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El pirata en la Historia

Pertrechos y armamento

Pertrechos:

El gran problema de los armadores corsarios era conseguir los pertrechos necesarios para acondicionar sus barcos para la navegación. En España desgraciadamente había una gran escasez y por ello son numerosos los armadores que elevan peticiones para traerlos de otros países bien para fabricar sus navíos, bien para arreglarlos.

Por otra parte, en la Península Ibérica sí existían algunas materias primas para los pertrechos, como por ejemplo el cáñamo de Calatayud, los pinos de los Pirineos catalanes, la fábrica de Pólvora en Pamplona, etc.; pero ya sin tener en cuenta su mayor o menor calidad, lo cierto es que la producción era claramente insuficiente como para poder atender las necesidades de la Marina española.

Armamento:

Armamento general:

Los navíos y fragatas de los corsarios solían llevar una pieza de artillería por cada 10 toneladas como media, debiendo añadirse algún pedrero. Las embarcaciones más pequeñas, de 20 toneladas o menos no tenían a veces ninguna pieza aunque sí tenían algunos pedreros u otro tipo de pieza menor.

Esta era también la media de los buques mercantes. Sin embargo, muchos mercantes, especialmente los pequeños, iban desarmados según se deduce de los apresamientos. La causa probable es que desearan llevar toda la carga posible y que sus tripulaciones eran demasiado escasas como para atender a demasiadas piezas de artillería.

En la documentación se suele hablar de “piezas de artillería” sin llegar a distinguir el subtipo. Pero si tenemos algunos datos acerca de los calibres más utilizados y sabemos que predominaba la artillería de pequeño calibre, aunque no faltasen piezas de tipo medio. También sabemos que la artillería que tenían los buques corsarios solían ser de hierro colado, no de bronce (salvo excepciones) que si bien era de mayor eficacia, resultaba mucho más cara.

El cañón pedrero, mencionado anteriormente, no es un único cañón, sino que el mismo nombre engloba varios tipos de cañones: las águilas, los medios cañones pedreros y los pedreros cortos. Estos cañones lanzaban proyectiles de piedras con mayor peso que las piezas de artillería, pero con menor alcance y precisión. Sin embargo, eran especialmente útiles en el combate corto y el abordaje, por lo que fue una de las armas preferidas de los corsarios.

Como piezas de horquillas situadas en la borda hay referencias a versos, falconetes, trabucos, pasamuros y esmeriles, todas de pequeño calibre.

Armamento personal:

En cuanto al armamento personal, la tripulación llevaba un armamento ligero, en el que destacan el mosquete y el pistolete. El mosquete es el arma más mencionada. Su éxito se debía a que disparaba tanto pelotería de plomo como metralla de hojalata y desplazó al arcabuz por su ligereza y facilidad de manejo. Sin embargo, del pistolete se dice que era el arma más útil en el abordaje y que lograba impedir el uso de los pedreros enemigos. También se nombran otras armas de fuego como arcabuces y escopetas

Entre las armas blancas más nombradas están el chuzo (muy útil por su pequeño tamaño  y por poder usarse tanto a modo de jabalina como de lanza), alfanjes y hachas de abordaje. Como armas defensivas tenemos rodelas y petos.

Fuentes consultadas:
-E.SOLA. “Un Mediterráneo de piratas: corsarios, renegados y cautivos”

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El espectáculo de la piratería: cine y teatro

Piratas del Caribe

Si hay alguna película que se lleve la palma en cuanto a hablar de películas taquilleras de piratas se refiere, esa es, evidentemente, Piratas del Caribe.

De hecho ha sido tal su recaudación que la cuarta película de la saga ya está rodada y en marcha para la próxima primavera.

La primera película, la original, es a mi entender la mejor, ya que en ella podemos ver cómo es un auténtico pirata. De las siguientes no hablaré pues son la continuación de la historia principal, en la que se mezclan historias personales.

En esta primera película tenemos la ocasión de ver cómo sería la vida pirata en pleno siglo XVII. Pasando por el calabozo, el ataque a un puerto marítimo, abordajes, peleas en alta mar, un tesoro e incluso podremos ver la mismísima Tortuga.

A parte del componente fantástico que forma uno de los elementos centrales en la trama, también tiene algo de comedia, acción y una recreación bastante real de los piratas. Es una de las películas que no pueden faltar en la colección de un aficcionado a la piratería.

Aquí dejo el trailer para la próxima película que saldrá a los cines en mayo de 2011 y que admito que tengo muchas ganas de ver.

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Aventuras y leyendas

La Isla Tortuga

La isla Tortuga, situada en la costa occidental de la actual Haití (antigua “La Española”, colonia hispana), fue durante muchos años bastión de aquellos piratas sin ley que abordaban todo barco, especialmente español, en busca de botín.

