Las cosas no suelen ser casi nunca lo que parecen es un principio elemental de la observación de sociedades y culturas; si esto no fuese así, no haría falta la interpretación, y las teorías serían una mera agregación de datos.
Nuestra sociedad está expuesta al desajuste entre lo que se ve y lo que tan sólo cabe suponer. Un rasgo definitorio es una sociedad invisible; con aspectos de nuestro mundo que sólo percibimos cuando irrumpe algún desajuste de forma dramática.
1. Invisibilidad en la era visual.
Hablar de invisibilidad en una sociedad que se ha auto-declarado transparente es un error de apreciación.
Vivimos en una sociedad en la que parece no haber obstáculo para la visión, pues llevamos doscientos años tratando de iluminar la realidad social.
Nuestra cultura se caracteriza por la exaltación de la imagen visual, es una sociedad acostumbrada a no creer salvo lo que ve y a creerse todo lo que ve; lo que parece suponer la desaparición de lo invisible.
Desde hace tiempo esta visibilidad se ha vuelto ficticia; uno tiene la impresión de que todo está a la vista pero que, los poderes que de verdad nos determinan son cada vez más invisibles, menos identificables, que están en “otra parte”. Los signos son más difíciles de interpretar y tras las apariencias se abre una fosa indescifrable donde se ocultan los verdaderos significados de las cosas que pasan.
En este mundo, todo lo que puede saberse tiene el estatus de suposición o sospecha. “Saber es sospechar”
Lo primero que se advierte es que existe una ceguera propia de la excesiva visibilidad, ver no es lo mismo que comprender. En ello tiene que ver la “cercanía fatal” de la televisión, a su opacidad, que funciona como apariencia de inmediatez social. Los media suscitan una familiaridad y proximidad con las cosas y las personas, pero no permiten ver la otra cara de la realidad.
La visibilidad y transparencia de los medios producen una ceguera específica; la profusión de imágenes puede enmascarar la realidad.
En la era de lo visual el secreto, lo invisible, esta omnipresente en la ubicuidad de lo obvio. La originalidad de las nuevas formas del secreto está en su hipervisibilidad.
“Para construir un secreto no es necesario ocultar; basta con publicar y mostrar”
Nuestro enemigo no es el secreto, la ocultación o la intriga, sino la banalidad, debería de inquietarnos lo demasiado visible; por lo que vivimos en la época del final de la oposición ente lo oculto y lo manifiesto.
Algunos rasgos que hablan a favor de la invisibilidad son:
- Ha tenido lugar una “virtualización de la sociedad”.
- Los espacios deslimitados de la globalización apenas sirven para clarificar el mundo e identificar, lo que torna borrosos los lugares y los estatus.
- El mundo se hace más extraño poblado por los “Objetos Políticos No Identificados”.
- El aumento del saber va acompañado por un crecimiento de zonas de incertidumbre; el hecho de que se hable tanto de la confianza como propiedad central de las relaciones sociales revela la complejidad de un mundo que no es comprobable por uno mismo, poblado de realidades invisibles como el riesgo o la oportunidad.
- Existe una crisis de la presentación (epistémica y política) que nos priva de los sistema de orientación que nos permitirían esquematizar la realidad y reducirla a unas dimensiones manejables; el poder se convierte en algo informe y por eso a la política tiene tantas dificultades para hacerse valer en un mundo globalizado: porque lo propio de la política es hacer visible la responsabilidad, configurar comunidades delimitadas, sujetos a los que poder dirigirse.
2. La dificultad de protestar.
La configuración del mundo actual no permite abandonarse a lo visible y exige interpretaciones más complejas; en buena medida el poder se ha desplazado de los estados nacionales a los conglomerados anónimos que tienen una localización incierta, escapan a las obligaciones de control político y no han de dar cuentas ante ningún electorado. Lo que hace casi tan difícil protestar como gobernar.
“Los poderes mismos son invisibles, inimputables”
Es un mundo en el que los poderes resultan invisibles, la representación equívoca y las evidencias engañosas. Esta invisibilidad se debe a que la interdependencia sistémica de los actores de la economía, la política, la ciencia o el derecho se caracteriza por una ausencia de causas y responsabilidades identificables, así como las asignaciones de mérito; son consecuencias de la globalización.
La novedad de las protestas estriba en que ésta es cada vez más difusa e inarticulada, que en el fondo se proteste de que sea tan difícil protestar.
Y tampoco es sencillo actuar correctamente ante la protesta; para ello se requiere entenderla bien, lo que supone un trabajo de interpretación muy costoso, que comienza no dejándose atrapar por lo inmediato.
El nuevo protestantismo consiste, en que hace por un momento soportable la creciente incomprensibilidad del mundo, su complejidad. Quien protesta deja de estar a la intemperie y salva una convicción de la deriva general del mundo.
“Muchas protestas son erupciones de autoafirmación”
El malestar procede de unas amenazas difícilmente identificables, ha de situarse en un contexto en el que es difícil establecer conexiones causales. Por eso la protesta es equívoca en muchos aspectos:
- En primer lugar es arbitrario el destinatario. El que esos culpables no lo sean tanto o no lo sean en absoluto convierte a esas operaciones expiatorias en protestas virtuales.
- Es difícil saber quién protesta, quién está detrás y qué es exactamente lo que quiere. Al no configurar un sujeto coherente, no contribuye a aumentar la responsabilidad que lamenta.
“Se protesta irresponsablemente contra la irresponsabilidad”
La protesta no quiere cambiar de representante sino modificar el sentido de la representación.
