan en el trono gracias a la Reforma protestante. La secularización de los bienes eclesiásticos permite a Gustavo I Vasa (1523-1560) comprar el apoyo de la nobleza, que sigue participando en el gobierno desde el Consejo de Estado. Vence además la resistencia de los católicos, con el obispo de Uppsal al frente, y derrota a los daneses cuando pretenden recobrar el control de Suecia. Y, en 1544, obtiene el reconocimiento de la dieta −formada por nobles, eclesiásticos, burguesía y campesinado− de que la corona será hereditaria en su linaje.