La Tortuga, así como otras islas caribeñas fueron la clave para defender el comercio procedente de España y para afianzar las posesiones en el nuevo continente; desgraciadamente, las autoridades no supieron reconocerlo a tiempo. Uno de los errores cometidos en el tiempo del colonialismo español en América fue el de no asegurar nuestras posesiones insulares en el Caribe, sin advertir su importancia.

El primer asentamiento español en  islas antillanas tuvo lugar en la de San Cristóbal. Desde entonces, las demás potencias comenzaron a ocupar el resto de islas. A partir de 1625 los británicos se adueñaron con la necesaria fortificación en varias islas. También Francia, Holanda e incluso Dinamarca se asentarían en las diferentes islas caribeñas.

Por desgracia, España no supo advertir a tiempo la privilegiada situación de esas islas (sobretodo ahora que estaban en su mayoría en poder extranjero).

En la isla Tortuga la situación llegó a ser alarmante y peligrosa, pues los bucaneros que allí se instalaron, lejos de contentarse con las reses que mataban en la vecina costa de la Española, decidieron a atacar a los colonos allí establecidos. Tal fue el peligro, que el rey Felipe III ordenó en 1603 que los pobladores españoles se concentraran en la costa oriental, especialmente en Santo Domingo, abandonando la costa de la Tierra Grande, que se encontraba en frente a la isla de los piratas. Este hecho fue aprovechado por bucaneros y filibusteros para poner pie en gran parte de la costa noroccidental de la Española. Francia supo ver la oportunidad que se le presentaba y decidió tomar una parte importante de la isla y no abandonarla jamás.

La Tortuga fue recuperada por la armada de Don Fadrique de Toledo en 1629, pero solo consiguió avivar la atención de los vencidos, que la retomaron rápidamente.

Ya en 1640, el francés La Vasseur comienza la colonización de la isla Tortuga y poco después de la parte occidental de la Española. Iniciaron el cultivo del tabaco y la caña de azúcar, además de aprovechar la mucha carne y el lucrativo contrabando. Se estableció en este tiempo la isla Tortuga como base permanente de bucaneros y excelente refugio para todos aquellos que atacaban nuestro comercio marítimo.

La isla Tortuga cambiará de manos alternativamente a lo largo del siglo, pero el dominio francés quedará asegurado en 1697.

El principal peligro para el comercio marítimo español en aguas del Caribe en el siglo XVII estuvo representado por buques de los llamados “Cofradía de los Hermanos de la Costa”, conjunto de hombres de diferentes nacionalidades que a sí mismos se denominarían libertarios. A primeros de siglo, estarían establecidos en la costa norte de la Española, pero en 1620 serían atacados y vencidos por tropas españolas. Los supervivientes llegaron a Tortuga y se establecieron allí de forma permanente.

Tortuga era una tierra donde se vivía en libertad, sin prejuicios de nacionalidad o religión, sin idioma común ni propiedad individual referida a la tierra. Los hombres vivían sin actividades obligatorias, sin códigos ni tributos. Se decían libres de toda tiranía y escogían a un capitán o gobernador para que los mandara cuando la situación así lo exigía y además por votación entre ellos. Sin embargo, a finales del siglo XVII, las potencias coloniales dieron fin a esta experiencia de libertad.

La isla Tortuga será víctima de un gran vaivén durante el siglo XVII: controlada de forma inestable por los franceses, reconquistada por españoles en el 1654, pasará a manos inglesas para ser entregada más tarde al francés Jeremie Deschamps de forma amistosa en 1659. Cinco años más tarde la venderá a la Compañía Francesa de las Indias Occidentales. En 1674 se disuelve la Compañía y sus posesiones pasarán a la Corona francesa. Cabe destacar que bajo el mandato del gobernador francés D’Ogeron, tendrá lugar la edad de oro del filibustero contra los buques españoles.

Los problemas y cambios continuarían durante el siglo XVIII hasta convertirse en patrimonio de familias nobles o adineradas.

Fuentes consultadas:
-R.ABELLA. “Los halcones de mar. La gran aventura de la piratería”.
-L.DELGADO. “La Tortuga. Isla de corsarios y piratas”. Historia de Iberia Vieja nº 19

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El pirata en la Historia

Barbarroja



Todos conocemos el nombre de Barbarroja y lo identificamos como un famoso y temible pirata, sin embargo, vamos a intentar descubrir la verdadera figura de Barbarroja.

Para empezar, Barbarroja no fue solo una persona, sino una misma familia. Aruch (el primer Barbarroja) procedía de la isla de Lesbos y era hijo de un alfarero cristiano. Tras renegar y abjurar de la fe cristiana se embarcó en una galeota turca como corsario en busca de fortuna. Aprovechó asimismo para formarse en la lucha contra las naves cristianas que operaban desde la isla de Rodas contra los turcos (que estaban en plena expansión por el Mediterráneo tras tomar Constantinopla en 1453.

