El presente archivo en torno al tema del cine sobre “La historia precolombina y colonial americana” presenta, de entrada, una serie de inconvenientes, si establecemos una simple comparación con el caudal de películas existentes sobre otras épocas y periodos históricos situados en realidades geográficas diferentes. Los filmes en torno a la “Historia Antigua”, por ejemplo (centrados en la cultura de Roma, Grecia o Egipto) son tan abundantes y variados que, su simple catalogación, daría lugar a una extensa tesis doctoral. Otro tanto ocurre en el caso de las películas relativas a “La Edad Moderna en Inglaterra” (ss. XV-XVIII), “Francia” o “Centroeuropa”. No digamos si el objeto de catalogación tuviese como objeto inventariar las películas que hablan de la “Historia de Europa” en la primera mitad de la “Edad Contemporánea”, donde las producciones en torno a la “Revolución francesa” o la “Época napoleónica” constituyen un auténtico venero de interpretaciones y exposiciones sobre ambos periodos.
Los inconvenientes mas destacados a la hora de recopilar una filmografía básica sobre el cine centrado en “La historia precolombina y colonial americana”, a nivel de hipótesis, elaborada desde la perspectiva del simple espectador, son, fundamentalmente, las que exponemos a continuación.
En lo que concierne al área de “América del Norte”, la mala conciencia anglosajona sobre el exterminio de la población indígena, llevada a cabo por los colonos procedentes de Inglaterra, Francia y Holanda, ha contribuido a una “ocultación” o “desinterés” sobre este pasado nada heroico, que, por otra parte, no abunda en testimonios documentales escritos por las tribus autóctonas o en restos arqueológicos –debido al carácter nómada de aquellas culturas- que posibiliten recrear el periodo con exactitud. Por otra parte, la llamada “época colonial” de los actuales Estados Unidos, esa un periodo breve que se intensifica, tan solo, entre 1600 y 1785 en la franja atlántica continental y se centra en dos hechos relevantes que ocupan, básicamente, la atención de los guionistas y realizadores cinematográficos: Las guerras contra los indios llevadas a cabo por franceses e ingleses y las peripecias de la Revolución contra Inglaterra que condujeron a la Independencia. Si las masacres contra hurones y mohicanos, carece de pasajes épicos relevantes que justifiquen tales acciones, los sucesos que condujeron a la independencia de las primitivas colonias, si han calado con intensidad en la sociedad americana, hasta el punto de convertirse en el periodo heroico por excelencia, digno de ser recordado y exaltado como el origen de la gran República estodounidense. De ahí que la filmografía en torno a los primeros asentamientos coloniales en Nueva Inglaterra sea tan escasa, y la relativa a los años de la Revolución goce de un mayor número de películas.
No obstante, esta mayor riqueza fílmica sobre la Revolución y la Independencia, ésta palidece ante un fenómeno estrictamente cinematográfico, originado por la industria de Hollywood, y es el que hace referencia al nacimiento de un nuevo género de éxito universal: el “western”. Como su propio nombre indica, el western (“en el Oeste”, “relativo al Oeste”) se opone al Este y lo excluye de su temática. El western desde la época del cine mudo, se dedicó a narrar y exaltar una nueva épica : la de la exploración, conquista y colonización de los vastos territorios situados más allá del río Missouri, que se llevó a cabo, fundamentalmente, cuando ya existían los Estados Unidos como nación y habían dejado de ser colonia dependiente de Inglaterra. Las miles de películas consideradas como westerns, en un noventa por ciento, no pueden, por lo tanto, inscribirse, dentro del cine “de la época colonial” y menos aún precolombino, aunque en muchas ocasiones, sus relatos y argumentos continúen teniendo como objeto las guerras contra la población autóctona indígena (apaches, sioux, cheyennes, comanches, navajos, etc.) y en no pocas, en un esfuerzo excepcional, por honrar a los habitantes originarios de las praderas, muchos filmes hayan tratado de acercarse a las injusticias cometidas por el hombre blanco, y descubrir, incluso, algunos aspectos de su cultura (véanse, por ejemplo, obras como “Un hombre llamado Caballo” y sus secuelas, “Pequeño gran hombre” o “Soldado Azul”).
Las razones del éxito universal del western son complejas y están relacionadas con la épica de la “Nueva Frontera”; el protagonismo global europeo en la gesta, que elimina la culpabilidad exclusiva de ingleses y franceses en el genocidio, diluyéndolo en el resto de los colonizadores europeos a partir del siglo XIX: irlandeses, holandeses, suecos, alemanes, italianos, etc; o en el mito bíblico, renovado, de la “tierra prometida”. Y fue, precisamente, el éxito del western el que acabó eclipsando la producción de otros filmes sobre las etapas históricas precedentes. De aquí que, nuestra catalogación se vea limitada a un número más reducido de filmes.
