Después de unos días de haber sido atendidos por los pueblos nativos, Cabeza de Vaca aprendió más acerca de su confianza y la compasión, generada por su don de entrega. Rejuvenecido por los peces, las raíces, el agua dulce, y “otras cosas” que recibieron, a los náufragos intentó de nuevo para salir en su barca dañada de los puntos del sur. Habían remado unos pocos cientos de metros, cuando fueron golpeados por una ola de gran tamaño. Tres de los náufragos se ahogaron en la barcaza que se hundió, pero los demás lograron nadar hacia la orilla a través del agua fría, “desnudos como nacimos.” Afortunadamente, los indios pronto volvieron con la comida, fogatas, y escoltó a los vagabundos congelados a su pueblo, donde ya habían construido una gran “refugio” para ellos, con muchas hogueras. Sin embargo, en vista de sus situación desesperada y sabiendo muy bien su propia historia de desconfianza y sangriento conflicto con los indios, los náufragos estaban preocupados por sus propias vidas.
No pasó mucho tiempo y los indios ponen a los náufragos que sobrevivieron a trabajar, lo que éste sentía que era la esclavitud. Muchos de los aspirantes a los vagabundos murieron de la enfermedad, incluyendo una “enfermedad del estómago” que trajeron a la isla y que llevó, en el primer invierno, a la muerte de la mitad de los “indios de esta tierra