Al parecer, la galera turca en la que se encontraba fue apresada y él condenado a remar en la galera de la nave de los Caballeros de Rodas. Allí fue donde nació el apodo de Barbarroja (por el color de su barba).  Según la leyenda, Aruch consiguió hacerse con un cuchillo y logró desencadenarse (hiriéndose un pie). Llegó nadando a tierra y se dirigió a Estambul. Tras un período de miseria logró entrar en un barco corsario como timonero. Una vez allí se ganó la voluntad de los remeros y encabezó un motín que le hizo conseguir el control del navío.

La conquista de Granada por los Reyes Católicos llevó al destierro y emigración de miles de musulmanes a Berbería que se trasladaron sin a penas pertenencias e impotentes y sedientos de venganza. En estas circunstancias se produjo la llegada de Barbarroja a las costas africanas. Aruch se dispuso a convertirse en azote de la cristiandad.

Comenzó atacando dos naves pontificias que navegaban por el Mediterráneo. Según cuenta la historia, Barbarroja atacó el primer barco (a pesar de estar en una clara inferioridad de condiciones) y consiguió un éxito total. Tras esta primera victoria, Barbarroja ideó un plan para atacar la segunda: todos sus hombres se vestirían con las ropas de los marineros de la  primera nave asaltada.  La estratagema surtió efecto y la segunda nave se acercó completamente engañada, siendo atacada por sorpresa. Cuando días después Barbarroja llegó a Túnez con sus dos valiosas presas, su nombre empezó a extenderse y a cobrar fama como hábil guerrero.

Su siguiente objetivo fue una nave española que transportaba soldados. El rey de Túnez acreditó su triunfo otorgándole una serie de credenciales que le permiten: “acogimiento a los puertos de su Reino y provisión que le fuera menester para el corso”. La patente de corso le autorizaba a llevar alguna nave real a cambio del pago de la décima.

A comienzos del siglo XVI el enfrentamiento entre las potencias cristianas y el Islam estaban llegando a alcanzar una enorme tensión. España respondió ante la impunidad con la que actuaban Barbarroja (y otros corsarios) en el Mediterráneo mediante una política expansiva dirigida hacia el norte de África. Además en este momento aparece Pedro Navarro, contrapirata cristiano al servicio de Fernando el Católico y que protagonizó la toma de Orán, Bugía y Trípoli. Finalmente su aventura terminó en un gran desastre en aguas de Djerba a mano de los berberiscos.

La leyenda y creciente fama de Barbarroja hace que cientos de turcos se unan al corsario en busca de aventuras y botín. El rey de Bugía pidió ayuda a Aruch quien se dirigió al lugar con sus seguidores y lo sitió. Sin embargo, en el sitio de Bugía perdió un brazo (se dice que se haría poner un brazo y una mano de plata).

Tiempo después, en 1514, protagonizó un nuevo ataque contra Bugía ante la impotencia de la anterior derrota. Sin embargo, este ataque le saldría caro pues en él moriría su hermano Isaac. La leyenda dice que para este ataque, Barbarroja tuvo la idea de que una vez desembarcados todos los tripulantes, los navíos fueran quemados, con el fin de que sus hombres privados de la retirada, lucharan como pudieran hasta morir. Pero la resistencia de los defensores fue determinante para la derrota de Barbarroja.

Ya retirado en Yiyel vio la necesidad de obtener una victoria que reestableciera su fama. Se dirigió a Sicilia y se topó con tres barcos cargados de trigo y bastimentos navegando rumbo a España.

En esos momentos, Argel (tributaria de los españoles) le llamó pidiéndole ayuda. Cuando Barbarroja se acercaba a Argel, se dirigió a Chercherll donde había instalada una colonia de moriscos españoles procedentes de Valencia y Aragón y donde se encontraba el corsario Carasán. Barbarroja lo asesinó demostrando que no toleraría competencia. Tras esto, los moriscos exiliados se adhirieron a su tripulación y Barbarroja entró de esta manera en Argel. Sin embargo, cuando Selim ben Tumi, rey de Argel, se dirigió a él para agradecerle la hazaña, Barbarroja (sabiéndose caudillo de turcos, cabiles, moriscos y berberiscos) le dio muerte. Aruch se apresuró a proclamarse rey, creando una corte a la que acudiría su hermano Jeredín.

Se dice que la crueldad de Aruch rayaba el sadismo, tenía una gran ambición (guerreó contra el rey Hamid de Tenes y contra el rey Abdallah de Tlemecen) y su insolencia le llevó a entrar en contacto con el rey de Fez a fin de crear un amplio frente anticristiano. Esto último hizo reaccionar a los españoles de Orán. En 1518 el gobernador marqués de Comares llevó a cabo un esfuerzo de recluta y pertrechos para enfrentarle. Barbarroja supo ver la superioridad hispánica y optaría por retirarse con todas las riquezas que se pudo llevar.

