Origen y procedencia de los repobladores de Petrer

Como ya hemos dicho en entradas anteriores la mayor parte de la población de Elda y Petrer momentos antes de la expulsión era principalmente morisca. Tras la expulsión de toda esta población ambas villas quedaron sometidas a una pésima situación económica lo que llevó al conde de Elda a iniciar urgentemente el proceso de repoblación a través de las Cartas Pueblas donde se establecía un contrato entre el señor y los nuevos pobladores referente a las condiciones económicas, sociales y políticas que regirían las relaciones entre estos.

Mujer morisca

Mujer morisca

En muchas ocasiones esta repoblación fue lenta, o al menos no tan rápida como se esperaba. Muestra de esto son las sucesivas reiteraciones de órdenes de repoblación desde la Real Audiencia ya que no se cumplían los plazos de llegada al lugar de destino.

Según un testimonio del obispo de Orihuela en una carta datada en octubre de 1609, a Petrer los nuevos pobladores llegaban al municipio antes de que los propios moriscos hubieran abandonado sus casas. Sin embargo no en todos los lugares ocurría lo mismo ya que otros testimonios de la marquesa de Guadalest nos revelan que tras la expulsión de 1200 moriscos tan sólo habían llegado 120 repobladores cristianos, demora que se produjo en gran medida por las exigencias que se imponían a los recién llegados.

En Petrer tras la expulsión y llegada de los nuevos pobladores tuvo lugar la reducción en un 59,16% de la población total del municipio. Llegaron alrededor de 100-120 familias de cristianos a Petrer venidas desde Castalla, Biar, Xixona, la ciudad de Alicante incluyendo todo su término, lo que hoy son los municipios de Monforte del Cid, Agost, San Vicente y Mutxamel.

A través de dos documentos, tanto uno del Archivo Municipal de Castalla donde se encuentra una relación de las 22 familias castallenses que repoblaron la villa de Petrer y la aparecida posteriormente carta de poblamiento de Petrer, podemos conocer el nombre de todos los pobladores que vinieron a instalarse en el municipio.

Así nos encontramos con la aparición de 49 nuevos apellidos entre los que destacan Rico, Bernabeu, Maestre, Miralles, Payá, Brotons, Pérez, muchos de los cuales se han mantenido hasta nuestros días y podemos encontrar su origen en el siglo XVII. Otros como Huesa, Carransa/Carranza o Sarieto han desaparecido por completo desconociéndose el motivo.

Otros apellidos como Perpiñá o Sirvens aparecen en la actualidad evolucionados a Perpiñán y Sirvent. Y en otros casos algunos de los apellidos aportados por la Carta Puebla de 1611 como son Terol, Perales, Arques, Colomina, Seva, Gironés, Boix, Coloma y Alberola los encontramos hoy en día de forma anecdótica y residual. De un total de 49 apellidos que se establecieron en 1611 se conservan 46 entre las familias petrerenses.

En cuanto a los orígenes de estos apellidos que aparecen en Petrer desde el siglo XVII podemos rastrear su procedencia en los distintos municipios desde los que se repobló la villa. Así desde Castalla llegaron individuos con los apellidos Amad, Colomina, Esteve, Gironés, Juan, Payá, Perales, Poveda, Rico, Serdá y Vellot. Otros como Planelles o Bernabeu procederían de Mutxamiel, Alicante y su huerta, además de ser apellidos a los que se atribuye probablemente origen noble. De familia noble también debieron ser, por aparecer en las listas de insaculación del siglo XVI en Xixona, los apellidos Arques, Brotons, Sirvent, Cortés, García, Mira, Pérez, Soler, algunos de ellos ya mencionados anteriormente.

Los repobladores Biar aportaron los apellidos Maestre, Marco, Amorós, y Perpiñán, mientras que los de Agost tan sólo Seva y Vicedo.

Todo este desglose de apellidos que aparecen en la Carta Puebla de Petrer de 1611 nos ha permitido acercarnos al conocimiento de los lugares de origen de los nuevos pobladores de Petrer indicándonos que llegaron generalmente de los territorios que la circundaban, y en gran medida de Alicante y su huerta, es decir, de zonas muy próximas a Petrer.

Además de conocer la procedencia, el rastreo de estos apellidos nos ha permitido descubrir que en algunos casos el origen de las familias que se asentaron en Petrer era noble, por lo que no estaríamos hablando exclusivamente de la llegada de familias de campesinos o artesanos como cabría esperar para el resto.[1]


[1] MIRA-PERCEVAL VERDÚ, Enrique; RICO NAVARRO, Mª Carmen. Antroponímia y genealogía de los nuevos pobladores de Petrer (1609-1611). Revista del Vinalopó. Cartes de Poblament del Vinalopó. La repoblació després de l’expulsió. CEL (Centre d’Estudis Locals del Vinalopó), nº 14, 2011, pp 53-66. ISNN: 1139-7322

Oficios en la villa de Elda: ¿A qué se dedicaba su población?

