Los grandes descubrimientos y la expansión europea

A finales del siglo XV y con muy pocos años de diferencia, Colón llegó a América (1492) y Vasco de Gama a la India (1498). Era el comienzo de una expansión militar y comercial que supondría el dominio de gran parte del mundo en beneficio de Europa.

Los grandes descubrimientos representaron la culminación de la expansión europea iniciada sobre el Próximo Oriente con las Cruzadas y continuada en las islas atlánticas y las costas africanas del Atlántico como prolongación de la  reconquista hispánica. Ante una gran rivalidad y con la colaboración financiera de Génova, Castilla y Portugal ocuparon las islas atlánticas (Canarias, Madeira, Azores) y emprendieron exploración y de saqueo a lo largo del litoral atlántico africano. El fin último era la búsqueda de la fuente de oro, que se sabía que procedía del sur del Sahara, y el establecimiento de un comercio directo por mar como la India y China, prescindiendo de los intermediarios musulmanes del Magreb o el Próximo Oriente. Mientras, tanto las expediciones de saqueo proporcionaban botín, sobre todo oro y esclavos. Asimismo, las islas permitieron aclimatar algunos productos orientales, especialmente la caña de azúcar. Dado que el camino atlántico pronto fue dominado por Portugal, Los Reyes Católicos aceptaron la arriesgada propuesta de Colon para llegar a China por occidente, cuyo resultado fortuito fue el descubrimiento de América.

Así se formó el espacio bajo domino económico europeo, que ab arcaba gran parte de Europa ( en especial a los puertos del Atlántico y del mar de Norte y los países colindantes) y zonas concretas de la costa de Asia, América y posteriormente todas las costas se iría adentrándose de forma más irregular a los continentes. Paralelamente, cada vez más territorios se verían sometidos políticamente a las potencias europeas.

 

La expansión europea fue posible gracias a la superioridad en velas y cañones (Cipolla, 1967) mejores barcos, pero sobre todo mejor instrumental de orientación para navegación en alta mar y superioridad en las armas de fuego.

 

Los países que iniciaron la expansión europea fueron, como hemos dicho Portugal y Castilla, seguidos en el siglo XVII por Holanda, Gran Bretaña y Francia. Las zonas de expansión de Portugal y Castilla eran diferentes en muchas cosas y, por lo tanto, difirieron también sus formas de exploración. Para Portugal se trataba de una empresa comercial: traer a Europa los productos de la India (especias, tejidos de algodón, y de seda, joyas…() a un precio mejor que el de la ruta tradicional del Próximo Oriente, encarecida por los intermediarios musulmanes y prácticamente monopolizada en aquella época por Venencia. Para lograrlo, los portugueses no dudaron en utilizar la fuerza para conquistar los enclaves fundamentales y desviar así para su propio provecho las rutas comerciales tradicionales, aunque solamente ocuparon algunos enclaves (factorías) como por ejemplo Goa, en la costa oriental de la India, desde donde comerciaban con los mercaderes indígenas. El principal problema era cómo pagar las compras: las manufacturas europeas ofrecían pocos productos atractivos para el comercio oriental, con lo cual se debía partir proveído de importantes cantidades de oro y plata una parte de la cual drenaba las existencias en Europa y el resto se obtenían  en África.

 

De hecho solo fue posible una financiación suficiente y el establecimiento del espacio bajo dominio económico europeo con la explotación del América. Los indígenas americanos ni disponían de organización comercial ni podían ofrecer ningún producto de interés para los europeos a excepción de oro, plata y piedras preciosas, a los cuales los castellanos añadieron los propios indígenas como esclavos. La explotación de Américo se basó en el saqueo y en la explotación del trabajo indígena. Cada país tenía una forma diferente de actuar, ambos países concibieron el negocio colonial como un monopolio de la monarquía, que concedía licencia para organizar expediciones a cambio de una participación en los beneficios, a mercaderes agrupados en una institución privada como la Casa da Inda en Lisboa y La Casa de Contratación en Sevilla).

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