Sin embargo, las tropas españolas continuaron en su búsqueda y finalmente sería cercado en una corraliza. Tras pelear con desesperación hasta que fue alcanzado por una pica y, al caer herido al el suelo,  García de Tineo aprovechó la ocasión y le cortó la cabeza, la cual llegaría a Orán como trofeo.

Aunque la  muerte de Aruch Barbarroja fue muy celebrada y los españoles sintieron que se quitaban un gran peso de encima, la realidad era que su hermano, Jeredín Barbarroja vivía aún (tenía alrededor de 33 años) y estaba dispuesto a continuar la acción de su hermano mayor.

Fuentes consultadas:
-E.SOLA. “Un Mediterráneo de piratas: corsarios, renegados y cautivos”
-R.FEIJOO. “Corsarios berberiscos: reino corsario que provocó la guerra más larga de la Historia de España”

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El pirata en la Historia

Función política del corso en el siglo XVII

El corso aparece en la Baja Edad Media con el desarrollo del Estado Moderno y su origen se encuentra en la intención del estado de controlar la piratería de sus súbditos y utilizarla a su favor para la realización de sus propios objetivos.

*Para saber las diferencias entre corsario y pirata dirígete a la entrada “Los corsarios”.

Al parecer, el corso fue utilizado por la Monarquía española como un arma más en la compleja lucha militar y política contra las Provincias Unidas y contra Francia, una potencia creciente.

Sin embargo, a lo largo del siglo XVII los objetivos de la Corona y sus posturas con respecto al corso variarán en varias ocasiones. En un principio, se considerará como una valiosa arma de apoyo (tanto militar como económica) y por tanto podremos observar un gran interés por su desarrollo (por ejemplo en proyectos de organización o ayudas económicas).

La derrota de las Dunas, la caída del conde-duque de Olivares (1643) y el desarrollo del principio de libertad de los mares que obligaron a dar licencias a mercantes enemigos, dieron lugar a cierta crisis del corso y el Gobierno español llegó a considerarlo como una molestia en su política. La Corona española acabaría cambiando de postura respecto al corso, aunque con diferencias de opiniones entre los Consejos (incluso dentro de los mismos).

La guerra contra Cromwell y el “bloqueo” de Portugal revalorizaron al corso como arma militar y política. Esta segunda fase de apoyo (aunque más débil que la anterior) se extiende de 1655 al 1668.

En 1675 se dio el último intento de utilizar a los corsarios como ayuda en operaciones militares. Desde entonces, la postura del Gobierno español fue de un cierto desentendimiento del corso.

Pero, ¿Cuáles eran los objetivos que quería conseguir la Corona permitiendo el corso?

Por un lado, la defensa de las costas españolas frente a corsarios enemigos y como consecuencia, la seguridad del comercio español. Básicamente esta era la justificación moral del corso.

Por otro lado, el ataque al comercio enemigo. De hecho, los corsarios españoles ayudaron a la Armada Real  reconociendo o tomando noticias del enemigo, llevando mensajes de la Corona, transportando material bélico y socorriendo plazas sitiadas. A lo largo del siglo, los corsistas colaboraron con la Armada española evitándole distraer sus fuerzas en misiones de tipo secundario.

Un objetivo que no se llegó a conseguir fue el siguiente: que de sus actividades saldría marinería para las Armadas Reales. De hecho, el corso, no sólo no daba marinería a la Armada, sino que incluso la sustraía al ofrecer mejores posibilidades económicas.

Por último, también tendrían el objetivo de aumentar el poder naval de España sin gasto para su Hacienda (o con un gasto mínimo al menos).

El corso fue por tanto, un arma más de las utilizadas por la Monarquía española en sus enfrentamientos con otras potencias durante el siglo XVII.

Fuentes consultadas:
-R.ABELLA. “Los halcones del mar. La gran aventura de la piratería.
-E.SOlA. “Un Mediterráneo de piratas: corsarios, renegados y cautivos”
-R.FEIJOO. “Corsarios berberiscos: reino corsario que provocó la guerra más larga de la Historia de España”

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El espectáculo de la piratería: cine y teatro

La Isla de las Cabezas Cortadas

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La película “La Isla de las Cabezas Cortadas” (Cutthroat Island) fue dirigida por Renny Harling y protagonizada por Geena Davis (Morgan), Matthew Modine (William Shaw) y Frank Langella (Perro Adams). Se estrenó en 1995.