Elda contaba a en el último cuarto del siglo XVIII, según el censo de Floridablanca de 1787 con unos 3.734. La población de este municipio era principalmente agrícola pero si pasamos a especificar más en las ocupaciones y oficios nos encontramos con que la ciudad de Elda contaba entre sus habitantes con una amplia variedad de oficios, por lo que no todos sus habitantes se dedicaban a actividades agropecuarias.

Según los censos podemos saber que en la Villa de Elda ciento noventa y un vecinos eran labradores propietarios de sus tierras, cuatrocientos cuarenta y siete eran jornaleros sin tierras, sesenta y siete eran artesanos, cuatro se dedicaban a la fabricación de papel, nos encontramos con un solo médico entre toda la población, noventa y cuatro eran criados, tres se dedicaban a la abogacía y otros tres eran escribanos, también nos encontramos con tres boticarios y veintitrés comerciantes en total. En cuando a los oficios ligados a la Iglesia en el municipio de Elda tan solo se contaba con un único cura con sus cuatro beneficiados y dos tenientes de cura, dos sacristanes, dos monaguillos y ocho ordenados. Por otra parte existían seis empleados con sueldo del rey, ciento nueve con fuero militar, un dependiente de la Inquisición, veintisiete estudiantes, un síndico religioso y un dependiente de cruzada.

Estos datos nos permiten hacernos una idea de los sectores económicos y sociales de la población. En general podríamos hablar de que el 63,8 % estaba representado por aquellos que se dedicaban a las actividades agrícolas, luego un 7,1% estaría compuesto por artesanos y fabricantes mientras que el 21% restante de la población se dedicaba a otros oficios y actividades. [1]

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Entre la pequeña nobleza de la villa de Elda para este momento nos encontramos con los personajes D. Joaquín Linares y Sempere y D. Agustín Vidal. Por debajo de estos en la pirámide social estarían los labradores propietarios a los que la señoría confiaba la administración de sus propiedades y regalías. Junto a ellos los campesinos y jornaleros subsistían como arrendatarios y asalariados  y debían satisfacer los tributos estatales, los derechos señoriales, y las derramas o repartos para hacer frente a los gastos municipales.[2]

Dentro de los cargos municipales encontramos que el Concejo, Justicia y Regimiento de la villa de Elda estaba formado por el alcalde ordinario, cuatro regidores, el síndico procurador general, el alcalde de la hermandad, el alguacil mayor. Estos oficios eran empeñados por eldenses que accedían a través de la propuesta realizada por los cargos salientes tras la posterior confirmación señorial. Estos cargos eran de especial importancia para los habitantes de la villa ya que mostraban gran interés por hacerse con ellos cuando se producía una vacante[3]. Esta forma de acceder a los cargos permitió durante mucho tiempo a las familias influyentes de la villa situar y mantener a sus miembros en los órganos de gobierno y control municipal. Estas familias poseían tal poder económico por su condición de grandes propietarios que se mantuvieron en el gobierno municipal al margen de cualquier variación o inestabilidad política del reino. La forma en que estas familias pasaron a formar la pequeña oligarquía local se debe a la manera en que se dispuso el dominio útil de las tierras con la Carta Puebla de 1611. Gracias a ello la oligarquía local fue quien tuvo el control efectivo del gobierno municipal, siendo el señor un mero intermedio entre la Corona y los vasallos.


[1] SAMPER ALCÁZAR, Joaquín. El gobierno municipal de Elda en época moderna. En: Historia de Elda. Elda, Ayuntamiento de Elda, Caja de Ahorros del Mediterráneo, Tomo I, 2006, pp 237-248. ISBN 84-87962-21-1

[2] SAMPER ALCÁZAR, Joaquín. Ref. 1

[3] SAMPER ALCÁZAR, Joaquín. Ref. 1

Religión y sociedad en Elda

Con la expulsión de los moriscos se dio en Elda un punto de inflexión con respecto a la religiosidad popular anterior en época islámica y su continuación con la población morisca en estas tierras.

Así nos encontramos con que los nuevos cristianos viejos que llegaron a la localidad, independientemente de cual fuera su procedencia  trajo consigo su propia espiritualidad y creencias. Estás se mezclaron como no podía ser de otra manera con el sustrato ya existente configurando de esta manera una nueva religiosidad eldense que irá evolucionando entre la población con el transcurrir del tiempo.

La imagen de Dios Padre, cabeza del panteón divino, y la de la Virgen María de vital importancia en el subconsciente colectivo por el carácter materno de esta advocación, fueron las de mayor representación en la religiosidad popular eldense, impuestas de forma nada inocente por el señor feudal a una comunidad hasta bien entrada la Edad Moderna  formada mayoritariamente por moriscos muy poco cristianizados, mediante la erección de una iglesia con la intención de evangelizarlos.

Virgen de la Salud

Virgen de la Salud

La Virgen fue especialmente importante para la sociedad eldense , apropiándose el símbolo mediante la elaboración de narraciones y mitos para crear un vínculo entre la imagen y el territorio, siendo invocada además como de la Salud. Así la Virgen de la Salud se convierte para Elda en la advocación de mayor importancia dentro del panteón y omnipresente en cualquier acontecimiento de la villa.

