Nueva Atlántida I: Pérdida y encuentro

Esta primera parte consta del trayecto y la posterior toma de contacto con la nueva civilización.

La expedición parte del Perú, siendo su destino el lejano Oriente. De esto podemos desgranar varias cosas. La prima y evidente: la obra a pesar de su carácter utópico se desarrolla en época contemporánea, no sólo por las vestimentas, ropajes y lenguajes implícitos, sino también por la posibilidad de comercio con el lejano oriente desde las costas del Perú.

Durante los cinco primeros meses los vientos y las condiciones climáticas les fueron favorables, sin embargo esta buena racha se vio truncada por el viento en contra y los fuertes oleajes.

Las provisiones, calculadas para doce meses, comenzaron a escasear. Es en éste momento cuando la tripulación comienza a pensar en lo peor, el perecer en esa vacío infinito a la par que azul.

Tras plegarias y rezos atisban indicios de tierra firme, por lo que deciden emproar la nave hacia dicho lugar desconocido, puesto que la zona en la que se encontraban no estaba cartografiada (probablemente se refiere a la Polinesia).

 

El primer contacto con los habitantes de la isla da muestras del utopísmo de la obra. A pesar de la precaución tomada por los autóctonos, les entregan el siguiente texto: “No desembarque ninguno de ustedes y procuren marcharse de esta costa en un plazo de dieciséis días […] si desean agua fresca, provisiones o asistencia para enfermos, o bien alguna reparación en su barco, anoten sus deseos y tendrán lo que es humano de darle.”

Por una parte vemos que el texto invita a la salida de su territorio puesto que le imponen un plazo máximo de estancia. Y por otra tenemos un comportamiento de raíz humanista, el interés por el prójimo. Empero lo que realmente tranquiliza a la tripulación es la cruz que aparece impresa en el texto.

Esto será un punto de inflexión en la obra puesto que será un nexo de unión entre las autoridades locales y los visitantes.  Otro aglutinante cultural será el español, siendo descrita en la obra como una legua universal

 

 

A partir de este momento veremos como la sociedad de la Nueva Atlántida arropará a estas gentes con una  bondad y amor inusitado.  Prueba de ello será su recibimiento y hospedaje, el cual se situará en la Casa de los Extranjeros. Un lugar acogedor y sencillo  a la par que práctico. Con espacio de sobra para toda la tripulación y la disposición de seis asistentes. Además contarán con la valuosa ayuda del Gobernador de la Casa de los Extranjeros. Persona que hará de conexión con la sociedad isleña a la par que les guiará en aquello en lo que deben y no deben de hacer.

 

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