Morgan, la hija de un capitán pirata que acaba de ser asesinado, tomará el control del barco de su padre (Estrella de la Mañana) y se embarcará hacia la búsqueda de un tesoro del cual tiene un tercio del mapa. Los otros dos tercios pertenecen a sus tíos, e irá en su búsqueda. Sin embargo, Perro Adams (su tío) intentará por todos los medios acabar con su sobrina y encontrar primero el tesoro. Para poder descifrar el mapa, comprará como esclavo a William Shaw, quien dice conocer el latín.

Tras enfrentarse a numerosos peligros y amenazas, entre ellos un intento de motín o la persecución de su tío y de la armada británica, Morgan llegará a la Isla de las Cabezas Cortadas donde tendrá que conseguir obtener su tesoro.

Este es un film típico de piratas en el que se unen todos los elementos que componen la imagen típica de un pirata: la búsqueda de un tesoro, batallas en alta mar, abordajes, luchas de espadas y piratas borrachos.

Sin embargo, he de confesar que es una de mis películas favoritas. Mezcla acción, historia, la intriga de una búsqueda y una historia de amor.

En cuanto a lo histórico, la película se centra más en reflejar la típica imagen de un pirata que en representar la figura histórica del pirata. Sin embargo, el resultado tampoco queda muy lejos de la realidad y, como no existe la isla que da nombre a la película ni el tesoro que en ella se dice que se escondió, lo que nos queda es una película de acción ambientada (con más o menos precisión) en el siglo XVII.

Lamentablemente hay que señalar que es conocida por haber obtenido una pésima recaudación en su estreno.

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Aventuras y leyendas

La bandera pirata

¿Cuál es la imagen que todos tenemos de la bandera de un pirata?

La respuesta está clara: una calavera sobre dos tibias o dos sables cruzados en una gran bandera negra. Y ¿de dónde hemos sacado esa imagen? Claro está que la hemos sacado de las diferentes películas, libros, u obras teatrales con las que hemos podido crecer. Pero, ¿cuál es la realidad sobre esta bandera? ¿Cuándo fue avistada por primera vez y quién la inventó?  Vamos a intentar responder a esta última pregunta.

Sobre esta típica bandera pirata existen dos hipótesis que serían las más probables.

La primera nos cuenta que un día del año 1700, Poole, un capitán de la Armada Real inglesa avistó en aguas de Santiago de Cuba un barco comandado por el pirata francés Emanuel Wynne quien, al ver el navío inglés izó una bandera negra sobre la que se observaba una calavera con dos tibias cruzadas y un reloj de arena. Tras intercambiar varios cañonazos (sin mayores consecuencias para ninguno de los dos barcos), al llegar a puerto, el capitán envió un informe en el que dejó constancia de la existencia de una bandera pirata por primera vez.

Otra versión dice que en septiembre de 1723, el Princess Gallery que transportaba negros desde África, al aproximarse a las Barbados vio su capitán, un navío que enarbolaba una bandera negra con una calavera y dos alfanjes cruzados. Esta nave  amenazó al Pincess Gallery, que al verse en inferioridad de condiciones no tuvo más remedio que darse por capturados. Los asaltantes apresaron a los marineros y obligaron al cirujano al carpintero y al cocinero a unirse a ellos (dos marineros aprovecharon para enrolarse en la tripulación). Tras esto, el Princess Gallery fue liberado y pudo seguir su ruta. De esta manera, al llegar a Barbados, el capitán informó de la innovación de la bandera pirata.

Sea como fuere, el caso es que a partir de comienzos del siglo XVIII, el símbolo de la muerte quedó incorporado a los signos externos de la piratería. Este emblema fue perpetuado y extendiendo. Desde entonces, esta imagen se convirtió en una visión que helaba la sangre de cualquier viajero o marinero que tuviera la mala suerte de divisarla.

A continuación, algunas de las temibles banderas piratas que surcaron los mares sembrando el terror:

Bandera del pirata Edward England:


Bandera del pirata Edward Teach, alias Barbanegra:

Bandera del capitán Henry Every:

Bandera del pirata John Rackman:

Bandera del pirata Bartholomew Roberts:


Bandera del pirata Edmund Condent:

Bandera del capitán Richard Worley:

Más información en: http://www.isladelcofre.com/01banderas.htm

Fuentes consultadas:
-R.ABELLA. “Los halcones del mar. La gran aventura de la piratería”.
-http://www.isladelcofre.com/01banderas.htm

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El pirata en la Historia

La figura del negrero

La noticia de que los españoles estaban importando africanos para el trabajo en las plantaciones de sus nuevas posesiones americanas llegó hasta tierras británicas.

John Hawkins (de familia adinerada) vio entonces  una gran oportunidad para llenar sus bolsillos compitiendo en el mercado negro del Caribe. Como la demanda era alta, el mercado de negros en el Caribe ofrecía grandes expectativas respecto a los beneficios que podía ofrecer, pero para ello, era necesario  conseguir burlar las leyes que vetan a protestantes y a extranjeros en general el intercambio de mercancías con las plazas de soberanía hispánica.