Cristo del Buen Suceso

Cristo del Buen Suceso

Lo mismo sucede con la imagen de Cristo, donde al símbolo universal se le asigna también un nombre particular para vincularlo estrechamente con la población y hacerlo propio. Así aparecerá el Cristo del Buen Suceso, quien acompañará en todas las ocasiones a la Virgen sin tener un protagonismo particular en solitario.

Además de la cabeza del panteón representada por el Dios Padre y la Mare de Deu, encontramos en Elda otras advocaciones diversas donde cada una tendrá su función y encomendación. Santa Bárbara, San Antón, San Blas, etc. [1]


[1] SAMPER ALCÁZAR, Joaquín. Cultura, religiosidad popular y panteón eldense (siglos XVII-XVIII). En: Historia de Elda. Ayuntamiento de Elda, Caja de Ahorros del Mediterráneo, 2006, Tomo I, pp. 259-262. ISBN 84-87962-21-1

La enseñanza en Elda en el siglo XVIII. El maestro y el alumno

A lo largo del siglo XVIII y mediante el impulso de las ideas ilustradas se da el auge en las nuevas teorías en materia de educación. El objetivo de la Ilustración era el progreso económico y científico por lo que la educación era uno de los medios principales para alcanzarlo. Sin embargo en la España de esta época el panorama era desolador: la Universidad era impermeable a cualquier reforma, los centros educativos de grado medio eran controlados por aquellos organismos que también sentían recelo a la renovación y la enseñanza primaria se daba en pocos centros que además se encontraban en muy malas.

Ésta no era gestionada por el Estado, sino que eran los municipios quienes la controlaban y en algunas ocasiones la subvencionaban. La Iglesia tuvo un papel muy importante en el desarrollo de la educación en los primeros niveles en un momento en que religión y educación eran sinónimo. En los conventos se enseñaban en las primeras letras a las clases económicamente débiles mientras que los que sí disponían de medios económicos suficientes contrataban educadores privados.

La enseñanza se encontraba fuertemente controlada por el Estado y la Iglesia con una abundante normativa, selección de maestros y control sobre las traducciones de la Biblia para no desviarse de la ortodoxia cristiana.

Para este siglo XVIII conocemos en Elda tres escuelas públicas: la de Primeras Letras, la de Latinidad y la de Costura.

La primera de ellas se trata de la Escuela para Niños de la Plaza del Ángel, atendida por un mestre de Escola, Marcelo López, que además de maestro era organista y relongier ya que hasta el año 1769 a través de una concordia firmada entre el Conde de Elda y el Obispo de Orihuela se estableció mantener esta doble faceta por la que el conde debía proporcionar un organista a la Iglesia que además fuera maestro de escuela, siendo pagado su salario por él y el Ayuntamiento. A partir de 1771 el oficio de organista se independiza del de maestro y a partir de 1786 el magisterio de primeras letras recae en los frailes del convento de Nuestra Señora de los Ángeles.

Convento de Nuestra Señora de los Ángeles

Convento de Nuestra Señora de los Ángeles

Por otra parte el salario medio de un maestro era a finales del siglo XVII de 52 libras como maestro-organista, en la primera mitad del siglo XVIII 100 como maestro-organista-relojero y 75 como maestro-organista, hasta que fue regulado por ley siendo la partida económica asignada desde cada ayuntamiento de 451 reales de vellón y 26 maravedíes.

En cuanto a los alumnos sabemos que tenían un horario distinto de entrada al colegio para invierno y para verano. Una vez a la semana se realizaban concursos públicos para la demostración de los conocimientos adquiridos por los niños para los que los maestros seleccionaban a los mejores alumnos para que salieran por las calles a explicar la doctrina cristiana.

Los colegios de Latinidad no estaban subvencionados de forma oficial por el ayuntamiento y además la mayoría de los que aquí entraban no continuaban sus estudios, sólo los hijos de aquellos que pudieran permitírselo económicamente eran enviados al Seminario de Orihuela.

Por último la Escuela de Costura estaba reservada a las niñas que disponía de dos maestras nombradas por el señor de la villa donde se les instruía en la doctrina cristiana y las labores propias del sexo femenino.

En resumen, la enseñanza fue ejercida por los eclesiásticos y religiosos en los conventos pero con financiación pública del Ayuntamiento, en un momento en que la formación y la educación cristiana estaban estrechamente unidas. En Elda fueron los franciscanos quienes ejercieron esta labor, de forma muy general y básica, ya que la mayoría de la población estaba destinada a trabajar en el campo.[1][2]


[1] SAMPER ALCÁZAR, Joaquín. Cultura, religiosidad popular y panteón eldenses (siglos XVII-XVIII). En: Historia de Elda. Elda, Ayuntamiento de Elda, Caja de Ahorros del Mediterráneo, Tomo I, 2006, pp. 261-272. ISBN: 84-87962-21-1

[2] SAMPER ALCÁZAR, Joaquín. El panorama educativo eldense durante la Edad Moderna. Revista del Vinalopó: Dossier: Organització i ordenació del territori. CEL (Centre d’Estudis Locals del Vinalopó), 2000, nº3, p. 159-174. ISSN 1139-7322.