Colon después de su primer viaje estuvo en la búsqueda otros espacios a parte de Bahamas, y finalmente encontró las Antillas.
Las Antillas fueron la puerta principal de entrada de los españoles en el Nuevo mundo, y a lo largo de tres siglos no perdieron esta función. De ahí que deriven las nuevas rutas a la Nueva España –México-. A América Central y a Tierra Firme (Colombia y Venezuela); luego por extensión a Ecuador, Perú y Chile. Solo el Río de la Plata quedó al margen de las rutas tradicionales, y quizá no fue casualidad que no empezase a cobrar importancia hasta el periodo del comercio siglo en el siglo XVIII.
Las Antillas fueron siempre el punto de la primera escala en las Indias, la última escala en España no era Sanlúcar sino Canarias. El papel de las islas fue fundamental, no solo por suponer un pilar avanzado antes de lanzarse las naves a la aventura del Océano, sino que su posición geográfica, constituía un punto de partida obligado. Luego un poco las cosas, todo consistía en dejarse llevar. Por ello en Canarias no había una fiscalidad alta, porque había también poco que exportar a América, y llevar a ellas artículos de contrabando para cargarlos en Sevilla, Sanlúcar y Cádiz: las preocupaciones oficiales versaban mucho más sobre lo que venía que sobre lo que iba; y la ruta de regreso no pasaba por las Canarias, sino que cruzaba mucho más al norte,
Hasta 1521, la navegación se hacía por navíos sueltos, carentes de protección, con libertad sobre la ruta y fechas. No obstante en esta época había poca diferencia entre un barco mercante y otro de guerra. Los buques de Indias tenían permiso podían artillar cañones.
No obstante los navegantes españoles aprendieron a comprender los peligros naturales, como los temporales de inviernos cerca de las costas europeas, el descenso excesivo en latitud de los alisios durante la mitad del año y los temidos ciclones tropicales, en la embocadura del Mediterraneo americano, de fines de junio a primeros de octubre; por ello tendían a escogerse como fechas de partida las correspondientes a la primavera o a comienzos del otoño.
En 1520 la guerra entre España y Francia estaba declarada, los particulares enviaron instancia de protección a la Corona, con la consiguiente organización de la Armada de Indias y el pago de la Avería. Desde 1526 se hizo usual, la navegación en conserva, esto es, en grupo o convoy, protegida la flota por la Armada de Indias durante las primeras y más peligrosas singladuras (o durante las últimas del regreso. En 1561 se impuso el definitivo sistema de dos expediciones anuales con destinos distintos: se hizo costumbre llamar flota al convoy que tenía como puerto final Veracruz (Nueva España), y galeones al que terminaba en el istmo de Panamá (Nombre de Dios o Portobelo), o bien entendido que el galeón era el navío más frecuente en ambas formaciones, y que en determinadas temporadas la expresión Galeones podía ser sustituida por la flota de Tierra Firme.
Los estudios realizados en la actualidad han llegado a la determinación de que el 85 por 100 de todo lo que iba o venía de América, lo hacía a través de las flotas y galeones: más de lo que en principio se pensaba, aunque como se ve, la obligatoriedad del sistema nunca fue total. El motivo para la navegación en conserva era triple. Se integraba la protección en un solo servicio, que era aumentar las posibilidades de defensa, y asegurar la ruta. Los pilotos más experimentados guiaban a la totalidad del convoy, que se ahorraba así de tener que contratar capitanes y naves: el procedimiento, aunque más barato, fue negativo, porque la comodidad limito los estudios náuticos y se redujo sobre todo en el siglo XVII, el número de pilotos de calidad. Pero la vista de los navíos, infundía confianza.
Imagen de la reconstrucción de la nao Santa María, el mayor de los buques utilizados por Colón en el primer viaje del Descubrimiento, permite apreciar las reducidas dimensiones de los barcos empleados en los viajes oceánicos en los primeros años del siglo XVI.