Hawkins se dirigirá a Sierra Leona y conseguirá un cargamento de 300 negros. Más tarde se dirigirá a los puertos de Cartagena y Santiago. La venalidad y sobornabilidad de gobernadores y funcionarios le permitirán a Mr. Hawkins hacer negocio. Ingeniándoselas con diferentes estrategias llegará a puertos hispanos y conseguirá colocar la “mercancía” transportada (por ejemplo, recalando por “equivocación” en el puerto deseado o pidiendo entrar en dicho puerto harto de capear un supuesto temporal). Sabrá persuadir y llevarse bien con las autoridades coloniales para conseguir sus fines comerciales.

Por ejemplo, en 1562 partió de Plymouth hacia la costa de Guinea donde cargó 300 nativos en sus buques. Con este cargamento llega a La Española y vende sin problemas su carga a los plantadores españoles que no tienen reparos en burlar las leyes con tal de conseguir nuevos esclavos a buen precio.

Este éxito le aseguró una importante financiación para el siguiente. Por ejemplo, la mismísima reina Isabel autorizará la utilización del buque armado Jesus of Lubeck como nave insignia de la escuadra.

La habilidad de Hawkins le permitirá de nuevo sortear las prohibiciones y colocar su mercancía de esclavos de puerto en puerto.

Al terminar su expedición, el beneficio con respecto a lo invertido había sido del 60% ; el negocio estaba claro: reventar el monopolio hispánico de la trata de esclavos.

Se calcula que en transcurso de los cuatro siglos siguientes se llevaron de África a América doce millones de negros de ambos sexos. Sin ellos hubiera sido imposible la explotación exhaustiva de las plantaciones de azúcar, café, tabaco y algodón, base de las grandes fortunas indianas.

Fuentes consultadas:
E.SOLA. “Un Mediterráneo de piratas: corsarios, renegados y cautivos”
R.ABELLA. “Los halcones del mar. La gran aventura de la piratería”.

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El pirata en la Historia

Los corsarios

corsario

Hoy en día es muy fácil confundir el concepto de corso con el de pirata. Pero vamos a intentar señalar que hay una diferencia, y por tanto no son realmente palabras sinónimas.

Desde el punto de vista jurídico la diferencia entre pirata y corso es clara. José Luis de Azcárraga define en su libro “El corso marítimo” al corso como “la empresa naval de un particular contra los enemigos del Estado, realizada con el permiso y bajo la autoridad de la potencia beligerante, con el exclusivo objeto de causar pérdidas al comercio enemigo y entorpecer al neutral que se relacione con dichos enemigos”. Sin embargo, define la piratería como “aquella expedición armada o empresa por mar con un fin lucrativo y sin tener autorización del Estado”

Las diferencias entre corso y pirata en teoría son las siguientes: el corsario necesita una licencia o patente de su soberano para navegare en corso; sólo puede atacar barcos enemigos o navíos neutrales con contrabando de guerra, dando fianza para responder ante las presas declaradas ilegales, y sus presas son legitimadas en un juicio posterior (en este punto la Corona española fue muy estricta). El pirata sin embargo, navega por su cuenta atacando a todo barco que se encuentra y su presa es considerada jurídicamente un robo, no adquisición legítima.

Pero en la práctica, estas diferencias no están demasiado claras. Existían dos tipos de corsarios, el corsario general, concedido en tiempos de guerra a súbditos que actuarían entra los buques del enemigo; y el corsario particular, que actuaba en tiempos de paz contra el ofensor (tras haber expuesto la supuesta ofensa o daños efectivos o imaginarios). Este último corso es el más cercano a la piratería y en la práctica lo fue muchas veces.

Sin embargo, España concretamente, fue un país con escasa tendencia al corso. La prohibición o no del corso es ya otro tema ya que a pesar de haber sido prohibido en la Pragmática del 12 de enero de 1489,  Fernando el Católico lo permitiría sin restricciones a guipuzcoanos y vizcaínos y lo consintió en mares italianos. En África si estaría prohibido. En ocasiones se concederían “cartas de represalia” a los mercaderes castellanos afectados por la piratería de Europa Occidental. En el siglo XVII los españoles se referían a estos como armadores y capitanes de corso o corsistas, y reservaban el término corsario para los de las naciones enemigas. Sólo en la última década del siglo se comienza a mencionar a los españoles como corsarios, pero no en todas las ocasiones.

Fuentes consultadas:
E.SOLA. “Un Mediterráneo de piratas: corsarios, renegados y cautivos”.

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Aventuras y leyendas

Mitos y Realidades

¿Existían los tesoros ocultos en islas?

