Instituciones de la villa de Alicante 1305-1490

La estructura del concejo alicantino, sigue igual establecido por Jaime II, tras la conquista de Alicante. Hay un cambio de denominación de sus principales funcionarios municipales: justicia, jurats y almotacén, en vez de alcalde, juez y alguaciles.

Estos funcionarios formaban el Consell, órgano que regía los destinos de la comunidad -universitas- alicantina. Estos Consejos se celebraban regularmente y servían para resolver los asuntos relacionados con mayor bienestar de la comunidad.

Jaime II suprimió estos actos, redujo el número de consejeros ocasionales sustituyéndolos por consejeros de oficio.

Al justicia le correspondía el gobierno y la administración de la justicia en la comunidad. Hubo dos jurados, que asistían por juramento al justicia y se ocupaban del abastecimiento de la ciudad y el orden público. Almotacén se encargaba del regimiento semanal del mercado, la vigilancia y el control de los pesos y el orden comunitario.

Jaime II, instauró otro cuerpo concejil los consellers, su labor fue aportar en las asambleas municipales su decisión profesional, que contribuyó al mejor gobierno del consell alicantino.

Al consell de Alicante se añadió otro cargo, sobrecequier, su labor se basaba en la administración de las aguas y su distribución en el regadío. Como todos los anteriores, este cargo era de duración anual y contaba con gran número de auxiliares. Otro cargo municipal fue el clavario, se encargaba de la contabilidad de la corporación concejil.

Los titulares de los cargos municipales tenían como requisito ser vecinos de Alicante y hombre hacendados y tener una renta anual superior a los 50.000 reales.

Ante el peligro de la creciente despoblación, el infante D. Juan, Gobernador General de la Corona de Aragón, ordenó agregar doce hombres más al consell, denominados probos con la misión de velar por el mayor desarrollo posible y bienestar de las tres clases sociales rica, media, baja de la comunidad alicantina.

Pedro IV, dispuso de un privilegio para toda la tributación real, por espacio de cinco años, a los judíos y moros que querían llegar a la villa de Alicante y fijar allí su residencia.

AZUAR RUIZ, Rafael. Historia de la ciudad de Alicante, tomo II. Alicante, 1990, pp. 254-258.

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