Las protestas además son ambiguas por sus efectos. No pocas veces tienen resultados inesperados. Unos asustan y otros obtienen el beneficio electoral; muchas veces consiguen lo contrario de lo que se esperaba. Las protestas subvierten pero también sirven para estabilizar y pueden ser utilizadas por la autoridad en su propio beneficio.
La responsabilidad comienza recuperándose en el respeto hacia la complejidad de las cosas.
El problema se agudiza cuando resulta que lo rechazado por muchas protestas es precisamente la complejidad. Es peligroso e ineficaz confundir la oposición con la protesta. Los movimientos de protesta apelan a principios éticos y cuando se tiene una ética es secundario si se tiene o no la mayoría. De ahí que la protesta pueda desentenderse completamente de las perspectivas de la gobernabilidad, motivo por el que resulta tan corta de vista.
En la forma actual de la protesta se hace visible la inquietud que procede el aumento general de incertidumbre en la cultura actual. Estamos en un campo de pruebas para la validez del viejo principio de que los sistemas sobreviven si tienen capacidad para aprender de sus críticos.
3. La nueva opacidad social.
La dificultad de protestar se debe a la invisibilidad social. La invisibilidad es el resultado de un proceso complejo en el que confluyen la movilidad, la volatilidad, la fragmentación y las fusiones, la multiplicación de realidades inéditas y la desaparición de bloques explicativos, las alianzas insólitas y la confluencia de intereses de difícil comprensión. La distribución del poder es más volátil, la determinación de las causas y las responsabilidades más compleja, los interlocutores son inestables, las presencias virtuales y los enemigos difusos.
El mundo se constituye como una red, pero hay que advertir que por eso resulta más inabarcable e intransparente ya que la red también es una trama. La sociedad se establece como una trama a partir de interacciones complejas y difíciles de identificar. Una trama es una red considerada desde el punto de vista de su inquietante invisibilidad.
Gracias a los espacios de la representación hemos vivido bajo las condiciones de una relativa seguridad; pero, mediante la globalización muchas de estas delimitaciones se han debilitado y todo apunta a que vamos a vivir en un estado de permanente inseguridad, de territorialidad difusa. No hay límites para el poder o la información, pero tampoco para la destrucción del medio ambiente o del terror.
La expresión “sociedad del riesgo” para calificar a nuestras sociedades es la centralidad de las realidades latentes (efectos secundarios, oportunidades, virtualidad, confianza, expectativas, inseguridades…). Se trata de una sociedad en la que el futuro (algo todavía inexistente) funciona como factor determinante para muchas acciones y vivencias del presente. Buena parte de los nuevos riesgos, escapan completamente de la percepción inmediata.
Otra denominación de la opacidad social es la de “nueva inabarcabilidad”, que caracteriza la complejidad social; un mundo complejo es aquel cuya dinámica no se puede explicar a partir de las interacciones de actores visibles. La complejidad social indica más bien una trama de grandes y pequeños agentes, una multilateralidad cada vez más densa e ingobernable desde un único punto, que sólo resulta explicable desde casualidades circulares.
“Vivimos en un mundo en el que todos conspiran”
El poder es una cosa muy difusa, del mismo modo que no existe, por un lado, quien tiene todo el poder, tampoco hay, por otro, los que no tienen ninguno. La invisibilidad está bien repartida.
4. El retorno del espionaje.
Todo esto sirve para explicar el retorno del espionaje; esta circunstancia implica un cambio cultural y no tanto una mera estrategia, que tiene que ver mucho con la mencionada invisibilidad social. Este retorno del espionaje se debe a que la tradicional oposición entre el poder explícito y el criminal ha sido sustituida por la sospecha, la intriga y la conspiración.
Existe un paralelo entre la crisis de representación y el interés creciente por las novelas de intrigas desde el s. XIX. La actividad investigadora es la narrativa dominante cuando las cosas no se reconocen con facilidad, cuando las apariencias engañan y la normalidad es confusa. La batalla consiste en desarrollar estrategias contra signos opacos.
La importancia de los servicios secretos obedece a las dificultades generales para informase, entender e interpretar la realidad sobre la que se actúa
Los lugares del poder residen en el espacio oscuro de la sospecha, lo “submedial”, el sótano de un mundo mediatizado, en cuya superficie estos lugares no resultan reconocibles.
“La única posibilidad de hacer frente a una conspiración es organizar otra propia”
Todo lo que se muestra se hace sospechoso, es el postulado de una ontología de la sociedad invisible. La realidad no es lo que parece, pero tampoco lo meramente oculto que bastaría con sacar a la luz. Las cosas no son exactamente como se nos muestran, no se agotan en sus signos ni se transparentan en sus manifestaciones.
Lo más verdadero de las cosas es lo que no está presente, la otra cara, lo ausente, inclasificable, lo reprimido, el retraso y la esperanza.
Para comprender la realidad social hay que aceptar que los datos y los hechos no valen para casi nada; los conflictos sociales son guerras hermenéuticas, disputas de interpretación. El mundo de lo visible debe ser interrogado, relativizado y valorado en relación con una segunda realidad, pensada pero en él escondida.
Antonio David Alemañ Martínez.
Esto es un resumen de la práctica del miércoles 23 de marzo.
Sin duda alguna es una teoría muy a tener en cuenta, pues la argumentación que emplea en todas sus ideas es muy convincente, almenos a mí me ha convencido y sin duda me parece muy correcta en todas sus ideas.
Opindad vosotros, un saludo.