Es una creencia generalizada que los piratas escondían tesoros robados a los galeones en islas desiertas. Se dice que Henry Morgan ocultó tesoros en verias islas de las Bahamas y aún hay quien busca el legendario tesoro oculto del capitan Kidd. No hay duda de que Robert Louis Stevenson, con su novela La isla del Tesoro, publicada en 1883 contribuyó a tan extendido mito.

¿Tuertos y mutilados?

Los piratas estaban expuestos a sufrir graves heridas debido a la dureza de la vida a bordo y a los ataques habituales de otras naves. Las heridas en piernas, brazos u ojos eran frecuentes y los cirujanos de la tripulación, duchos en cauterizaciones al rojo vivo, terminaban por conseguir que las patas de palo, los bastones o los parches fueran algo habitual.

¿Abordaban grandes barcos o naves modestas?

Las flotas compuestas por varios barcos piratas saquearon naves de gran envergadura, que a veces convertían en su buque insignia, como el Fortune, buque de guerra francés capturado por el pirata Bartholomew Roberts en 1720 y convertido en el impresionante Royal Fortune. Pero normalmente la mayoría de piratas asaltaban pequeños barcos mercantes, pobremente armados y con una tripulación escasa, y gran parte del botín consistía en equipamiento del barco y artículos necesarios.

¿Eran vulgares bandidos o idealistas libertarios?

La mayoría de piratas fueron antiguos marineros que se rebelaron contra la discipina (a veces tiránica) de sus superiores. De ahí que al convertirse en piratas, intentaran instaurar una especie de democracia igualitaria en la que se hiciera lo que la mayoría quisiera. Llegaron a existir, de hecho, comunidades gobernadas por piratas (como Libertatia en Madagascar). Si embargo, lo cierto es que su principal motivación era la obtención de un buen botín.

Fuentes consultadas:
M. LARA MARTÍNEZ.”Piratas, el terror del Caribe”.Historia National Geographic nº 62

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El espectáculo de la piratería: cine y teatro

Piratas de Penzance

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Este es un fragmento (solo la parte de una de las canciones) de la obra “Los Piratas de Penzance” representada por la compañía Dagoll Dagom en 1998. En concreto este video es de la representación en catalán.

Esta es una obra cómica en la que Federico, un aprendiz de pirata, al cumplir los 21 años obtiene su libertad, pues su contrato para con los piratas ha expirado. Federico, para sorpresa de todos decide que odia a los piratas y que dedicará su vida a perseguirlos.Cuando ya es libre, se enamorará de Marta, la hija de un gran mariscal.

Sin embargo, por una cómico capricho del destino, el mismo día que pretende acabar con los piratas definitivamente, se entará de que deberá continuar del lado de los piratas o de lo contrario, no cumpliría con su inquebrantable sentido del deber.

He tenido la oportunidad de ver esta obra (yo la he visto en castellano) y mi opinión es que es que vale mucho la pena. En esta producción de Dagoll Dagom, los momentos cómicos son contínuos, por lo que se asegura pasar un buen rato. A pesar de que esta obra se llevó a escena hace algo más de 10 años, la obra de Los Piratas de Penzance es una obra compuesta por Arthur Sullivan estrenada en Nueva York a finales del siglo XIX, por lo que estoy segura de que volverá a llevarse al teatro tarde o temprano. En conclusión: recomiendo esta obra si te apetece reir, entretenerte y pasar un buen rato. En cuanto al aspecto histórico no tengo nada que señalar pues no es una obra que pretenda una precisión histórica en ningún momento.

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Aventuras y leyendas

La vida a bordo

barco

La vida de un pirata no era fácil.

El pirata pasaba la mayor parte de su vida en la mar, sobre un barco, por ello, vamos a explicar brevemente en qué consistía esta dura vida marítima.

Comencemos pues nombrando los posibles “cargos” que existirían en un barco pirata: para empezar, obviamente tendríamos al capitán, quien daría las órdenes y a quien todos obedecen. Por supuesto tenía otras ventajas, como por ejemplo: en el reparto del botín, tenía preferencia.

El”segundo de a bordo sería el “quatermaster”, quien se encargaría de diversas funciones, desde la salvaguarda del botín al mantenimiento de la disciplina (aplicando diferentes tipos de castigos).

Otros cargos serían por ejemplo el “nostramo”, con experiencia en la navegación y a cuyo cargo estarían palos, velas, vergas y jarcias. El artillero, responsable del ciudado de los cañones, de la munición y de la vigilancia de la armería. Por último, pero no menos importante, el cirujano, responsable de esas patas de palo o garfios tan típicamente piratas.

El cocinero y marmitón cuidaba de la cocina y los ahumados, dieta que se alternaba con el abadejo y demás pescado fresco.

