Los albores de la navegación transoceanica en la Europa Medieval

 

 

Las fronteras de Europa:

En la Europa medieval de los siglos XI-XII, los proyectos de exploración, conquista y dominio llevaban hacia el Mediterráneo y Oriente, que era tierra de civilizaciones ricas y refinadas, con las que, sin embargo, el Occidente cristiano podía empezar a compararse gracias a su progreso en todos los órdenes: aumento de la población, mejora de las condiciones económicas, auge del pontificado y de los movimientos religiosos y renacimiento de la actividad intelectual.

 La mayor parte de las empresas de expansión se realizaron en el mismo espacio europeo, donde se pusieron en cultivo nuevas tierras y se fundaron o renovaron miles de pueblos y ciudades. Pero hubo también fronteras de avance de la cristiandad medieval; una situada en el Mar Báltico y Europa Central, donde a mediados del siglo XII, la colonización alemana terminó con los últimos pueblos paganos, entre Lübeck y Lituania, incorporando a la Alemania actual entre los ríos Elba y Oder, como también Austria, e influyó en el poblamiento rural y urbano de Polonia, Bohemia y Hungría.

Otra frontera fue la península ibérica: Al-Ándalus, una vez finalizado el califato de Córdoba, retrocedió frente a la conquista y colonización de los cristianos del Norte, inspirados por la idea de reconquista de la antigua Hispania, hasta quedar reducido su territorio, a mediados del siglo XIII, al extremo sudeste, donde el emirato de Granada sobrevivió hasta 1492.

Los sucesos hispánicos tienen relación con otro fenómeno más amplio, que produjo también una expansión del espacio europeo, como es la conquista de las rutas mediterráneas y el avance hacia las orillas del Mare Nostrum que formaban parte de las civilizaciones bizantina e islámica. Esto ocurrió a lo largo del siglo XI: las flotas de dos ciudades marítimas y mercantiles italianas, Génova y Pisa, recuperaron el dominio del Mediterráneo occidental, mientras que, otra ciudad, Venecia, se introducía en el mundo oriental, beneficiándose su comercio de varios privilegios aduaneros dados por Bizancio, y los normandos conquistaron Sicilia y el sur de Italia.

Aquella situación fue aprovechada para fomentar la Cruzada y el proyecto domino la visión de los europeos sobre Oriente, y fue lo que propicio el descubrimiento y los proyectos de conquista y misiones de evangelización.

El occidente cristiano:

La colonización alemana del Báltico entre los siglos XII y XIV, permitió continuar y engrandecer el comercio y la navegación en este determinado lugar y en el Mar del Norte y en el Atlántico Norte después de la época vikinga.

Lübeck, fundada a mediados del siglo XII, fue una de las capitales de la Hansa Teutónica, que dominó el comercio de aquellos mares hasta el siglo XVI y supo crear nuevos tipos de barcos, como la coca.

 

El puerto de Lübeck fue punto de enlace hacia Novgorod, Lituania y Prusia oriental, y centro de almacenamiento de cereales, pesado salado, pieles y minerales, intercambiados por paños, sal especias y manufacturas.

También la ciudad de Génova fue desde el siglo XI una de los grandes epicentros mercantiles del Mediterráneo gracias a su desarrollo urbano y a su excelente puerto, con muelles y diques, algo inusual en este momento, protegido por castillos y torres, albergando flotas de carracas, naos, galeras y otras embarcaciones menores.

 

 Viajeros y noticias:

El desarrollo de la navegación desde los siglos XI y XII, aseguró a los europeos el control cada vez mayor de las rutas marítimas, y el mejor medio de comercio e intercambio de hombres y mercancías.

 

 

 

 

Hacia el atlántico:

 

“La expansión europea del siglo XII al XVI es un momento importante en ruptura del aislamiento, de paso de un plural a un singular” (Pierre Chaunu), de los “universos compartimentados” a la “Humanidad planetaria”. Pero el escenario principal de esta determinada empresa estuvo en el Atlántico, una frontera de la cristiandad europea hasta entonces descuidada, pero que gana en importancia desde el momento en el que se abre la línea marítima directa entre el Mediterráneo y el Mar del Norte por el Estrecho de Gibraltar, en el último cuarto del siglo XIII, comienzan a utilizarse nuevos tipos de barcos mejor adaptados a la navegación oceánica, cuyo ejemplar más antiguo es la coca.

 

 

El período fundamental de los descubrimientos, entre 1350 y 1500, tuvo lugar en el Atlántico, a partir de su zona más próxima al Mediterráneo, lo que contribuyó a desplazar el centro de gravedad, de la aventura a los reinos hispánicos, en los que se volcó parte de la capacidad comercial, naval y financiera de las ciudades marítimas y mercantiles italianas, en especial la de Génova, cuyo interés en las escalas portuarias hispánicas –Lisboa, Sevilla, Málaga, Valencia- aumentó sin cesar desde finales del siglo XIII.

 

 

Entro también en juego el espíritu de reconquista, propio de la historia hispánica medieval, y se proyectó fuera de su escenario peninsular, hacia África y hacia el descubrimiento de nuevas rutas marítimas. De modo que no sólo hubo una transferencia de intereses mercantiles del Este hacia el Oeste, sino también una continuidad de los ideales y expectativas de cruzada. El Atlántico, totalmente desconocido, importaba mucho menos que el África musulmana, o que la posibilidad de encontrar el modo de rodear el mundo islámico hasta tomar contacto, más allá de sus territorios, con potenciales aliados, puesto que las experiencias de la época anterior apoyaban esta esperanza.

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