En lo que respecta al área de la América Latina, las razones de la escasez de producciones, son de índole distinta. Aquí, las fuentes documentales escritas sobre el periodo son mucho más abundantes y los restos arqueológicos y materiales mucho más ricos desde el punto de vista interpretativo -piénsese, tan solo, en los restos de la cultura maya, azteca o inca- , pero la “mala conciencia” de los dos grandes pueblos colonizadores –españoles y portugueses- en torno a la conquista, ha sido un fenómeno más tardío, atenuado por la mezcla de razas y la coartada religiosa de la evangelización de los pueblos indígenas, así como por el rechazo ideológico de la política de ambas Metrópolis, durante muchos años, -régimen de Salazar o de Franco- a asumir culpabilidades en el proceso de conquista. En el caso de España, por ejemplo, no existió, durante muchos años, una idea negativa de su labor en América; todo lo contrario, se exaltó la gesta con toda suerte de visones apologéticas, apoyadas por la Iglesia, consagrando el termino Hispanidad, y solo la madurez de las colonias americanas, tras su independencia, fueron asentando la imagen negativa del proceso hispanoluso de la Conquista, uniéndose al ideario de la llamada “Leyenda negra” forjado desde los países anglosajones rivales de las dos potencias ibéricas.
¿Por qué si España y Portugal, consideraron durante tanto tiempo la colonización y conquista del territorio que va desde el Río Grande hasta la Tierra del Fuego, una hazaña digna de encomio, no la plasmaron en sus respectivas cinematografías? ¿Por qué los países emancipados –Venezuela, Chile, Argentina, Colombia, Méjico, etc.- tampoco insistieron en contar “su verdad” sobre cuanto consideraron como explotación y genocidio? Las causas de este olvido, desde nuestro punto de vista, obedecen, tanto a un lado como a otro del Atlántico, a la debilidad estructural y económica de sus propias industrias cinematográficas, a lo largo de todo el siglo XX, para abordar empresas de gran envergadura como son las relativas a la producción de un “cine histórico” factible. Un género cinematográfico complejo, necesitado, siempre, de enormes capitales para abordar la empresa de la creación de decorados y vestuarios, movilización de masas, recursos técnicos para abordar sucesos bélicos, etc. Posibilidades que, tan solo, estuvieron en manos de los grandes estudios de Hollywood en su época dorada. De este modo todo el gran caudal de documentación histórica sobre Latinoamérica – infinidad de crónícas, “relaciones”, papeleo burocrático de la administración civil y eclesiástica- que duerme en nuestros archivos, no pudo convertirse casi nunca –si olvidamos alguna excepción- en guiones apropiados para su conversión en celuloide.
Cabría preguntarse, por que Hollywood, la famosa fábrica de cine, se olvidó, también de la producción de películas que recreasen el mundo precolombino o colonial de América Central y del Sur, cuando su cine “histórico” abarcó todas las épocas y lugares del mundo, ocupándose de la antigua Roma, Grecia, Egipto, la Edad Media europea, el lejano Oriente, la época napoleónica, la revolución rusa, los temas bíblicos, etc. etc. Se nos ocurren muchas respuestas, a nivel de hipótesis, como hemos expuesto al inicio de estas reflexiones. Pero existe una que nos resulta muy inquietante y que la exponemos a modo de pregunta ¿Cómo Hollywood –sede propagandística de los intereses financieros y políticos de los Estados Unidos- podía alentar, mediante sus películas, sentimientos independentistas, anticoloniales, reivindicaciones justicieras, que denunciarán no solo el genocidio que ellos mismo cometieron con su población indígena, sino la explotación y las ansias de dominio de las antiguas potencias coloniales, a las que, durante el siglo XX, pretendían sustituir los propios Estados Unidos?
Hechas estas observaciones, que pretenden justificar, por el momento, la escasez de títulos en torno al tema que nos ocupa, solo nos queda añadir, un par de cuestiones sobre las películas reseñadas. Salvo excepciones, la mayor parte de ellas, no son estrictamente películas “históricas”. Sobretodo si consideramos el cine” “histórico” como un relato fiel y objetivo, basado en hechos reales y contratados. Este tipo de cine no abunda mucho, sea cual fuere el periodo que recrean las cámaras y argumentos. La mayor parte de los títulos recogidos, se podrían considerar, más bien, como “cine de época”, cuya misión principal es la de recrear ambientes y tiempos pasados, recurriendo a elementos ficticios y combinándolos con situaciones o acontecimientos reales. La Aventura, interfiere, de este modo, en la Historia, en aras del espectáculo y el entretenimiento. En otras ocasiones, las menos, la recreación histórica, es encomiable –véase “La Misión” o “John Adams”-. En un caso u otro, todos los filmes que hemos recogido pueden servir como corolario para ilustrar un momento histórico determinado, siempre que se introduzca en su visión el rigor de la crítica que nos aporta la bibliografía más selecta sobre el asunto. En todos los casos, el cine, es un estímulo vocaional, aunque parta de la ficción o la leyenda, para acercarnos a la realidad histórica