La parte que le tocaba al resto no era precisamente “pegarse la gran vida”, pues el trabajo a bordo era constante (tensando las drizas, apretando los estays, arreglando las lonas estropeadas, achicando el agua embarcada, reforzando los cabestrantes…). Por otra parte, el dormir en litera era un lujo solo accesible al capitán o a sus segundos, los demás se tumbaban sobre esteras o en cualquier rincón recogido y seco que pudieran encontrar.

Casi todos los piratas eran marinos que habían servido en barcos mercantes o en armadas reales y decidían convertirse en filibusteros al encontrarse de repente sin ocupación. El salto a la piratería se daba a veces por un motín o al ser capturado por piratas, en cuyas tripulaciones muchos se enrolaban voluntariamente y otros a la fuerza.

En una embarcación toda hecha de madera, arreglada y rejuntada con pez y alquitrán, existía a bordo un gran peligro: el fuego. Si el barco prendía, ya podían salir nadando bien lejos del lugar. Por esa razón, el fogón de la cocina se realizaba sobre piedras y se rodeaba con un enladrillado.

El barco pirata estaba continuamente a merced del oleaje y de la mar profunda, por ello, los riesgos del “mal del mar” no perdonaban ni al más experto marinero. De hecho, los desastres marítimos sufridos por las naves piratas fueron incontables.

La organización de la vida pirata se asentaba en un principio sobre bases democráticas (recordemos que por ejemplo el pirata Misson llegó a crear un estado pirata en el que los postulados de libertad, igualdad y fraternidad se hicieron efectivos medio siglo antes de la Revolución Francesa), sin embargo, la sensación de libertad que proporcionaba este tipo de vida no sujeto a ninguna ley (en principio), era propensa a degenerar en anarquía. Aunque la gran mayoría de veces, unos latigazos solucionaban el problema. El sistema de votación resolvía cualquier diferencia, la mayoría imponía su criterio (incluso tenían el poder para deponer al capitán pirata si, a su juicio, no reunía las condiciones requeridas). Este sistema se aplicaba incluso a ladrones, asesinos y delatores de sus propios compañeros. Aquellos que osaran desertar y denunciar a sus antiguos compañeros serían perseguidos sin piedad. A los soplones se les aplicaba el “marooning”, que consistía en abandonarlos en una isla desierta sin más provisión que una botella de agua, una de pólvora y un arma. A asesinos, delatores o ladrones (de su preciado botín) algunos piratas les imponían un castigo muy de moda en la época: cortarles la nariz y las orejas.

Una típica imagen que solemos tener de un pirata es con una botella de ron en la mano o bien cantando una canción sobre cualquier tipo de bebida alcocholica. Lo cierto es que el alcohol tenía una enorme importancia a bordo, y la falta de éste era causa de  motines y alteraciones. De hecho, el casi permanente estado de embriaguez de los piratas hacía que en ocasiones se vieran absolutamente incapaces de defenderse ante un ataque. Para demostrar la importancia del alcohol citaré un fragmento del diario de a bordo del capitán Teach (también conocido como Barbanegra):

“1718. El ron, agotado. La tripulación un poco sobria. Una maldita confusión entre nosotros. Síntomas de motín. Todo el mundo habla de separarse. Yo pongo toda mi urgencia en cazar botín. Por fin saqueamos un barco con un gran cargamento de licor; de este modo la tripulación ha entrado en calor; están borrachos; las cosas han vuelto otra vez a su cauce.”

Barco Pirata

Fuentes consultadas:
R. ABELLA. “Los Halcones del Mar. La gran aventura de la piratería.

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PIRATAS

¡Hola bucanero!

Si te gusta la Historia y te apasiona la vida pirata, ¡este es tu lugar!

Como primera entrada y para realizar la mejor descripción de un pirata, utilizaré una de mis poesías favoritas. Con ella, Espronceda nos introducirá en este mundo de malhechores, criminales y marineros:

La canción del pirata.

Con diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela
un velero bergantín.
Bajel pirata que llaman,
por su bravura, El Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.

La luna en el mar riela
en la lona gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y va el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá a su frente Istambul:

Navega, velero mío
sin temor,
que ni enemigo navío
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.

Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

Allá; muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra;
que yo aquí; tengo por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.

Y no hay playa,
sea cualquiera,
ni bandera
de esplendor,
que no sienta
mi derecho
y dé pechos mi valor.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

A la voz de “¡barco viene!”
es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo a escapar;
que yo soy el rey del mar,
y mi furia es de temer.

En las presas
yo divido
lo cogido
por igual;
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena,
colgaré de alguna antena,
quizá; en su propio navío
Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di,
cuando el yugo
del esclavo,
como un bravo,
sacudí.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

Son mi música mejor
aquilones,
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.

Y del trueno
al son violento,
y del viento
al rebramar,
yo me duermo
sosegado,
arrullado
por el mar.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

José de Espronceda